Las expediciones de Martín Gusinde a Tierra del
Fuego
Martín
Gusinde (1886-1969) fue un etnólogo y sacerdote alemán que realizó varias expediciones a
Tierra del Fuego con fines antropológicos, transmitiéndonos un valioso legado de fotografías y documentos. Aunque sus métodos serían considerados hoy día como "invasivos", su irremplazable trabajo nos permite conocer muchas de las costumbres y tradiciones de estos pueblos, sobre todo en relación con su espiritualidad.
El resultado de sus investigaciones, escrito por él mismo, vio la luz en diversos números de la revista “Publicaciones del Museo de Antropología y Etnología de Chile”. En este apartado desarrollaremos un trabajo de análisis de esos textos, que nos permite conocer el itinerario seguido por Gusinde, dividido en los cuatro viajes realizados a Tierra del Fuego.
El resultado de sus investigaciones, escrito por él mismo, vio la luz en diversos números de la revista “Publicaciones del Museo de Antropología y Etnología de Chile”. En este apartado desarrollaremos un trabajo de análisis de esos textos, que nos permite conocer el itinerario seguido por Gusinde, dividido en los cuatro viajes realizados a Tierra del Fuego.
I Expedición a la Tierra del Fuego (diciembre 1918-marzo 1919)
Comisionado
por el Museo de Antropología y Etnología de Chile, Gusinde expresa, en el
primer párrafo, las razones que le llevaron a realizar dicha expedición: "Cuestiones
dudosas necesitaban con urgencia ser rectificadas con una sólida argumentación
y, finalmente, urgía suplir una sensible falta de datos con indicaciones y
argumentos de verdadera importancia y de imprescindible necesidad para
contribuir a formar un cuadro más o menos completo de la antropología,
etnología y lengua de las cuatro razas fueguinas: Alakaluf (Kawésqar), Ona (Selk’nam),
Haush y Yámana (Yaghanes) [1].
Comenzó
el viaje de Santiago de Chile a Valparaíso donde embarcó en el vapor “Magallanes”,
de la compañía naviera Braun & Blanchard, arribando al puerto de Punta
Arenas en la mañana del 20 de diciembre de 1918. Fue recibido por el obispo Abrahám Aguilera,
vicario apostólico de Magallanes, y por el gobernador del Territorio de
Magallanes, coronel Luis Contreras Sotomayor.
Ángela Loij, selk'nam, 1923 |
Visitó
en primer lugar la isla Dawson, donde su ubicó la Misión Salesiana de San
Rafael, fundada por Giuseppe Fagnano en 1890. Inicialmente albergó indígenas kawésqar y más
tarde, entre 1894 y 1898, ochocientos selk’nam trasladados forzosamente a
instancias de las compañías ganaderas desde la isla grande de Tierra del
Fuego. El objetivo de los salesianos era
“civilizar” a los indios a través de la catequesis, la instrucción primaria y
el trabajo. Bien al contrario, la
mayoría falleció rápidamente como consecuencia del desarraigo, la inactividad y
las enfermedades que allí contrajeron (neumonía, tuberculosis, sarampión y
sífilis [2]). Al morir los indígenas, la misión fue
abandonada en 1912 siendo los edificios y los terrenos adquiridos por la
Sociedad Ganadera Gente Grande. Gusinde
se dedicó a excavar el cementerio, desenterrando varios cráneos y algún
esqueleto completo de los indígenas.
De vuelta a Punta Arenas, Martín Gusinde embarcó en
el vapor “Alfonso” perteneciente a la compañía Menéndez-Behety con destino a la
población de Río Grande, en la parte argentina de la isla grande de Tierra del
Fuego, adonde arribó el 19 de enero de 1919.
A unos diez kilómetros se encontraba la Misión Salesiana Nuestra Señora
de la Candelaria, fundada en noviembre de 1893 por el padre Giuseppe María
Beauvoir [3] por orden de
monseñor Fagnano. De los
setecientos selk’nam que fueron recluidos en dicho emplazamiento a lo
largo de veinte años, Gusinde sólo encontró siete supervivientes. Sus excavaciones en el cementerio de Río
Grande no obtuvieron resultados porque, según asegura el sacerdote verbita "junto con los indios, fueron también
enterrados allí, sin orden alguno, aquellos civilizados que morían en los
alrededores".
