9 de septiembre de 2024

Tragedia y lucha del pueblo selk’nam, historia y revelaciones

Por Carlos Espinosa

El ensayista e historiador español José Luis Alonso Marchante realizó durante cinco años una profunda investigación de fuentes bibliográficas y recopilación de referencias orales que se vuelca en las páginas de su libro “Selk’nam, genocidio y resistencia”, editado en Chile, España y Argentina. Desde el título Alonso Marchante propone una nueva mirada en torno al tema: porque llama a este pueblo de la Patagonia austral por el nombre que sus propios miembros se asignaban –el de “selk’nam”- en lugar de la palabra “onas” que impusieron los primeros exploradores europeos y quedó consagrada en los manuales de historia y antropología durante más de dos siglos. El prólogo de esta edición argentina –la primera fue en Chile- lo escribió Marcelo Valko, psicólogo egresado de la UBA, que se dedica a la investigación sobre genocidio indígena. Allí advierte sobre la gravedad de las revelaciones y denuncias que realiza el autor acerca de todo tipo de violaciones, vejaciones y sometimientos sufridos por los selk’nam. Pone de relieve que Alonso Marchante “recorrió y estuvo in situ en los principales puntos donde se centra la trama, tanto de Chile como de Argentina. De ahí su asombro y su genuino espanto ante el genocidio perpetrado en ambos lados de la lábil frontera fueguina, que secciona en dos jurisdicciones políticas a sus habitantes originarios.” 


                                                 


“Los datos y testimonios que facilita el texto acerca del arrinconamiento que padecen los originarios, por la disputa de la costa y el avance del alambrado sobre los pastizales en favor de la inversión de los gentelman farmer, eliminando individuos y desplazando guanacos, dieta básica de los selk’nam, son tan abrumadores que el lector no puede menos que estremecerse ante el progresivo cerco de hambre y muerte que se le impone a los dueños de la tierra”, comenta Valko, con doloroso acierto. En otro párrafo del contundente prólogo señala que esta obra “ya desde el título anticipa que se encuentra en las antípodas de una historia servil o complaciente. Con datos inobjetables, el libro explica el incremento de la violencia de los primeros encuentros con militares o aventureros hasta convertirse en algo sistemático, ya que los hacendados consiguen una absoluta subordinación policial a sus intereses dictados por la libra esterlina.” 

Dice también que Alonso Marchante “con paciencia admirable expone las pruebas del caso para que cada quien juzgue lo ocurrido. La descripción prolijamente descarnada, la minuciosa pesquisa bibliográfica, las imágenes que nos instalan en la zona y las acertadas referencias lo tornan en un libro imprescindible para estudiosos y al mismo tiempo, su narración fluida lo convierte en un texto de divulgación para el gran público, que verá desfilar las intrigas palaciegas de anglicanos, salesianos y latifundistas que convergen en un atroz genocidio del que pocos hablan, ya que el silencio de unos y otros fue muy lucrativo.” Poco queda para agregar después de este sustancioso exordio de Valko. El libro “Selk’nam, genocidio y resistencia” confirma y amplifica todo lo que este cronista tenía en su haber acerca de los atropellos y masacre cometidos en la Tierra del Fuego, pero desmenuza en detalle algunas circunstancias que reiteradamente se pasaron por alto y prácticamente desaparecieron del relato oficial. Por otro lado Alonso Marchante demuestra, a cada paso de su bien estructurada narración, sus excelentes condiciones de recopilador de citas, textuales o parafraseadas, recurriendo a distintos autores ubicados en épocas diferentes. Nos sorprende, por caso, citando a un viajero del siglo 16, pero algunas líneas más adelante referencia a un antropólogo de la última centuria. En la diversidad de esas fuentes en las que abreva radica, posiblemente, una de las riquezas sobresalientes de esta obra. Contiene afirmaciones contundentes, que jalonan el camino hacia la revisión de todos los prejuicios y estigmatizaciones que durante varios siglos la cultura europea y colonialista estampó sobre la historia de los selk’nam en particular, y todos los pueblos originarios en general. Como ejemplo de lo anterior, en el marco del interesante capítulo dedicado a la vida social y familiar de este pueblo fueguino Alonso Marchante sostiene que “la guerra era prácticamente desconocida entre los selk’nam; así lo prueba el desarrollo de sus armas, ideadas exclusivamente para las actividades de caza, y los múltiples relatos de viajeros, que siempre ponderaron el carácter apacible de los habitantes de la Tierra del Fuego, bien dispuestos a socorrer a los náufragos, o entablar relaciones cordiales con los recién llegados”. 



En contraposición el autor español nos exhibe las conductas asesinas y sanguinarias del hombre blanco, descriptas con crudeza como en el caso de la incursión del rumano buscador de oro Jules Popper, que se hace retratar junto al cadáver de un hombre selk’nam fusilado con un temible Winchester; y la espantosa masacre de San Sebastián comandada por Ramón Lista, oficial de Marina argentina, acompañado por el sacerdote salesiano José Fagnano. En el libro que comentamos se reproduce un fragmento de la crónica del propio marino, donde relata que cuando sus hombres avanzaban en “demostración pacífica” fueron recibidos por los onas (sic) “con un enjambre de flechas”, y que en respuesta se produjo un largo tiroteo desde las armas de los invasores y finalmente “sobre las zarzas (quedaron) veintiséis indios muertos”. Este triste episodio, certificado por el propio Fagnano -que repudia lo sucedido pero sigue participando en la campaña de “limpieza”- ocurrió el 25 de noviembre de 1886, fecha que recientemente ha sido instituida por la Legislatura de Tierra del Fuego como “Día del genocidio selk’nam”.


Otro capítulo doloroso y revelador de la obra de Alonso Marchante está destinado a ilustrar sobre las verdades ocultas de lo que fue la misión salesiana en Dawson, a la que denomina “la isla de la muerte”. La orden religiosa fundada y dirigida por Don Bosco obtuvo en 1888 la cesión gratuita por 20 años de la isla Dawson, sobre el extremo occidental del estrecho de Magallanes, con la finalidad de instalar una casa para residencia de los indios de los pueblos kawesqar (alacalufes) y selk’nam (onas) que los blancos invasores aprisionaban (y muchas veces, también, mataban) con la finalidad de expulsarlos de sus tierras de posesión ancestral y convertirlas en campos de pastoreo para el ganado lanar. El objetivo predicado era el de “evangelizarlos y alejarlos de sus hábitos salvaje”. Pero los salesianos les cobraban a los ganaderos una libra esterlina por cada “salvaje” alojado en la misión San Rafael, en concepto de vestimenta y manutención; lo que dio lugar a las quejas de los terratenientes , quienes en algunos casos optaron asesinar a los indios prisioneros: porque una bala les salía más barata que la pensión de los curas y, además, se ahorraban el costo del barco para el traslado hasta la isla. Una vez encerrados en esa especie de cárcel sin barrotes, que no eran necesarios ya que todo el sitio estaba rodeado por las aguas del Pacífico, los kawesqar y selk’nam, tanto varones como mujeres, desde los diez años promedio en adelante, eran obligados a trabajar en la tala de árboles del bosque natural y su posterior aserrado para fabricar tablas, en la esquila y acondicionado de lanas (los salesianos llegaron a criar siete mil ovejas) y en talleres de hilado y tejido. Todos los productos logrados con mano de obra gratuita (porque a los “salvajes” sólo se les daba comida y alojamiento miserables) eran comercializados por los salesianos con precios muy competitivos en el mercado. En la abundante información recopilada por el autor se menciona que la mayor parte de las tablas de madera fueguina laboreada por los indios se embarcaba, en Dawson, para las Islas Malvinas, donde no había (ni hay tampoco, ahora) bosques maderables que suministren material para la construcción de viviendas. Pero la explotación laboral estaba tristemente acompañada por la pésima alimentación y falta de higiene general, donde salta como dato llamativo que los religiosos obligaban a los indios a dejar sus vestimentas tradicionales con cueros de guanacos o lobos marinos, y los cubrían con ropajes europeos usados y sucios. Esta situación ocasionaba infecciones y enfermedades de distinto tipo, como pulmonías y tisis, que llevaron a la muerte a muchos de los supuestos “beneficiarios” de la “misión evangelizadora”. Cuando los salesianos abandonaron la isla, sin lograr venderla a un grupo de empresarios europeos, el cementerio del lugar había acumulado 800 tumbas indígenas en poco más de 20 años. 


