Un grupo de historiadores chilenos exigen al Estado de Chile el reconocimiento del genocidio selk'nam, una petición que puede ser firmada en Change. Al final del documento aparecen las primeras adhesiones.
Los y las abajo firmantes, demandamos el
reconocimiento del genocidio selknam por parte del Estado y el inicio de un
proceso de reparación histórica que incluya la erección de un memorial, la
repatriación de los cuerpos de los selknam deportados, y la dignificación de la
memoria de las víctimas de la colonización.
En 1885 Argentina y Chile comenzaron la colonización
de la Tierra del Fuego a través de la entrega de concesiones ganaderas sobre un
territorio hasta entonces independiente. Los estados desconocieron la soberanía
selknam, basándose en las ficciones jurídicas del Imperio Español, y
favorecieron los intereses de los capitales alemanes y británicos para expandir
las ovejas que ya ocupaban Malvinas y Patagonia continental. Los selknam
resistieron a la colonización atacando los rebaños y destruyendo las alambradas
que comenzaban a dividir su territorio. Estancieros y administradores
organizaron partidas de hombres armados para asesinar y capturar a los
indígenas, como queda demostrado en numerosa documentación administrativa,
judicial, empresarial y testimonial; la mayoría de los y las sobrevivientes
enfrentaron la deportación a las misiones salesianas en Río Grande e Isla
Dawson, tentativa de sedentarización y aculturación forzada que produjo su
muerte, situación ampliamente documentada. Algunos sobrevivientes, especialmente
niños y niñas, fueron apropiados para el servicio doméstico, como
esclavas sexuales, o debieron asimilarse al trabajo ganadero. De ello también
existe documentación, aunque más fragmentada. Como resultado de estos procesos
adoptados por acuerdo entre estancieros, primero, entre sacerdotes salesianos y
empresarios ganaderos, luego, casi siempre con la colaboración de autoridades
de los estados chileno y argentino, en menos de dos décadas millones de ovejas
pastaban sobre el espacio fueguino, vaciado de su población originaria. Ello
estableció de manera permanente la soberanía argentina y chilena sobre la isla.
De acuerdo con la Convención para la Prevención y la
Sanción del Delito de Genocidio de las Naciones Unidas (1948), “se entiende por
genocidio cualquiera de los actos […] perpetrados con la intención de destruir,
total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como
tal”, entre ellos la “matanza de miembros del grupo”, la “lesión grave a la
integridad física o mental de los miembros del grupo”, el “sometimiento
intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su
destrucción física, total o parcial”, y el traslado por fuerza de niños del
grupo a otro grupo”. Dado que todos estos actos se produjeron contra el
pueblo selknam es imprescindible reconocer oficialmente el genocidio, esto es,
“la destrucción física intencional de un grupo social completo o la
aniquilación de una parte tan significativa de ese grupo de la que resulte que
no continúe siendo capaz de reproducirse biológica y
cultural”. Por último, cabe insistir en que
se trató de un proceso planificado y sistemático, decidido en
reuniones de las que ha quedado registro.
El reconocimiento del genocidio selknam y aonikenk
(tehuelche del sur) por parte del Estado chileno fue planteado en 2007, cuando
el entonces senador por Magallanes Pedro Muñoz presentó una moción que ha sido
discutida en las comisiones de cultura del Senado y de la Cámara de Diputados. En la primera se debatió el tema, haciéndose referencia al Informe de la
Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas (2003,
2008), que definió como genocida la ocupación de Patagonia austral y Tierra del
Fuego. Sin embargo, “Los Honorables Senadores señores [Andrés] Chadwick y
[Mariano] Ruiz-Esquide plantearon reemplazar el término ‘genocidio’ por
‘extinción’, dadas las consecuencias que se podrían generar para el Estado”, lo
que fue respaldado por el senador Cantero. Sin discutir el fondo de la cuestión
y por unanimidad, lo mismo que en la sala, se aprobó reconocer “la extinción de
las etnias”. Pasado el proyecto a la Comisión de Educación de la Cámara de
Diputados, se resolvió utilizar el concepto de genocidio.5 En plenario, los
diputados Giovanni Calderón (UDI) y Jorge Sabag (DC) se opusieron al
reconocimiento del genocidio, “pues el delito […] no prescribe y puede
derivar en indemnizaciones a las víctimas”. Desde entonces, el proyecto de ley
permanece, sin urgencia, en trámite.