Se trasladó al asentamiento de indios selk’nam de
Río del Fuego, atendido por el padre Juan Zenone. Conocido como Misión Santa Inés e instalado
en 1907 en la estancia Viamonte, propiedad de los hijos del reverendo anglicano
Thomas Bridges, se trataba en realidad de una misión volante dependiente de la
de Río Grande. En su estadía allí,
Gusinde, con la ayuda del salesiano italiano, estudió el vocabulario, las
reglas gramaticales y la fonética de los indígenas, además de sus creencias y
costumbres. También llevó a cabo
mediciones antropológicas de los indígenas que allí encontró, que totalizaban
doscientos dieciséis individuos. Gusinde
documenta gráficamente la primera la ceremonia selk’nam del “klóketen” o rito de
iniciación a la edad adulta.
Halimink, maestro de ceremonias del Hain, 1923 |
Martin Gusinde también visitó la zona del lago Kakenchow, que significa en lengua local "agua grande", donde los últimos selk'nam que vivían según su modo tradicional habían establecido un campamento al pie del monte Hewhepen. En el momento de la visita, habitaban el lugar
trece adultos y diecinueve niños. Gusinde reflexiona entonces sobre las razones que llevaron a la casi
extinción de la población selk’nam de Tierra del Fuego, desechando las
enfermedades como única causa de la mortandad y concluyendo que "la adquisición
por fuerza y el robo del terreno, invadido y ocupado por los civilizados, quitó
a los indios todo medio de subsistencia", para continuar y "si el pobre lanzado
huía refugiándose a otra parte, allí le esperaba la muerte segura por la bala
de los blancos. A tan bajo nivel llegó la codicia y la inhumanidad del hombre
civilizado, que las cabezas de los indios constituían muy a menudo para el un
artículo de comercio; pues, el ladino comerciante pagaba al asesino una libra
esterlina y vendía después el cráneo al museo de Londres por cuatro libras…
¡espléndida ganancia en números redondos! El codicioso estanciero que quería limpiar su campo, pagaba la misma
suma por un par de orejas humanas, como proporcionó igualmente la estricnina
para envenenar grupos enteros de inocentes indígenas".
En los alrededores del lago Gusinde encontró a uno de los tres
únicos supervivientes de la tribu Haush, reflexionando sobre las características
que los diferencian de los selk'nam. Posteriormente, se desplaza hasta la población de Ushuaia donde localizó
a ocho indígenas de origen yámana sobre las que no realizó estudios antropológicos
por su carácter mestizo.
Sobre
los yámana, Gusinde escribe de sus costumbres y su antigua ubicación y hace una
estimación del número de individuos antes de la llegada de los colonizadores,
que establece en tres mil para el año 1870. En 1884, según el pastor anglicano Thomas Bridges [4], los yámana se habían reducido a menos
de mil individuos que, en marzo del año siguiente, fueron diezmados por una
epidemia de sarampión que situó la cifra en la mitad. Gusinde hace un recuento de los
sobrevivientes en 1919 y fija la cifra en cien yámanas.
Gusinde con sus informantes yámanas (fotografía coloreado por Carlos A. Villarroel) |
Los
yámana eran nómadas canoeros que recorrían los canales cazando focas y cetáceos
y buscando moluscos y peces, lo que constituía su alimentación. La acción evangelizadora recayó sobre los
misioneros anglicanos de la South American Missionary Society, con sede en las
islas Malvinas. Desde allí realizaron
varias expediciones para tomar contacto con los indígenas, fundando en 1869 la
misión de Ushuaia, que tuvieron que abandonar al convertir el gobierno
argentino dicha población en capital de la Gobernación de Tierra del
Fuego. Trasladados a la misión de
Tekénika, al sur de la península de Pasteur en la isla Hoste, tiempo después
cambiaron su ubicación a bahía Douglas, en la costa oeste de isla Navarino,
donde finalmente fue clausurada al haber fallecido la mayoría de los indígenas. Será el reverendo Lawrence, instalado en Punta
Remolino al norte de la isla Navarino cruzando el canal Beagle, donde los últimos yámanas nómadas pasan algunas temporadas, quien ilustre a Gusinde sobre las
costumbres de este pueblo.
Sin tiempo ni recursos para poder estudiar a los kawésqar, que habitaban los canales al norte del estrecho de Magallanes hasta el golfo de Penas, Gusinde regresó a Ushuaia y de allí a
Punta Arenas, arribando finalmente a Santiago de Chile el 30 de marzo de 1919.