Esta reseña apretada de algunos de los 44 tramos y ocho capítulos en los que está organizada la obra tiene por finalidad interesar a probables lectores, sobre todo quienes consideran necesaria y oportuna una nueva mirada sobre el proceso de la denominada “expansión de la civilización sobre territorios australes” que, a balazo limpio, con crueldad inusitada, corrió a los pobladores originarios con la finalidad de liberar espacios naturales para una monumental operación inmobiliaria que beneficiaba a capitalistas extranjeros y sus lacayos vernáculos. Se trata de un libro de historia, que a pesar de la crueldad de muchas de las situaciones relatadas contiene pasajes amenos y hasta curiosidades poco conocidas como el caso de “El perro fueguino, un misterio sin resolver”, y estampas de fuerte contenido humano en “Selk’nam, jornaleros, baqueanos y policías”. 

Es una obra destinada a sobresalir en los estantes de temas patagónicos de toda biblioteca privada o pública que decida incorporarla. 

Alonso Marchante, José Luis , Selk’nam, genocidio y resistencia, Editorial Continente, 2024. Prólogo de Marcelo Valko: Negaciones y memorias del confín de la tierra.







17 de septiembre de 2022

"Selk"nam, genocidio y resistencia" en Argentina, editorial La Flor Azul

En marzo de 1896, por indicación de los terratenientes ganaderos, la policía argentina llevará a cabo una batida contra los selk'nam en las cercanías del cabo Domingo, en Tierra del Fuego, con el resultado de la captura de ochenta mujeres, hombres y niños y un reguero de muertos y heridos en la violenta acción. Los detenidos, entre los que había veintiséis niños de menos de diez años de edad, fueron confinados en una rudimentaria prisión en Ushuaia, donde se los mantuvo encarcelados nueve largos meses. En ese plazo, muchos morirán de enfermedades, otros fueron trasladados a Chubut y los menos se dispersaron nuevamente por la isla. Fernand Lahille, empleado del Museo de la Plata que visitó Ushuaia en esas fechas, nos tomó algunas fotografías estremecedoras. Dos de ellas componen las portadas de las ediciones argentina (La Flor Azul) y chilena (Catalonia) de mi último libro "Selk"nam, genocidio y resistencia". Las imágenes son impresionantes y en ellas mujeres y hombres no pueden ocultar sus rostros demacrados y llenos de espanto. La web de la editorial aqui: https://laflorazuleditorial.com.ar/

25 de abril de 2021

A 500 años de la muerte de Hernando de Magallanes, una controvertida figura histórica

En marzo de 1520 apareció frente a las costas de la Patagonia una flota española formada por cinco barcos y capitaneada por un portugués, Hernando de Magallanes. Aunque los hombres que componían la expedición entonces no lo sabían, estaban protagonizando un acontecimiento histórico, ya que un reducido grupo de ellos iba a completar años después la primera vuelta al mundo. En realidad, el principal interés de los expedicionarios era puramente económico, puesto que su objetivo era localizar una nueva ruta para llegar a las Molucas, las fabulosas “islas de las especias”. Muy visitadas desde tiempos antiguos por mercaderes chinos, árabes e indios, en 1512 los portugueses instalaron allí una fortaleza para monopolizar este comercio. Se trataba de alcanzar la codiciada región por mar, ya que las rutas terrestres hacia Oriente habían sido clausuradas tras la caída de Constantinopla en manos del poderoso Imperio otomano en 1453. También se hacía necesario evitar la navegación por el litoral de África donde Portugal, para entonces enemigo mortal de los españoles, tenía una poderosa flota y varias ciudades amuralladas. 

Hernando de Magallanes, en pose conquistadora

El viaje fue azaroso y lleno de dificultades, de tal forma que, cuando los marinos tocaron las costas de la Patagonia, una buena parte de los capitanes y tripulantes se encontraban en franca rebeldía, convencidos de que no existía ningún paso entre los océanos y que había que emprender el regreso a España. Magallanes, que conocía bien la cartografía de la época y estaba seguro de hallar ese paso, reaccionó con gran violencia contra los sediciosos y ahogó en sangre la revuelta, ejecutando a los principales cabecillas de la misma: “Luego que hubo amanecido, mandó Magallanes a tierra el cadáver de Mendoza y lo hizo descuartizar, pregonándolo por traidor, ahorcó a Gaspar de Quesada y lo descuartizó con igual pregón, por mano de Luis de Molino, su cómplice y criado; sentenciado a quedar desterrado en aquella tierra Juan de Cartagena y a un clérigo, su confidente”. Conocemos las peripecias de este viaje gracias principalmente al relato del italiano Antonio Pigafetta, que formaba parte de la tripulación y se convirtió en el cronista de la expedición. En su diario anotó los avatares y penurias de una travesía que duró tres largos años y en la que perecieron la mayoría de los hombres embarcados en el puerto de Sevilla, Hernando de Magallanes incluido. 

Solventada la rebelión, la flota española permaneció durante el invierno en las costas de la Patagonia, donde se encontraron con los míticos aónikenk. A los visitantes les llamó poderosamente la atención la gran envergadura y corpulencia de los habitantes nativos: "Un día apareció de improviso en la playa un hombre de estatura gigantesca, casi desnudo, que, bailando y cantando, se echaba arena en la cabeza (…) Era tan alto aquel hombre, que le llegábamos a la cintura, siendo en lo demás muy proporcionado. Era ancho de cara, cuyo contorno estaba pintado de rojo, de amarillo el de los ojos, y en los carrillos dos manchas en forma de corazón. Su traje, muy elemental, estaba hecho de pieles cosidas; son de un animal que tiene cabeza y orejas de mula, cuello y cuerpo de camello, patas de ciervo y cola de caballo, y relincha como este. Abunda mucho en esta tierra según pudimos ver más adelante". Los europeos bautizaron a este pueblo con el nombre de patagones, palabra que más tarde evolucionará y servirá para nombrar a la región entera, Patagonia. 

Aónikenk en Bahía San Gregorio, 1831

A Hernando de Magallanes se le antojó llevarse de vuelta a España a algunos de esos extraños “gigantes” para exhibirlos como sus trofeos en la corte real: "Mostró empeño en quedarse con los dos más jóvenes de aquellos salvajes. Para conseguirlo empleó la astucia más bien que la fuerza; el recurrir a ella habría costado la vida a más de uno de nosotros. Regaló a todos cuchillos, espejos, cascabeles, cuentecillas de vidrio; tantas cosas que tenían las manos llenas. Enseñóles después unos anillos de hierro, que no eran otra cosa que grillos, y, viendo cuánto les gustaban, se los ofreció también; pero tenían las manos tan ocupadas, que no podían tomarlos, observado lo cual por el capitán general, les hizo entender que se los dejaba poner en los pies, y con ellos se marcharían, a lo que accedieron por señas. Entonces nuestra gente les puso los anillos y pasaron la clavija del cierre, que remacharon con presteza. Mostráronse recelosos durante la operación manifestándolo así; pero el capitán general los tranquilizó. Apercibidos, no obstante, del engaño se pusieron furiosos; bufaban, daban tremendos alaridos e invocaban a Setebos, o sea el demonio, en su ayuda. Se intentó detener también a los otros dos, mas fue preciso usar de la fuerza, pues resistíanse de tal modo, que apenas si nueve hombres bastaron para derribarlos en tierra y poderles amarrar las manos". Ninguno de los dos muchachos llegó a España. Ambos murieron en la larga travesía, afectados por las enfermedades y la reclusión a bordo. 

