A fines del siglo XIX, el pueblo selk'nam que habitaba la isla grande de Tierra del Fuego tenía una población estimada en unas 4.000 personas. Era una sociedad de cazadores-recolectores, cuya alimentación giraba entorno a la caza del guanaco, con una compleja espiritualidad en la que destacaba la ceremonia del Hain y que llevaban viviendo en el mismo lugar desde hacía unos diez mil años, en una perfecta adaptación al medio climático que les rodeaba.
Familia Selk'nam, según óleo de Charles W. Furlong |
Sin embargo, a partir de la instalación de estancias ganaderas por parte de un puñado de privilegiados terratenientes, los selk'nam van a ser borrados prácticamente de la faz de su territorio. Solo quedarán unos pocos supervivientes, que deberán renunciar a su modo de vida nómada e integrarse en la sociedad que los extermina a través del mestizaje. Hoy sabemos que este genocidio no fue producto de escaramuzas aisladas entre indígenas y colonizadores ni de violentos encuentros con buscadores de oro sino que, por el contrario, fue diseñado concienzudamente por los dueños de las estancias, contando con la necesaria colaboración de las autoridades políticas, que se plegaron siempre al mandato de los estancieros, y de las autoridades eclesiásticas, que participaron en un macabro negocio que hoy cubre a las misiones de ignominia.
Compartimos aquí un documento suficientemente revelador. Se trata de un informe de Manuel Señoret, gobernador de Magallanes entre 1892 y 1897, en el que prepara una "cacería de indios" a gran escala. Señoret reconoce que la instalación de las ovejas en Tierra del Fuego ha supuesto la desaparición del alimento tradicional de los selk'nam, el guanaco y el cururo, lo que lleva a los indígenas a la necesidad de alimentarse con esas ovejas. Por esta razón son perseguidos por los empleados de las estancias que, curiosamente, solo capturaban mujeres y niños. Como principal autoridad del territorio, el gobernador Señoret llega a la conclusión de que es necesario tomar una medida "equitativa y humanitaria". Lo que sorprende es que las acciones que se llevaron a cabo a partir de entonces, lejos de proteger a los selk'nam, supondrán su final como pueblo. Hombres, mujeres y niños serán cazados como animales salvajes y trasladados forzosamente a la misión salesiana de isla Dawson, de donde jamás podrán escapar. Tan solo unos años después, todos estarán muertos y sus tierras ocupadas, casi exclusivamente, por millones y millones de ovejas.
TRANSCRIPCIÓN:
TRANSCRIPCIÓN:
Oficio n.º 516, Punta Arenas, Octubre 8 de 1894
En nota nº. 302 de 16 de junio último tuvo el honor de decir a V.S. lo
siguiente:
“En estos días han sido conducidos a la colonia por una goleta un
grupo de ocho indios onas, un hombre, tres mujeres y cuatro niños de corta
edad. Pertenecían a una partida que en número de cincuenta, más o menos, fue
sorprendida por dos ovejeros de la Compañía Explotadora de la Tierra del Fuego
en el momento que se ocupaban de robar ovejas. Todos los demás se fugaron.
El suceso tuvo lugar hacia el fondo de Bahía Inútil donde acaba de
establecerse la mencionada compañía.
No tengo hasta ahora motivo para establecer que los hechos se hayan
desarrollado de otra manera que como los dejo narrados y como los narra el
administrador de la Bahía Inútil, pero nace naturalmente la duda de si habrá
habido un combate y si muchos indios no habrán pagado con su vida el intento de
proporcionarse alimento en esta inclemente estación y en aquellos parajes donde
hasta el año pasado encontraba el indígena el guanaco y al cururo, de cuya caza
ha siempre vivido. Por de pronto se hace una investigación que dará luz sobre
estos hechos, pero en todo caso creo de mi deber solicitar del Gobierno alguna
resolución que evite en lo sucesivo la ocasión de encuentros sangrientos entre
el hacendado que cuida y defiende su propiedad y el indio, que desde su punto
de vista y su estado de barbarie, considera legítimo matar y alimentarse con el
ganado que pace en las pampas donde antes cazaba el guanaco.
Es un hecho que en la multiplicación de las haciendas y los alambrados
se ha reducido a los más estrechos límites el territorio que antes
proporcionaba la vida y caza a los indígenas. El guanaco tiende a desaparecer
como así mismo el cururo y es por lo tanto natural que los indios tropiezan con
las mayores dificultades para obtener la suficiente carne para su alimentación.
Me parece que sería equitativo y humanitario arbitrar los medios de
reemplazarlos lo que paulatinamente se les ha ido quitando. Dejarles el pedazo
de territorio que hoy ocupan sería mantenerlos en las mismas condiciones en que
hoy se encuentran; subsistirían los mismos inconvenientes y peligros, y
apartaríamos del movimiento general del progreso del territorio una sección
importante y aprovechable para la civilización y las industrias.
Los indios de que trato, que son los onas, se han mostrado hasta ahora
refractarios a la civilización y a la influencia de los padres salesianos. No
creo que las misiones entre ellos, en el territorio que ocupan, obtuvieran
resultado alguno y estimo, de acuerdo con Monseñor Fagnano, superior de la
misión salesiana, que la medida más eficaz y prudente sería recogerlos y
trasladarlos todos a la isla Dawson. Imposibilitados así para hacer mal,
obligados por su ignorancia de la navegación a permanecer en la isla y a
recibir de los padres salesianos su alimentación, irían poco a poco
penetrándose de las ventajas de la civilización y adquiriendo hábitos de
trabajo y de cultura de que ahora carecen por completo; no pasaría mucho tiempo
sin que fuera posible darles parcialmente entera libertad para fijarse en otros
puntos del territorio y llegar a ser miembros útiles de la comunidad.
Almirante Manuel Señoret Astaburuaga |
La medida que propongo es de rápida y económica ejecución y tendría la ventaja de resolver de una vez el problema. Se calcula que el número de indígenas de la Tierra del Fuego llegue a 1.500 apróximadamente. Bastaría para recogerlos una partida de caballería de 30 a 50 individuos y un escampavía que los fuera trasladando a Dawson a medida que se iban reuniendo y en el próximo invierno todos los onas estarían en la isla Dawson.
Respecto a los ocho traídos por la goleta “Ripling Wawe” me he puesto
ya de acuerdo con Monseñor Fagnano para que queden en la isla Dawson”.
Lo comunico a V.S. en contestación a su nota nº. 2543 de 3 de
setiembre pasado.
Dios guarde a V.S.