II Expedición a la Tierra del Fuego (diciembre 1919-marzo 1920)
Gusinde obtiene una nueva subvención del Museo de Antropología y Etnología de Chile y emprende un segundo viaje a Tierra del Fuego. El objetivo de esta expedición es estudiar detenidamente las costumbres de los indios yámanas, que tradicionalmente había sido un pueblo nómada canoero. Tras la invasión de su territorio por los colonizadores, el grupo que pretende estudiar Gusinde acude durante la temporada de la esquila a la estancia de Carlos Crooke, secretario del consulado español de Punta Arenas y propietario de una hacienda en bahía Douglas, en la costa oeste de la isla Navarino, en el lugar donde antiguamente se encontraba la misión anglicana, en un claro ejemplo de cómo los indígenas pasaban muchas veces de inquilinos de la misión a trabajadores de los estancieros.
En esta ocasión partió el 5 de diciembre de Santiago en dirección a Valparaíso, donde embarcó en el
vapor “Chiloé”, de la compañía Braun & Blanchard, con destino a Punta
Arenas, arribando el 17 de diciembre. Fue recibido por el obispo Aguilera, como en el primer viaje, y por el
gobernador interino de Magallanes Arturo E. Swett.
Choza del Hain, con un koshménk en la parte izquierda |
Enseguida
se embarca en el escampavía “Yelcho” de la Armada de Chile, que partió el 20 de diciembre en dirección
al canal Beagle, llegando dos días después a la estancia del río Douglas y
siendo recibido por el administrador Schilling. Para su desgracia, ningún indígena había acudido ese año a la estancia
para las labores de la esquila de las ovejas, por lo que se dedicó a realizar
excavaciones en el cementerio yámana. No pudo obtener ningún esqueleto para el Museo puesto que, debido a las
especiales características de humedad de la tierra de esa zona, los huesos se
deshacían nada más tocarlos.
Enterado
de que había un grupo de indígenas en Punta Remolino, al sur de la isla grande de
Tierra del Fuego, a 30 kilómetros al este de Ushuaia. Se trasladó a ese lugar el 26 de diciembre siendo recibido, como en el anterior viaje, por
su propietario, el reverendo Lawrence, quien intercedió ante los yámanas para
que aceptaran la presencia entre ellos de Martín Gusinde.
Ganándose
la confianza de los indígenas ("jamás un individuo de raza blanca ha logrado
introducirse en los más íntimo y sagrado de su mitología y tradiciones"),
Gusinde recopiló sus leyendas y creencias. De hecho, según el propio Gusinde, participó en una ceremonia ritual de
paso a la edad madura como uno más de ellos: "resolvieron finalmente admitirme
bajo la condición de entrar como discípulo y de someterme a las prescripciones
de su severo ritual".
En
realidad, parece que, presionados por su patrón, el reverendo Lawrence, y a cambio de algún presente, los yámanas accedieron a representar la ceremonia Chiejaus haciéndole
creer a Gusinde, que para entonces contaba treinta y cuatro años, que estaba
participando en un verdadero ritual indígena. Superadas las duras pruebas a que fue sometido ("solían durar de una a
seis semanas; a nosotros nos tocó permanecer diez días, debido al reducido
número de alumnos"), Gusinde se consideró incorporado a la tribu yámana y obligado a
participar en una segunda etapa de la instrucción, denominada Kina.
Gusinde en la ceremonia yámana del Chiejaus, 1920 |
Al
terminar la representación de la ceremonia, "los indios sintieron la necesidad
de viajar, de forma imperiosa e irresistible, para satisfacer de este modo su temperamento nómada y aventurero". Gusinde, con una elevada opinión de sí mismo, consignó lo impresionados
que se habían quedado los indígenas al conocerlo: "me repetían que se sentían
aliviados en algo por haber conocido antes de su completo exterminio, a un solo
blanco que les dio pruebas efectivas de sentimientos humanitarios y de
sinceridad. Básteme decir que nuestra
despedida fue conmovedora; los indios no cesaban de recomendarme una próxima
vuelta".
El explorador abandonó Punta Remolino el 22 de
enero de 1920, dirigiéndose a caballo a los campamentos que había visitado en
su anterior expedición, en el centro de la isla grande de Tierra del Fuego, ahora en sentido inverso a como lo hizo entonces. En el campamento selk'nam del lago Kakenchow le
informaron que los indios habían salido a guanaquear, mientras que en el de Río
del Fuego fotografió algunos selk'nam, con la ayuda del padre Juan Zenone. En la misión salesiana de La Candelaria en Río Grande no quedaba de los selk'nam más que su cementerio que Gusinde intentó nuevamente excavar ("probé
suerte, escarbando en varios puntos"), sin obtener ningún resultado.