Selk'nam presos con grilletes en San Sebatían, 1896

Ya hemos visto cómo este primer contacto entre indígenas y europeos estuvo muy lejos de ser cordial. Bien al contrario, la mayoría de los encuentros entre los navegantes y los pueblos originarios de Patagonia y Tierra del Fuego serán muy violentos, puesto que a los conquistadores los movía casi exclusivamente un desmedido afán de riqueza. El enfoque histórico tradicional que presentaba el “descubrimiento” de América como un diálogo y encuentro de dos mundos, como la interconexión entre culturas, ha sido ya ampliamente superado ante la realidad de los hechos: asesinatos, robos de tierras, malos tratos, deportaciones, contagio de enfermedades, esclavitud. Como afirma el periodista magallánico Rafael Cheuquelaf, “acontecimientos similares tildados de descubrimientos son en realidad actos violentos que implican daño y padecimientos para los ‘descubiertos’, los habitantes del lugar, que son incorporados sin saberlo ni quererlo a una dinámica de tipo imperialista de la que son víctimas”. Estos violentos encuentros provocaron una catástrofe sin precedentes, ya que se calcula que, en solo un siglo, murieron el noventa por ciento de los nativos americanos, posiblemente el desastre demográfico más extremo de la historia de la humanidad. 

Finalmente, el 27 de noviembre de 1520, los tres barcos restantes alcanzaron la boca occidental del estrecho, completando el recorrido de este paso legendario. Nada más salir a mar abierto, el inmenso océano con el que se encontraron fue bautizado por los expedicionarios con el nombre de océano Pacífico, al ponderar las aguas serenas y calmas por las que navegaron. Merece la pena hacer aquí un inciso para señalar cómo, aprovechando este suceso histórico, algunas personalidades de la región de Magallanes se han empeñado, aunque sin mucho éxito, en datar el “descubrimiento” de Chile en 1520, adelantándose así en quince años a la conquista de Diego de Almagro por el norte. El alcalde de Punta Arenas organizó para 2020 los festejos de los “500 años del descubrimiento de Chile”, un acto en el que esperaba congregar al presidente de Chile y a autoridades de España y Portugal, y que quedó deslucido por la pandemia del COVID. En cualquier caso, la celebración iba en la misma línea de lo sucedido en 1920 cuando, con ocasión del IV centenario, se inauguró el monumento a Magallanes. Construido en el centro de la Plaza de Armas de la ciudad por decisión testamentaria del terrateniente José Menéndez, se hizo con la clara intencionalidad de engrandecer la figura del navegante portugués, la del mismo Menéndez y de paso la de todos los europeos que serían considerados como únicos impulsores del progreso de esas regiones. 

Ahora bien, defender el nacimiento de Chile en 1520 es un claro ejemplo de anacronismo histórico, puesto que sabemos que Magallanes y sus hombres atravesaron apresuradamente el estrecho, sin detenerse a explorar la región y mucho menos a “fundar” ningún país. Los expedicionarios no tenían interés alguno en radicarse en la zona y apenas si pusieron el pie en tierra, lo justo para aprovisionarse de agua y otras mercancías. Su única obsesión era llegar a Asia, al archipiélago indonesio famoso por sus riquezas en nuez moscada y clavo de olor. Volviendo a la descripción de Transilvano: “Y como el capitán Magallanes considerase que aquella tierra era muy fragosa, y que aun en aquel tiempo que duraban los días diecinueve horas hacía por allí grandísimos fríos, y que era tierra de continuas y perpetuas frialdades en todos los tiempos del año, parecióle que era tiempo perdido haber de explorar ni saber lo que en tal tierra había, por lo cual no gastando allí muchos días sin provecho, tiró con sus tres naos por el estrecho adelante, yendo siempre con mucho tiento para no tocar en tierra, y así pasó y llegó al otro mar del sur, donde era su principal propósito de ir”. En esta desenfrenada competición por ser los primeros se trató de sumar también la localidad argentina de Puerto San Julián, el lugar donde los europeos invernaron al llegar a las costas de América del Sur. Un par de senadores propusieron que la ciudad fuera declarada “Punto Cero” del origen de la región patagónica con el objetivo de “que se conozca y se valore dónde y cuándo comenzó la historia de nuestro país (…) tuvo lugar la primera estadía de europeos en territorio argentino, la primera misa en el territorio, el primer encuentro entre la población europea y los primeros pobladores originarios del lugar, donde nace el concepto de Patagonia y es la primera toponimia del país”. En su propuesta, los políticos se olvidaron de señalar que San Julián también es el lugar donde Magallanes ejecutó violentamente a los capitanes rebeldes y donde secuestró a dos aónikenk que murieron poco después en alta mar. 

Mientras Argentina y Chile se disputan el derecho de haber sido los “primeros” en tener a los europeos en la Patagonia, empiezan a aparecer ya movimientos sociales de rechazo a la forma en la que se quiso conmemorar este aniversario y que, a imagen y semejanza de lo que ocurrió en 1992 con el V Centenario del Descubrimiento de América, deslucieron con sus protestas pacíficas las celebraciones oficiales en los distintos países. Y es que conviene recordar que kawésqar, aónikenk, yaganes, haush y selk’nam llevaban miles de años habitando lo que hoy es la Patagonia chilena y argentina, y son por tanto estos pueblos, y no los europeos, los que en todo caso merecerían el título de “descubridores de la región”.

Continuando con el relato del viaje, una vez que los barcos españoles pasaron de largo por el extremo más meridional de América y cruzaron en toda su amplitud el océano Pacífico, arribaron en marzo de 1521 a las actuales islas Filipinas. Allí, desobedeciendo las órdenes recibidas por el rey y en contra de la opinión de sus capitanes, que querían continuar el viaje, Hernando de Magallanes decidió someter por la fuerza de las armas a los habitantes autóctonos. Se trataba de obligarlos a aceptar la religión católica y la sumisión al reino de España, de imponer a sangre y fuego lo que el antropólogo norteamericano Edward H. Spicer ha llamado “cultura de conquista”, y que se caracterizaba por la violencia irracional, la usurpación de tierras y la destrucción de pueblos enteros. Así, el 27 de abril de 1521 el capitán general desembarcó en la isla de Mactán al mando de sesenta hombres fuertemente armados con el fin de doblegar la resistencia de un grupo de isleños rebeldes. Aunque el armamento de los soldados españoles, que disponían de mosquetes, ballestas, bombardas, armaduras y corazas, era muy superior, los nativos les tendieron una emboscada, los derrotaron en la misma playa y mataron de un certero lanzazo a Magallanes. Muerto el jefe de la expedición, los dos barcos que le quedaban a la flota zarparon con destino a España, ambos con sus bodegas cargadas de especias, pero cada uno tomando una dirección diferente. 