Dado lo anteriormente señalado, consideramos
imprescindible el reconocimiento del Estado y los gobiernos locales del
genocidio selknam, y proponemos la construcción de un Memorial en Tierra del
Fuego, en el que puedan ser enterradas las víctimas de las políticas de deportación
y exterminio. La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Pueblos Indígenas, firmada por Chile en 2007, establece que “los pueblos
indígenas tienen derecho a […] obtener la repatriación de sus restos humanos”,
y que “los Estados procurarán facilitar el acceso y/o la repatriación de
objetos de culto y de restos humanos que posean mediante mecanismos justos,
transparentes y eficaces”. Por ello, las autoridades del Estado de Chile deben
arbitrar las medidas para que los cuerpos profanados y exhibidos en museos, o
depositados en instituciones locales, nacionales o extranjeras puedan
finalmente reposar dignamente en la que fuera su tierra. Asimismo, y dado que
la Declaración firmada por el Estado establece que “los pueblos indígenas tienen
derecho a que la dignidad y diversidad de sus culturas, tradiciones, historias
y aspiraciones queden debidamente reflejadas en la educación y la información
pública”, deberán ejecutarse medidas que eviten la naturalización del
exterminio en nombre del “progreso”, entre ellas, la apertura de un diálogo
social amplio sobre los símbolos y efemérides magallánicas.
Esperamos que la presente solicitud ciudadana siga un
curso exitoso, respondiendo a la necesidad de hacer un mínimo de justicia
histórica con las víctimas, rescatar su memoria, reparar aunque sea
parcialmente a sus descendientes, e incorporar su historia en los planes de
estudio y las políticas de la identidad a nivel local, regional y nacional.
Sólo de esta manera será posible proyectarnos como comunidades regionales
y estatales reconciliadas con un pasado diverso y complejo, construyendo un
presente más justo para los pueblos originarios y las sociedades construidas
sobre su destrucción, silenciamiento y/o marginación.
Redactores:
José Luis
Alonso Marchante, escritor. Madrid, España.
Nicolás Gómez
Baeza, profesor de Historia e historiador. Punta Arenas y Santiago, Chile.
Alberto
Harambour Ross, historiador. Punta Arenas y Santiago, Chile.
Primeras firmas:
Paulette
Alejandra Aguilera Salazar, Historiadora, Santiago de Chile
Ramón
Arriagada, escritor y sociólogo, Puerto Natales.
Christian
Báez, historiador, Santiago.
Jorge
Baradit, escritor, Santiago.
Ernesto
Bohoslavsky, historiador UNGS/CONICET, Buenos Aires.
Gabriel
Boric, diputado, Magallanes.
Ljuba Vesna
Boric Bargetto, Candidata a Doctora en Historia USACH, Santiago de Chile
Natalia
Braidot, historiadora del Arte y profesora, Madrid.
Cristian
Javier Cañete Leal, Presidente agrupación Memorias en el Viento. Punta Arenas,
Chile.
Léonard
Chemineau, dibujante, París.
Rafael
Cheuquelaf Bradasic, periodista y músico Lluvia Ácida, Punta Arenas.
Roberto
Cortes, estudiante de posgrado en Historia, Universidad Católica de Valparaíso.
Gustavo
Alejandro De la Barra Riquelme, Geógrafo, Licenciado en Geografía, Punta
Arenas.
Walter Mario
Delrio, docente/investigador, CONICET/Universidad Nacional de Rio Negro.
Nolberto
Díaz, vicepresidente CUT, Tierra del Fuego.
Francisca
Carolina Díaz Zúñiga. Candidata a Magister en Historia USACH. Santiago de
Chile.
Gabriel Di
Meglio, historiador, CONICET / UBA
Sanja Durin,
antropóloga, Institute of Ethnology and Folklore, Zagreb.