En la estancia Vicuña, ya en territorio chileno,
realizó estudios sobre el perro indígena, que consideró extinguido al ser los
ejemplares existentes un cruce entre el perro salvaje y el galgo europeo. Gusinde anotó entonces una interesante
observación: "el perro salvaje era un peligro para las ovejas, y así ha tenido que desaparecer, aun siendo de
importancia vital para el indio mismo. Era evidente que cualquier amenaza para el ganado, viniera de las
bestias o de los indios, debía ser neutralizada inmediatamente con cualquier
medio disponible".
Gusinde llegó a Porvenir y de ahí pasó a Punta
Arenas. Después de realizar una visita a
la cueva Mylodón en la región de Última Esperanza, invitado por Germán Eberhard,
se embarcó con destino a Santiago adonde llegó el 9 de marzo de 1920.
III Expedición a la Tierra del Fuego
(diciembre 1921-marzo 1922)
Martín
Gusinde emprende su tercer viaje a Tierra del Fuego consciente de la urgencia
con que debe estudiar a los indígenas de la zona, amenazados por la extinción,
y demostrar así lo infundadas de las opiniones que, como las del naturalista
Charles Darwin [5],
calificaron a esos pueblos como "seres intermediarios entre los animales y la
verdadera especie humana (…) dedicados a la antropofagia y sin Dios ni ley en
sus actos". Para Gusinde, las declaraciones de Darwin eran "gratuitas y antojadizas".
Dispuesto,
como en el segundo viaje, a hacer vida común con los indígenas, Gusinde parte en diciembre de 1921 de la capital chilena con destino al sur. En esta ocasión,
dada la crisis financiera que viven las arcas del gobierno chileno y la falta de fondos del Museo Etnológico, será el
arzobispo de Santiago Crescente Errázuriz quien proporcione los medios
económicos necesarios para la expedición.
Mujeres selk'nam, pintadas para la ceremonia Kewánix, 1923 |
Acompañado
del antropólogo Wilhelm Koppers, el 2 de enero de 1922 deja Punta Arenas en
dirección a isla Navarino, a donde arriban tres días más tarde. De nuevo se decanta por estudiar a los yámanas, también llamados yaganes, los indígenas que habitan las islas más australes del continente
americano recorriendo en sus canoas los canales del archipiélago del Cabo de
Hornos. Su objetivo es participar en la Kina, la segunda fase del rito iniciático de la pubertad que comenzó con el Chiejaus dos años antes. Tras
establecer una similitud con el Kloketén de los selk'nam, Gusinde pasa a relatar
los detalles de la Kina.
En
sus informe, Martín Gusinde demuestra la existencia de creencias religiosas
entre los yámanas y su monoteísmo, cuyo ser supremo es Watauinewa, “el
antiquísimo”, al que solicitan auxilio cuando se produce una tempestad o al que
confían a sus seres queridos fallecidos.
Martin Gusinde y Wilhelm Koppers con los yámanas en el Chiejaus, 1922 |
Tras
tres meses entre los yámanas, donde tomó diversas fotografías y consiguió grabar los cantos espirituales, y una corta visita al campamento ona de Río del Fuego,
Gusinde se embarcó en el escampavía “Orompello” en dirección a Punta Arenas, de
donde siguió viaje a Santiago, llegando a la capital chilena el 1 de marzo de
1922.
IV Expedición a la Tierra del Fuego (1923)
Martín
Gusinde regresa nuevamente al sur de Chile para estudiar completar sus estudios
sobre los pueblos indígenas iniciados años antes. Desde Punta Arenas se traslada a Ushuáia y de
ahí a Puerto Mejillones, en el norte de la isla Navarino, lugar de reunión de
los yámanas.
Al
poco tiempo, se reúne en dicha zona medio centenar de indígenas convocados por el
propio Gusinde que apunta que "únicamente se negaron a mi pedido unos seis
individuos de las islas Wollaston, por estar obligados con ciertos pescadores
europeos a trabajar en la caza de nutrias, a modo de esclavos". El sacerdote alemán tiene por objeto, en esta
ocasión, estudiar a los “yékamush”, médicos-hechiceros que gozan de cierta
ascendencia sobre la tribu. Anota que la
mayoría de las tradiciones de los yámanas les han sido transmitidas por los
selk’nam.