Lapu-lapu, el hombre que mató a Magallanes, héroe nacional en Filipinas


El 6 de septiembre de 1522 atracaba en el puerto de Sanlúcar de Barrameda al mando de Juan Sebastián Elcano la nao Victoria, el único barco superviviente con diecisiete tripulantes que habían resistido a un larguísimo viaje de más de tres años de duración. A pesar del alto costo en vidas humanas, la expedición comercial fue un éxito y la ruta de las especias a través del océano Pacífico quedó definitivamente abierta. Enseguida los barcos optaron por el rumbo del cabo de Hornos, que, a pesar de las frecuentes tempestades, era más propicio para la navegación a vela que el estrecho. La extraordinaria hazaña de estos hombres, que fueron capaces de dar por vez primera una vuelta completa al mundo en sus frágiles embarcaciones, figura ya en los anales de la navegación. 

Hay que advertir, sin embargo, que esta primera circunnavegación del globo terráqueo fue producto de las circunstancias, ya que los expedicionarios tenían previsto hacer el camino de vuelta por la misma ruta de ida. Las terribles penalidades sufridas, que supusieron la pérdida de la mayor parte de la flota y de la tripulación original, convencieron a Elcano de que, a pesar de la hostilidad de los portugueses, intentar la vuelta a España atravesando el océano Índico y bordeando las costas africanas era mejor que regresar por donde habían venido, un largo viaje al que seguro no sobrevivirían. 

La Victoria, la nao en la que regresó Elcano después de completar la vuelta al mundo


Debido a la excepcional dimensión histórica de este viaje, en la actualidad también España y Portugal mantienen una querella para tratar de arrogarse todo el mérito de la gesta marítima. A pedido del director del diario español ABC, que protestaba por la ilegítima apropiación por parte de las autoridades portuguesas de la paternidad de la expedición, la Real Academia de Historia de España preparó un informe que sentenciaba “la plena y exclusiva españolidad de la empresa”. Como reacción, los historiadores portugueses han puesto el acento en la nacionalidad lusa de Magallanes y en el hecho de que fue al servicio de Portugal donde aprendió el arte de navegación. La respuesta de algunos autores españoles no se ha hecho esperar, borrando en sus relatos casi por completo el nombre del portugués Magallanes y ensalzando en su lugar el del marino vasco Elcano como el único impulsor de la legendaria "Vuelta al Mundo". A la hora de valorar estos acontecimientos históricos, tampoco debemos olvidar la violencia desatada por los navegantes contra los pueblos que se encontraron en su camino, tan extrema que incluso le costó la vida al propio Magallanes. Hoy en Filipinas, donde fue vencido el navegante portugués, se debate una propuesta para cambiarle el nombre al país, ya que es un homenaje al rey español Felipe II, que ni siquiera estuvo allí. Al mismo tiempo Lapu-Lapu, que según la leyenda fue quien ultimó a Hernando de Magallanes clavándole una lanza de bambú en el rostro, ha sido convertido en héroe nacional. Una imponente estatua del guerrero hecha en mármol se alza desafiante en el lugar de la batalla, símbolo de la resistencia contra los conquistadores europeos. 

El viaje de Magallanes-Elcano revolucionó la cartografía del globo, revelando una inmensa terra nullius o “tierra de nadie” disponible para ocupar. Estamos en la época de la doctrina del descubrimiento según la cual, en palabras de la historiadora indígena Roxanne Dunbar-Ortiz, “las naciones europeas adquirieron los títulos de las tierras que ‘descubrieron’ y los habitantes indígenas perdieron su derecho natural a esas tierras cuando llegaron los europeos y las reclamaron como propias”. Un concepto de derecho internacional que servirá durante siglos como justificación para la legalización de la conquista y la colonización, para devastar civilizaciones enteras y destruir pueblos indígenas, apropiándose de sus tierras y creándose en su lugar una oligarquía terrateniente tremendamente codiciosa.

Comunidades kawésqar protestando por las celebraciones de los "500 años" en Punta Arenas


La imagen histórica de Hernando de Magallanes se desdibuja a pasos agigantados. Las comunidades originarias lo rechazan por su papel de violento conquistador y en Filipinas el héroe nacional es precisamente el hombre que lo mató. En Chile y Argentina buena parte de la población cada vez cuestionan más a esos "próceres" de origen europeo y su legado. En España, su condición de "extranjero" ha hecho que su nombre haya sido prácticamente borrado de los últimos ensayos históricos, donde se glosa más a los españoles participantes en dicho viaje. Por último, los historiadores portugueses no acaban de sentirse cómodos con el personaje que, no lo olvidemos, traicionó a su país pasándose al entonces enemigo mortal de Portugal, España. Magallanes, un controvertido personaje que sin embargo ya tiene un lugar propio en la historia de la Humanidad.

21 de noviembre de 2020

25 de noviembre, Día del Genocidio del pueblo Selk'nam

El 25 de noviembre de 1886 el ejército argentino provocó la mayor matanza de selk’nam de la que se tiene oficialmente registro. El responsable fue Ramón Lista, oficial mayor de Marina, que comandaba una expedición militar de exploración de la isla Grande de Tierra del Fuego, compuesta por veinticinco soldados al mando del capitán de caballería José Marzano y en la que también participaban como personal auxiliar el sacerdote italiano Giuseppe Fagnano y el cirujano belga Polidoro Segers. 

Se embarcaron en el cúter Santa Cruz y llegaron a bahía San Sebastián, al norte de la isla, en la costa atlántica. No había transcurrido más que un día desde el desembarco de los animales, suministros, armas y municiones, cuando el grupo de exploradores se enfrentó violentamente con los selk’nam. Tras recibir los soldados una lluvia de flechas, Lista ordenó una mortífera descarga de fusilería. A partir de entonces se desata una guerra sin cuartel, una carnicería que provocó entre los selk’nam veintiocho muertos y un elevado número de heridos y prisioneros, la mayoría mujeres y niñas. Los militares no sufrieron ninguna baja.

Contamos con tres testigos directos de la matanza, el propio Ramón Lista, el cura Giuseppe Fagnano y el médico Polidoro Segers.



Selk'nam prisioneros en Ushuaia, 1896

Ramón Lista en el libro "Viaje al país de los Ona"

“Por lo que respecta a los indios onas que habitan la isla, tengo el sentimiento de comunicarle que me he visto en el caso de tener que librar un combate con diez hombres contra cuarenta salvajes, que ocultos en un espeso matorral, antes de entregarse y a pesar de nuestras demostraciones pacíficas, pretendieron rechazarnos lanzándonos enjambres de flechas. Los hice cargar a sable, el capitán a la cabeza, y cuando ya daba por terminada la lucha, este intrépido oficial cayó herido de un flechazo en la cabeza con lo cual el ataque se detuvo un instante; pero enseguida mandé cargar nuevamente y después de un ligero tiroteo el matorral fue desalojado quedando en nuestro poder algunos prisioneros, mujeres en su mayor parte, y sobre las zarzas veintiséis indios muertos, todos ellos de estatura gigantesca y de una corpulencia solo comparable a la de los patagones o tehuelches”.