Javier
Figueroa Ortiz, Universidad Central de Chile.
Mario Garcés
Durán, Académico Universidad de Santiago de Chile y Director de ECO
Educación y Comunicaciones, Santiago de Chile
Marcelo
Garrido, geógrafo, Vicerrector U. Academia de Humanismo Cristiano.
Igor Goicovic
Donoso, historiador de la Universidad de Santiago de Chile, Santiago de Chile.
Rodrigo
González Vivar, profesor e investigador, Instituto de la Patagonia.
Sergio Grez
Toso, historiador, Universidad de Chile
Verónica
Grondona Olmi, investigadora Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires.
Jessabel
Guamán Flores, historiadora. La Serena, Chile
Luis Milton
Ibarra Philemon, Archivo Histórico Municipal y Comisión por la Memoria Huelgas
1921, Calafate.
Sergio
Infante R., poeta y profesor universitario, Estocolmo.
Xochitl
Inostroza Ponce, etnohistoriadora, Universidad de Chile-UMCE.
Mirta Leyes,
pintora y profesora, Mercedes.
Marcelo E.
Loyola Avilés, historiador. Santiago, Chile.
Luis Alberto
Mancilla, profesor y escritor, Castro.
Ivette
Martínez M., Profesora, Caleta María.
Dante Montiel
Vera, profesor de Estado e historiador, Castro.
Mario Isidro
Moreno, escritor, Punta Arenas.
Omar Moya,
programador, Santiago.
Cristina
Moyano Barahona, historiadora Universidad de Santiago de Chile, Santiago de
Chile.
Alexis
Nolent, escritor y guionista, París.
Yerko
Obilinovic, periodista, Punta Arenas.
Pavel Oyarzún
Díaz, escritor, Punta Arenas.
Pedro Pacheco
A., docente, Universidad Viña del Mar.
Fernando
Pairican, Historiador, docente Universidad de Santiago de Chile.
Pedro
Pacheco, docente Universidad Viña del Mar.
Marisol Palma
Behnke, historiadora, Universidad Alberto Hurtado
Pilar Pérez,
docente-investigadora, IIDYPCA-UNRN-CONICET, Argentina
Julio Pinto
V, historiador, Universidad de Santiago de Chile.
Alfredo
Prieto Iglesias, arqueólogo, Universidad de Magallanes, Puerto Natales.
Loreto Quiroz
Rojas, abogada, Universidad de Chile.
Javier
Eduardo Rivas Rodríguez, Académico U del Desarrollo y USACH. Santiago de Chile.
Alfons
Rodríguez, fotoperiodista, Barcelona.
Federico
Rodríguez, escritor y profesor, Río Grande.
Manuel Luis Rodríguez,
sociólogo y cientista político, Punta Arenas.
Mariela Eva
Rodríguez, CONICET/UBA/ FLACSO-Argentina.
Enrique Hugo
Mases, historiador. Director GEHiSo, Universidad Nacional del Comahue.
Pablo Navas,
Profesor, Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Río Gallegos.
Laura Pomerantz,
doctora en Historia del Arte, Buenos Aires.
Mario A.
Rivera, profesor titular Universidad de Magallanes, Punta Arenas.
Camila Rojas,
presidenta Federación Estudiantes Universidad Chile, Santiago.
Catalina
Saavedra Pérez, actriz, Santiago.
Camilo A.
Santibáñez Rebolledo, profesor de Historia e historiador, Santiago de Chile.
Paula Tikay
Ferrer, artista, Santiago.
Stefanie
Torrejón Vásquez, historiadora, Archivo Nacional de la Administración,
Santiago.
Jaime
Valenzuela M., Profesor Titular, Historia, Pontificia Universidad Católica de
Chile.
Cristian
Valle Celedón, realizador audiovisual, Punta Arenas.
Marcelo
Valko, escritor y profesor, Buenos Aires.
Orlando
Vargas Oyarzún, ingeniero comercial, Punta Arenas.
Bernardo
Veksler, periodista y escritor, Buenos Aires.
Pablo
Venegas, psicólogo, Rector Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Mauricio
Webel, periodista, Santiago.