Los dos Klóketen iniciados en el Hain de 1923 |
En
abril Gusinde cruza el canal Beagle y se traslada a la isla grande de Tierra
del Fuego para reunirse con los selk’nam del campamento de lago Kakenchow. Critica con dureza a la teoría del
evolucionismo e intenta demostrar la existencia de la propiedad individual
entre los indígenas y del comercio de objetos frente a los que abogaban por la
existencia de una sociedad primitiva comunista. También señala la existencia de un Ser Supremo entre los selk’nam, el
“Temáukl”. Obsérvese la obsesión de
Gusinde por señalar el monoteísmo de los indígenas, religión que él mismo
practicaba en la variante del catolicismo
Sorprendido por el invierno, Gusinde acompañado por
dos guías selk’nam consigue llegar, tras una larga caminata a pie, hasta Puerto
Haberton y de ahí a la estancia de los hermanos Lawrence, en Punta Remolino a
orillas del canal Beagle. Finalmente, el
7 de septiembre arriba a Punta Arenas.
Gusinde hace balance de la situación de ambos pueblos. Con respecto a los yámanas, dice que "vemos, hoy día, reducido el número de esos indios a sólo 70, contando también a algunos mestizos; y habiendo pasado al otro mundo ya todas las personas ancianas, versadas y experimentadas en todo lo que constituye la cultura y el patrimonio peculiar de los yáganes, una investigación científica de esos indígenas sería hoy completamente inútil, ya que no podría llegarse a conclusiones completas y del todo seguras, pues los últimos restos de ese pueblo, en gran mayoría personas jóvenes, ya han olvidado y perdido lo que era su cultura propia y originaria". También dedica un párrafo a los selk'nam de Tierra de Fuego: "Al pasar yo por sus campamentos, su número alcanzaba aún a 274; pero, según noticias recibidas últimamente, la gripe se llevó a la tumba varias personas en la primavera pasada. En atención a esto, considero una rara fortuna haber tenido la oportunidad de estudiar detenidamente a este pueblo y de salvar los tesoros de su idiosincracia para la historia".
Quince días después, ya recuperado, Martín Gusinde emprende la segunda parte de su investigación, centrada en exclusiva sobre los indígenas kawésqar. Embarcado en el escampavía "Piloto Sibbald" se dirige a Puerto Ramírez en la península Muñoz Gamero, donde pudo entrar en contacto con unos 40 kawésqar, un gran número que se había reunido para un entierro. Gusinde explica que "cada familia vive aparte de las demás y huye de los civilizados, por haber sido explotados y maltratados impunemente en tantas ocasiones ya".
Como en los casos de yámanas y selk'nam, Gusinde empleó las semanas pasadas con los kawésqar para estudiar sus ceremonias secretas, mitología y religión. Reflexiona sobre su reducido número: "No pasa hoy de 250 individuos entre grandes y chicos. Antes de entrar en contacto con los blancos habían formado una población que alcanzaba probablemente a más de 6.000 personas".
El religioso estudió también el idioma kawésqar, completamente independiente de las lenguas de los otros pueblos, e incluso consiguió establecer tres dialectos diferenciados dentro de la lengua kawésqar. Insiste nuevamente en el monoteísmo de los kawesqar.
Gusinde recopiló muchos objetos de la cultura material kawésqar, además de grabar sus voces, y, como hizo con los indígenas de los otros pueblos, tomó también medidas antropológicas.
Ya hemos visto como, en sus cuatro viajes al extremo más austral de América, Martin Gusinde entró en contacto con selk'nam, kawésqar y yámana, a los que pudo fotografiar y estudiar en sus territorios tradicionales, aunque en un avanzado estado de aculturación debido a la influencia de los colonizadores. Los pueblos originarios recurrían entonces a la autoetnografía, como una estrategia por la que interpretaban para el explorador, en este caso el sacerdote Gusinde, el papel que se necesitaba en ese momento; cazador, guerrero, chamán, etc. Las imágenes artificiales y las representaciones organizadas no restan valor a los documentos gráficos que forman parte ya de la memoria cultural de esos pueblos legendarios. Casi 900 fotografías forman parte del archivo Gusinde depositado en el Anthropos Institute en Sankt Augustin, Alemania.
Un hombre, Martin Gusinde, que siempre denunció con energía las matanzas que acababan de suceder en la Tierra del Fuego: "Se habían esparcido por los poco escrupulosos estancieros y buscadores de oro, una serie de noticias tendenciosas acerca de los fueguinos, con las que querían justificar como legítima defensa sus actos criminales y sus premeditadas matanzas".