Giuseppe Fagnano en "Il Bollettino Salesiano"

“El oficial trató de hacerse entender por los pobres salvajes a través de gestos, invitándoles a rendirse, ofreciéndoles carne y galleta. Parece, sin embargo, que nada comprendieron de su mímica amistosa ya que, en lugar de responder, lanzaron sus flechas contra los militares sin, no obstante, producir daño de ningún tipo. Luego de más de media hora de vanas tentativas y después de haberles inútilmente ordenado la rendición, el jefe ordenó desalojarlos de sus escondites, y a tal efecto se comenzó a abrir fuego donde quiera que apareciera una piel de guanaco. Cada detonación era seguida de un grito de los indios, entre cuyas voces se distinguía una que, dominando al resto, animaba a los demás a mantener la resistencia. Eso indujo al comandante a ordenar una carga con sables, con la esperanza de poder, de esta manera, cogerlos a todos con el menor derramamiento de sangre. El intrépido capitán Marzano se movió adelante y se lanzó hacia la mata negra desde donde continuaba saliendo aquella voz provocadora. Sin embargo, al llegar a una brevísima distancia del enemigo invisible fue herido en la sien izquierda por una flecha de madera, y cayó al suelo sin sentido, perdiendo sangre de la herida. En este punto ya no fue posible contener la animosidad de los soldados, anhelantes de vengar la herida de su valeroso capitán; se lanzaron rabiosamente contra los indios y mataron a todos cuantos osaron aún oponer resistencia. Hicieron trece prisioneros, incluidos dos niños”.

En este testimonio Fagnano simplemente lamenta las muertes, lo que no le impedirá continuar acompañando a la expedición militar. La realidad dista mucho de cómo la historiografía salesiana narró tiempo después este violento encuentro, y donde el sacerdote poco menos que expone su pecho desnudo a las balas de los soldados para evitar la matanza de indígenas.


Arqueros selk'nam en Tierra del Fuego 1902


Polidoro Segers en el libro "Hábitos y costumbres de los indios onas"

“A nuestros pies y sobre la orilla del mar entre manchones negros, que revelaban las crestas de las restingas que emergían de las aguas unos veinte individuos se entregaban tranquilamente a la pesca de mariscos sin habernos apercibido cuando los ladridos de los perros llamando su atención les descubrió nuestra presencia en el vértice del cabo Peñas, al lado de sus viviendas. La alarma que esto les produjo fue espantosa y los pobres indios que se encontraban a una larga distancia en la playa que la marea al bajar había dejado al descubierto, no sabían de qué lado escapar. La confusión aumentó más cuando vieron que los soldados de la expedición bajaban a toda prisa en su persecución la cuesta de la barranca en la cual estábamos.

Triste espectáculo era para mí ver a estos pobres indios inofensivos correr de un lado a otro perseguidos como fieras por los que representaban la civilización. Como los indios huían en varias direcciones y los soldados temían que escapase su presa, empezaron a hacer fuego sobre ellos hiriendo a algunos, pero logrando sustraerse todos a sus perseguidores, menos uno que, rodeado por cinco soldados armados de Remington no pudo adelantar. El infeliz se había atrincherado detrás de una enorme peña y se defendía valerosamente del fuego que le hacían aquellos. A cada descarga salía de su fortaleza improvisada y lanzaba una flecha en dirección de sus verdugos.

La huida le era imposible: a retaguardia tenía el mar que subía ya y delante cinco bocas que vomitaban fuego. En fin, acribillado por las balas cayó el valiente y por conmiseración fue ultimado con un tiro de revólver en el oído derecho. El reverendo padre Fagnano, capellán de la expedición, y yo nos habíamos hecho cargo de las criaturas abandonadas y mientras seguía el tiroteo no podíamos menos que protestar indignados contra este acto de crueldad que pasaba a nuestra vista, sin que pudiéramos impedirlo. Como avanzara la noche y deseosos de dar sepultura al cadáver, conseguimos del jefe de la expedición que lo arrastraran hasta el lugar donde nos encontrábamos.

Era un lindo joven, a lo más dieciocho años de edad, robusto y bien formado. Una melena tupida y negra cubría con sus enmarañados mechones su cuero cabelludo diferenciándose de los demás indios en que no usaba tonsura y su cabeza estaba cubierta de pelo. Veinte y ocho balas Remington habían acribillado el cuerpo de este valiente, más la bala de gracia (…) Al poco rato volvía una expedición de soldados que fue en persecución de los fugitivos, trayendo catorce individuos de chusma, pues los hombres aunque heridos se habían escapado: se aseguraron mujeres y niños en el cepo de campaña atándolos unos a otros por los pies con una larga cuerda, se pusieron centinelas a la vista y tratamos de conciliar el sueño. Era en vano, toda la noche las pobres chinas no cesaron en sus lamentaciones...”

La aparente indignación de Segers por los asesinatos no le impidió, sin embargo, quedarse con la piel del joven selk’nam como un bonito recuerdo etnográfico: “Disequé todas estas partes así como la cabellera que, preparadas para conservación, excitaron mucho la curiosidad a mi regreso a Buenos Aires”. Además, en un claro ejemplo de adopción forzada de servidumbre, el cirujano belga secuestrará poco después a un matrimonio haush que se llevó de regreso a Buenos Aires para emplearlos en el servicio doméstico.

Leiwecen y su hija, 1923


Lamentablemente no tenemos ningún relato de los selk’nam sobre el trágico acontecimiento, aunque la memoria de ese pueblo registró la matanza gracias a los supervivientes y a la transmisión de la historia oral. El balance de víctimas provocadas por los soldados del ejército argentino en esta expedición fue aterrador, ascendiendo a treinta muertos entre hombres, mujeres y niños, asesinados a balazos, ensartados con las bayonetas, ultimados a golpe de sable. Los quince prisioneros, la mayoría mujeres y niños, fueron colocados en el cepo de campaña, atándolos unos a otros por los pies con una larga cuerda y, como hemos visto, llevados a Buenos Aires, desconociéndose su destino final. Ninguna baja entre los militares atacantes, que hicieron valer su potencia de fuego.

El día que ocurrió la matanza, el 25 de noviembre, ha sido declarado desde 1992 “Día del Indígena Fueguino”, aunque se estudia actualmente una propuesta para cambiar el nombre a “Día del Genocidio Selk’nam”, para recordar la terrible masacre provocada por los militares argentinos contra este pueblo legendario.


Cazadores Selk'nam en marcha, óleo de Furlong



 



22 de octubre de 2020

Rechazo de los pueblos originarios a las celebraciones de los 500 años del paso de Magallanes

Compartimos aquí el comunicado público de las comunidades Kawésqar y Yagán, realizado el 21 de octubre de 2020, al respecto de las celebraciones de los "500 años" del paso del navegante portugués Hernando de Magallanes por el estrecho que hoy lleva su nombre:

"Rechazamos la conmemoración de los 500 años del paso de Magallanes por nuestros territorios ancestrales, estos lugares ya eran recorridos miles de años antes por nuestros antiguos, Koshpij Yagan y Kawésqar taiwasèlok hojok.

Ellos tenían nombres para cada sector y cada espacio tiene una narración y cada lugar un nombre, muchos de esos nombres fueron borrados por la acción colonizadora y así mismo ya no están en la memoria.

1520, año que marca a fuego, como la de nuestras fogatas costeras fueguinas, el contacto e impacto con los denominados descubridores, el comienzo rudo y basto de este contacto con los dueños y verdaderos navegantes de estos mares patagónicos, nuestros pueblos naciones preexistentes.


La rudeza, pero a la vez bella forma de navegar a través de canales, fiordos y costas, empleadas por nuestros ancestros ha sido un continuo hace aproximadamente 6.000 a 7.000 años de navegación, eso sí, nosotros hoy empleando de otras maneras y desde otras actividades esta tradición milenaria, está demás decir y afirmar que es la única tradición marítima ancestral en estos puntos extremos del planeta, de gran significado e identidad de cada uno de nuestros pueblos.

Quienes debieran estar en lo más alto de las esculturas son los navegantes de las primeras naciones, los cazadores recolectores que recorrieron estas pampas, este territorio pisado por nuestros antepasados nos fue dejado en herencia, así como su gran conocimiento territorial y de navegación el que traspasaremos a nuestros hijos y nietos, así como los antiguos lo hicieran con nosotros y con nuestros padres, desde allí forjamos nuestra identidad cargando con un genocidio y etnocidio que aún no termina.

Los campamentos antiguos persisten en el territorio, allí están los rastros que dejaron, es así que resulta un insulto grave a nuestra memoria y a la de los que habitaron estos espacios, siendo desplazados de las maneras más viles y en los que en sus habitáculos antiguos osaron celebrar misas que nada tenían que ver con las creencias de los primeros navegantes canoeros.



Es así que hace muy poco tiempo se instaló una cruz señal de colonización, sin pensar en el daño que le provoco la Iglesia y las misiones salesianas a tantos miembros de los pueblos que fueron desplazados y desarraigados de sus territorios, de manera violenta e inhumana.

El pensamiento Euro centrista está presente en cada hito de la historia de la que hoy se llama Región de Magallanes, sin provocarles la mayor reflexión que debiera ser en cada espacio y en cada rincón identitario.

El día 20 de octubre sin más ni más, se dirigen hacia la bahía de Fortescue, el buque Escuela Esmeralda, barco que además fue transporte de tortura en tiempos de dictadura, junto al buque escuela de España Sebastián el Cano a celebrar una misa en un lugar que fue sitio ceremonial indígena y campamento antiguo, sitio de interacción entre Kawésqar y Yagan.

Existen más que las memorias de los antiguos de la habitabilidad de este territorio ancestral algunos se encuentran en escritos y estos son ignorados frecuentemente, a modo de ejemplo ya en 1579 se ordenó la captura de antiguos Selk’nam para que sirvieran de intérpretes, en 1829 aun persistían en sus campamentos antiguos al menos 80 indígenas, toldos y canoas que interactuaban en la hoy llamada Bahía de Fortescue.

El paso de Magallanes no es, si no, una hazaña europea, que no fue un descubrimiento, tampoco un encuentro de dos mundos, menos el descubrimiento de Chile, fue un barco perdido que además pasó presuroso, con el que comenzó el tiempo del fin de las culturas originarias que habitaron y que aun habitamos este territorio, pero que además no se debe olvidar que el Propio Magallanes fue muerto por un indígena en Filipinas.

Este año partieron ancianos sabios al encuentro de sus ancestros, ellos se fueron sin poder volver a navegar libres por sus canales y fiordos, como lo dijera un anciano alguna vez, “esperamos poder llegar un día donde están nuestros antiguos y poder llevarles buenas noticias, que nos devolvieron nuestras playas y bahías” allí terminara la oscuridad de nuestros pueblos.



La historia nos dice cuál es la importancia que este país le da a las primeras naciones, esperamos que en el futuro la reflexión sea 15.000 años atrás, cuando nuestros hermanos Selk'nam y Haush recorrían los espacios de la pampa de Tierra del fuego, cuando Tehuelches eran los herederos de esta tierra que los vio nacer y cuando Kawésqar y Yagan surcaban los mares para subsistencia e intercambio y eran todos capaces de interactuar, porque así lo hicieron por miles de años".

FIRMAN

Comunidad Yagan de Bahía Mejillones

Comunidad kawesqar Ata’p

Comunidad kawésqar residentes en rio Primero

Comunidad Kawésqar Grupos Familiares Nómades del Mar












7 de febrero de 2020

"Selk'nam, genocidio y resistencia", el prólogo escrito por Alberto Harambour

En diciembre salió publicado en Chile mi último libro “Selk’nam, genocidio y resistencia” (Editorial Catalonia). Se trata de una aproximación a la historia de este pueblo de Tierra del Fuego, que padeció un terrible genocidio a finales del siglo XIX a manos de los grandes terratenientes ganaderos. El libro habla también de la resistencia de los selk’nam frente a los invasores, de las estrategias que llevaron a cabo para tratar de frenar el avance de las explotaciones ovinas y, cuando todo su territorio fue usurpado, para sobrevivir en un entorno hostil. Y es que, a pesar de que fueron diezmados, hubo supervivientes y hoy los selk’nam contemporáneos, mujeres y hombres orgullosos de su sangre y su linaje, luchan para que se reconozca su pasado y sus legítimos derechos. 
Debo el prólogo de la edición chilena del libro a un autor imprescindible, el académico Alberto Harambour Ross. Historiador magallánico y profesor en la Universidad Austral, en sus libros y artículos ha analizado en profundidad la expansión británica del negocio ovino a la Patagonia y la Tierra del Fuego y las tácticas de resistencia que los selk’nam implementaron contra esta invasión. Le agradezco inmensamente que se haya tomado el tiempo de prologar esta obra, toda vez que él es toda una autoridad en la materia. Les comparto el texto completo.




“Un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro,
que el hipo de cien perros botados a morir”
Pablo De Rokha,


El genocidio es el espanto bárbaro, más bárbaro. Un grupo humano es arrastrado a través de un acabo de mundo por otro grupo humano que se sitúa desde la pretensión de barrer con una existencia despreciada, reemplazándola por la presencia propia, exclusiva, superior, ocupando las tierras de los hombres y las mujeres de quienes se eliminan nombres, se borran huellas, se destruyen vidas. El exterminio planificado, ejecutado a veces por fuerzas estatales y otras por privados, y generalmente en una alianza de poder público, empresarial, religioso y popular, corroe en su despliegue la experiencia histórica de los perseguidos, quebrando la transmisión de la memoria intergeneracional e instalando en los sobrevivientes el miedo y la negación, la subordinación, la impotencia. Sobre los sobrevivientes cae la duda y el desdén, y caen las ruinas de vidas que fueron plenas. El brutal rito de paso por el apocalipsis impone a los hijos e hijas de los sobrevivientes un secreto calladamente orgulloso, muchas veces vergonzante, siempre peligroso por derrotado, y resistente, de alguna manera, entre los pliegues de la memoria. Esperando la ocasión de ser nombrada.

Arqueros selk'nam, fotografía Carlos Gallardo 1902
Genocidios tenemos muchos, demasiados, diversos. Ninguno cierra su círculo de espanto sin la Historia. El espanto está satisfecho cuando deja de causar espanto. Cuando se naturaliza. Y para la naturalización se necesitan hombres armados y periodistas lo mismo que historiadores y abogados. Sobre las carnes sin tumba se levantan sociedades nuevas, que construyen para sí mismas épicas de progreso y bienestar imposible sin la matanza y las deportaciones, las reducciones o los campos de concentración. Historias coloniales, construidas gracias a la erradicación de un pueblo y al despojo de la tierra de toda memoria socialmente significativa anterior. Ciertos pasados son convertidos en insignificantes, o prehistoria, y lo significante nace del poder creador de los exterminadores, del poder conmemorador que da actualidad a una particular selección del pasado como Historia Nacional. Esa invención de un tiempo homogéneo y continuo sella una lápida historiográfica sobre la heterogeneidad de experiencias en las tierras ocupadas. Pocos ejemplos más actuales que la celebración de los 500 años del viaje de Hernando de Magallanes como “descubridor” de Chile y Argentina, creaciones bastante más recientes. Para los pueblos originarios sobrevivientes es la reiteración de la negación de su existencia independiente y de la puesta en valor del hecho colonial.
Desde la década de 1880 los pueblos de la isla Grande de Tierra del Fuego debieron esconder el estigma que era su pelo y sus ojos, su caminar y comer distinto, su palabra y sus recuerdos de las historias que vivían sus pares que estaban siendo asesinados y deportados. Para los sobrevivientes: no ser más lo que fueron colectivamente, y deber ser, en la soledad, lo más parecidos posible a los que estaban fundando el nuevo mundo. Adaptarse adoptando otro idioma y una religión de subordinación. En este mundo nuevo surgido de la aniquilación del mundo de siempre, llamado Tierra del Fuego argentina y chilena, los sobrevivientes, mujeres y niñas las más, tuvieron que sufrir lo imposible para dejar de ser lo que eran. Y convertirse entre otras cosas, en chilenas y argentinas.
El historiador Alberto Harambour Ross
El deseo de exterminar a un grupo social sólo es plenamente comprensible para perpetradores y cómplices. Para los que hemos sido educados en las tradiciones nacional-colonialistas, confinar su memoria a la prehistoria fue natural. La tarea de explicarse la voluntad genocida es interminable, siempre inconclusa, y tiene como necesidad la recuperación de la humanidad, es decir, de la historicidad de las y los deshumanizados. Rompiendo las naturalizaciones y las continuidades impuestas. Reconociendo los derechos plenos de los sobrevivientes y sus descendientes a su tierra y sus mares, y sobre todo a su historia. A ese combate por la historia se vuelve como se vuelve siempre al amor, como se vuelve siempre al trauma, a lo que pudo y puede ser, que es tan distinto de lo que estuvo siendo y lo que ha sido. Hay allí algo inconmensurable, como el afán de lucro, que juega de motor de la industria de erradicarle la tierra, la historia y la vida a otros pueblos. Así es en el caso del genocidio selk’nam al que vuelve José Luis Alonso Marchante en éste, su segundo libro sobre el sur extremo, para profundizar con la indignación y la ternura en la trayectoria de las muertes y en los baldíos de la sobrevida. Porque en éstos reaparecen también otras tramas: solidaridades calladas, lazos murmurados, gestos de complicidad, o alguna piedad.
No la misericordia, tan proclamada por adoctrinadores y guardas del mal morir, por historiadores-ventrílocuos del progreso y las autoridades que lamentan la “extinción” de “nuestros” pueblos originarios. Hay, en éste libro como en “Menéndez, rey de la Patagonia” otra indignación y otra ternura: la del escritor que se aproxima a una geografía distinta y a pueblos otros sabiendo que la derrota, aunque catastrófica, es siempre breve, como dice la canción. Que las posibilidades de ser otros se construyen. “Me pasé media vida tratando de disimular mi condición de indio, para en esta última convencer a los demás que lo soy ciento por ciento”, le permite decir el autor a Luis Garibaldi Honte, en una cita que recoge. Esa idea cruza el libro como un fantasma que inspira a recuperar, desde dentro de la historia siempre contada, las historias que en ella quedaron escondidas o erradicadas. Historias de gente que perdió, luchando, y que ha debido luchar para que su historia presente no sea pasado remoto, extinción, o daño colateral.
Este libro-ensayo está planteado en una perspectiva lo suficientemente amplia como para reconocer los tiempos de las rupturas vitales y las toscas continuidades en este siglo XXI preapocalíptico. Alonso Marchante se ha dado un trabajo interpretativo mayor, revisando una gran base documental de narraciones segmentadas temporal, disciplinar e institucionalmente. De esta tremenda revisión de bibliografía y documentos, la mayor parte de ella conocida pero nunca antes puesta en diálogo, surge una interpretación de conjunto con valor propio, que permite desmontar juicios y prejuicios convertidos a fuerza de repetición en una suerte de sentido común al pensar la historia de la colonización de la Tierra del Fuego. Es un libro que le pasa el cepillo a contrapelo a la historia colonialista, nacionalista, regionalista, supremacista, para contribuir a una interpretación humanista.

Mujeres selk'nam, fotografía Alberto María De Agostini
Las nociones de pueblos barridos por el viento feroz de un progreso abstracto, Alonso Marchante las discute dándoles nombre: donde se dice progreso puede leerse capitalismo avalado por el estado, desplegado para beneficio de pocos y en perjuicio de los más. La idea interesada y extendida de las misiones salesianas como espacios bienintencionados de protección a las y los perseguidos se desmorona también, al considerar la acelerada mortandad de los deportados, y la radical negación de la plena humanidad de los hombres, mujeres y niños confinados a una isla en medio del Estrecho o arrinconada sobre la fueguina costa atlántica. El prejuicio de la incapacidad de comprensión de la moderna propiedad, el de la adaptación imposible; el juicio sobre el daño colateral en la formación de la soberanía chilena o argentina, el juicio sobre el genocidio sin planificación, o del genocidio como “extinción”… todos estos dispositivos tradicionales de la historiografía más conservadora, heredera conceptual de los empresarios o uniformados prohombres de la colonización, se desarman a través de este libro generoso al citar y al convidar a la lectura.
José Luis Alonso Marchante presenta nuevamente un ejercicio innovador en su magnitud y en la acertada combinación de aquellos fragmentos, dispersos, que reúne con buena pluma y mejores intenciones: ampliar el campo de lo dicho y decirlo con voz clara. Quienes se aventuren a través de estas páginas encontrarán una propuesta interpretativa y, junto con ella, una cantidad importante de huellas que seguir para profundizar tantos temas que quedan abiertos. Creo que en las historias del extremo sur americano, como en las de tantos otros territorios que son objeto del colonialismo más reciente, se encuentran claves que podrían permitir frenar aunque sea en parte la cuesta abajo en la rodada del género humano. El autor es generoso, también, al dejar muchas puertas entreabiertas para la entrada de nuevos y nuevas autoras a descorrer sus velos. Porque no hay historia definitiva, porque es posible, aún, que la historia continúe.

Busto Menéndez arrojado a los pies del monumento a Magallanes, Punta Arenas, noviembre 2019


4 de mayo de 2019

"Entre dos mundos. Pasado y presente de los habitantes Selk'nam-Haush de Tierra del Fuego", de Margarita Maldonado


   Hoy les recomendamos la lectura de un libro imprescindible, escrito por una mujer originaria de Tierra del Fuego, Margarita Maldonado. Se titula "Entre dos mundos. Pasado y presente de los habitantes Selk'nam-Haush de Tierra del Fuego" y acaba de reeditarse por Editora Cultural de Tierra del Fuego. Esta obra incluye interesantes fotografías sobre las costumbres y tradiciones del pueblo Selk'nam. Desde las famosas representaciones de la ceremonia del Hain que inmortalizó Gusinde en 1923, hasta ilustraciones actuales de los diferentes ornamentos utilizados por los Selk'nam y fabricados con piel de guanaco, plumas de pájaros o caparazones de caracoles.         
   También contiene una explicación y el significado de las pinturas faciales, de gran complejidad y enorme simbolismo. Margarita Maldonado es además una reputada artesana que organiza talleres de cestería y que ha volcado en el libro sus ancestrales conocimientos. Está disponible en la Feria del Libro de Buenos Aires. Entre tanto les invitamos a leer uno de los prólogos que tuve el privilegio de escribir para la nueva edición.

Prólogo “Entre dos mundos”, de Margarita Maldonado

Karukinká es la gran isla del extremo más austral de América, la mítica Tierra del Fuego a la que los navegantes europeos llamaron así “por haber visto en ella los primeros que pasaron por este estrecho muchos humos y fuegos de la gran gente que la habitan”. Esa “gran gente”, a la que se refería así en 1580 el cronista Alonso de Ovalle, son los Selk’nam. Dos sílabas de gran fuerza sonora para evocar el nombre de un pueblo de leyenda que deslumbró a los viajeros y exploradores por su elevada altura y su gran complexión física.
      Dueños desde hace miles de años de un extenso territorio comprendido entre el estrecho de Magallanes y el canal Onashaga, que les separaba del país de sus vecinos yaganes. Perfectamente adaptados a un clima riguroso caracterizado por el viento, el frío y la nieve, los selk’nam tradicionales recorrían sus “haruwen” o territorios de caza en pos del escurridizo guanaco, al que abatían con arco y flechas. Se alimentaban de su carne, usaban su piel como abrigo y empleaban otras partes del animal para confeccionar sus utensilios domésticos. Vivían en una sociedad muy igualitaria, con tendencia a compartir con los demás los alimentos de los que disponían. Los ancianos, que eran cuidados y respetados por toda la sociedad, se convertían en depositarios de la sabiduría de su pueblo, gracias a su experiencia y vivencias. Los niños y niñas selk’nam crecían siempre en torno a sus progenitores; si el padre les mostraba los rudimentos de la caza del guanaco, la madre les transmitía las enseñanzas primordiales para desenvolverse en la vida. La mujer tenía un papel protagonista puesto que se ocupaba tanto de trasladar todos los enseres para la construcción de la choza, como de la recolección de frutos y bayas en los bosques y de mariscos y peces en las playas. Tareas esenciales en tiempos en los que el guanaco escaseaba, y que lograban asegurar la supervivencia de toda la familia.
La autora en Cabo Espíritu Santo, Tierra del Fuego

      En la gran isla existía otro pueblo de cazadores nómadas, los haush, que habitaban el extremo sudoriental, en la actual península Mitre. Emparentados con los selk’nam, tenían muchos rasgos y costumbres en común. Sin embargo, los haush, debido a su hábitat costero, estaban mucho más orientados a aprovechar los recursos del mar. Así, además de las pieles de guanaco, aprovechaban pieles de lobo marino cuyas colonias eran muy abundantes antes de la llegada de los barcos loberos. Los haush eran expertos pescadores. Los hombres se sumergían hasta la barbilla con una red hecha de tendones de guanaco y, al retirarse hacia la costa, la sacaban llena de pescados. Las mujeres utilizaban un palo muy flexible en el que colocaban en el extremo un trozo de barba de ballena con un nudo corredizo, con lo que podían atrapar los peces sin anzuelo de forma muy inteligente.
      Y es precisamente una mujer de doble ascendencia, selk’nam y haush, Margarita Maldonado, la autora de este libro que tienen entre sus manos y que presenta ahora su 2ª edición. Por medio de interesantes y variadas fotografías, la obra ilustra las costumbres y ceremonias selk’nam y haush. En sus páginas vamos a encontrar la imágenes de la famosa ceremonia del Hain documentada por el sacerdote Martin Gusinde y que tuvo lugar en Laguna Pescado en 1923. Aunque hoy sabemos que las fotografías fueron preparadas, estas imágenes tienen un valor incalculable y nos hablan de la complejidad de la mitología y tradiciones de este pueblo. En palabras del antropólogo Ernesto Piana, el trabajo de Gusinde es "un escalón insoslayable para quien debe mirar más lejos". Y así Margarita Maldonado va más allá y realiza una meticulosa descripción del rito selk’nam, retratando con mucho detalle a cada uno de los espíritus que participan en él. Más aún, la autora junto a miembros de su comunidad, realizan una reconstrucción de las máscaras que sus ancestros utilizaban en el ceremonial, usando para ello las pinturas ocre, negro o blanco obtenidas de la tierra de forma natural, y ofrecen una explicación del significado de esas pinturas faciales, de enorme simbolismo.
Mujeres selk'nam recolectando moluscos en la playa, Alberto M. De Agostini

      Uno de los apartados más originales del libro tiene que ver con la inclusión de una “Guía práctica de cestería”, artesanía en la que son maestros los pueblos autóctonos de Patagonia y Tierra del Fuego y que la autora nos muestra paso a paso. También hay que destacar el capítulo de ornamentación, donde se recuperan los nombres originarios para describir los adornos, utensilios y otros objetos realizados por los selk’nam, con pieles de guanaco, plumas de pájaros y caparazones de caracoles. Cabe recordar aquí que la “Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas”, que fue adoptada en 2007 en Nueva York con los votos favorables de 143 países, incluyendo tanto a Argentina como Chile, establece en su artículo 13 el “derecho a revitalizar, utilizar, fomentar y transmitir a las generaciones futuras sus historias, idiomas, tradiciones orales, filosofías, sistemas de escritura y literaturas, y a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas, así como a mantenerlos”. Como estableció la doctora de la Universidad de Estocolmo Débora Rottenberg "en el hecho de imponer un nombre a lo que ya lo tenía hay un intento de avasallar a los sujetos cuyo saber se está negando”. Es por tanto de destacar el aporte de Maldonado a la recuperación de todos los nombres originarios y en devolver el protagonismo a sus antepasados, que tan magistralmente supieron adaptarse a una naturaliza agreste y a una climatología adversa.
      Este libro incorpora el subtítulo “Pasado y presente de los habitantes Selk’nam-Haush de Tierra del Fuego”, elegido intencionadamente por la autora para poner de relieve la pervivencia de ambos pueblos a través de sus descendientes actuales. Es importante insistir en que la violencia soportada por los habitantes de Tierra del Fuego –asesinatos, persecuciones, deportaciones, etc.-, especialmente a partir de la ocupación de sus tierras por parte de los empresarios ganaderos, no significó en ningún caso la extinción de los selk’nam. Maldonado se rebela contra la teoría del “último selk’nam”, muchas veces difundida de manera interesada para negarles sus derechos a los selk’nam actuales.


Familias selk'nam al modo tradicional en 1902, William S. Barclay

      Los documentos y los testimonios nos permiten hoy reconstruir todo el violento proceso contra los selk’nam de Tierra del Fuego. En una primera etapa, a partir de 1885, los selk’nam se enfrentaron a los invasores de su territorio, diezmando las majadas de ovejas, rompiendo las alambradas e incluso atacando a los empleados de las sociedades ganaderas. Sin embargo, las partidas de cazadores a caballo, el despliegue policial por toda la isla y la tremenda superioridad de las armas de fuego, terminaron con la resistencia de los habitantes originarios de la isla que, en su mayor parte, fueron deportados a isla Dawson de donde nunca regresarían. A partir de entonces, los sobrevivientes desarrollan toda una elaborada estrategia que les permitirá la supervivencia como pueblo. Mujeres y niños se refugiaron en la misión de Río Grande, el único lugar donde encontraron cobijo y donde estaban relativamente a salvo de las balas de los ganaderos. Familias enteras se retiraron al interior de la isla, en los alrededores del lago Kami, donde pudieron mantener sus costumbres y tradiciones. Al fin, se produjo un lento proceso de asimilación; los hombres se incorporaron al trabajo ganadero en algunas estancias, sobresaliendo como campañistas o domadores, y las mujeres se emplearon en la servidumbre doméstica.
      Con el paso de los años, los descendientes pasaron de esconder o disimular sus orígenes a mostrarse públicamente orgullosos de su pertenencia selk’nam. Y hoy sus comunidades realizan un importante trabajo de difusión de su cultura e historia. Este libro, “Entre dos mundos. Pasado y presente de los habitantes Selk’nam-Haush de Tierra del Fuego”, es una excelente prueba de ello y supone un importante aporte al conocimiento de este pueblo. En palabras de la propia autora “busco dejar mi legado cultural a las futuras generaciones, a los que llevamos la misma sangre, a los que hoy podemos decir esta es nuestra identidad”. Les invito a leer esta obra, donde se escucha de manera nítida la voz selk’nam-haush,  la voz de Margarita Maldonado.

José Luis Alonso Marchante, autor “Menéndez, rey de la Patagonia”