Gusinde hace balance de la situación de ambos pueblos. Con respecto a los yámanas, dice que "vemos, hoy día, reducido el número de esos indios a sólo 70, contando también a algunos mestizos; y habiendo pasado al otro mundo ya todas las personas ancianas, versadas y experimentadas en todo lo que constituye la cultura y el patrimonio peculiar de los yáganes, una investigación científica de esos indígenas sería hoy completamente inútil, ya que no podría llegarse a conclusiones completas y del todo seguras, pues los últimos restos de ese pueblo, en gran mayoría personas jóvenes, ya han olvidado y perdido lo que era su cultura propia y originaria". También dedica un párrafo a los selk'nam de Tierra de Fuego: "Al pasar yo por sus campamentos, su número alcanzaba aún a 274; pero, según noticias recibidas últimamente, la gripe se llevó a la tumba varias personas en la primavera pasada. En atención a esto, considero una rara fortuna haber tenido la oportunidad de estudiar detenidamente a este pueblo y de salvar los tesoros de su idiosincracia para la historia".
Quince días después, ya recuperado, Martín Gusinde emprende la segunda parte de su investigación, centrada en exclusiva sobre los indígenas kawésqar. Embarcado en el escampavía "Piloto Sibbald" se dirige a Puerto Ramírez en la península Muñoz Gamero, donde pudo entrar en contacto con unos 40 kawésqar, un gran número que se había reunido para un entierro. Gusinde explica que "cada familia vive aparte de las demás y huye de los civilizados, por haber sido explotados y maltratados impunemente en tantas ocasiones ya".
De izquierda a derecha, Halahaches, Xalpen y Tenenensk, 1923 |
Como en los casos de yámanas y selk'nam, Gusinde empleó las semanas pasadas con los kawésqar para estudiar sus ceremonias secretas, mitología y religión. Reflexiona sobre su reducido número: "No pasa hoy de 250 individuos entre grandes y chicos. Antes de entrar en contacto con los blancos habían formado una población que alcanzaba probablemente a más de 6.000 personas".
El religioso estudió también el idioma kawésqar, completamente independiente de las lenguas de los otros pueblos, e incluso consiguió establecer tres dialectos diferenciados dentro de la lengua kawésqar. Insiste nuevamente en el monoteísmo de los kawesqar.
Gusinde recopiló muchos objetos de la cultura material kawésqar, además de grabar sus voces, y, como hizo con los indígenas de los otros pueblos, tomó también medidas antropológicas.
Ya hemos visto como, en sus cuatro viajes al extremo más austral de América, Martin Gusinde entró en contacto con selk'nam, kawésqar y yámana, a los que pudo fotografiar y estudiar en sus territorios tradicionales, aunque en un avanzado estado de aculturación debido a la influencia de los colonizadores. Los pueblos originarios recurrían entonces a la autoetnografía, como una estrategia por la que interpretaban para el explorador, en este caso el sacerdote Gusinde, el papel que se necesitaba en ese momento; cazador, guerrero, chamán, etc. Las imágenes artificiales y las representaciones organizadas no restan valor a los documentos gráficos que forman parte ya de la memoria cultural de esos pueblos legendarios. Casi 900 fotografías forman parte del archivo Gusinde depositado en el Anthropos Institute en Sankt Augustin, Alemania.
Un hombre, Martin Gusinde, que siempre denunció con energía las matanzas que acababan de suceder en la Tierra del Fuego: "Se habían esparcido por los poco escrupulosos estancieros y buscadores de oro, una serie de noticias tendenciosas acerca de los fueguinos, con las que querían justificar como legítima defensa sus actos criminales y sus premeditadas matanzas".
[1] Gusinde distingue en sus primeras
observaciones entre los indios onas o selk’nam y los indios haush o manekenk
que, pobladores de la península de Mitre, tenían una "diferencia marcada en su lenguaje y mitología, como también en sus
costumbres". Años después aseguraría
que "no puede considerarse a los haush como
un pueblo o una raza distinta de los Selk’nam". Los últimos estudios indican que los haush llegaron a Tierra del
Fuego antes que los selk'nam y que su economía y alimentación estaba
orientada a la foca en vez de al guanaco pero los dos forman una misma unidad étnica.
[2] Martín Gusinde asegura que "es muy
errónea la opinión arraigada en muchos círculos, que supone la extinción de la
tribu Ona a la introducción de la sífilis". El antropólogo no pudo establecer ningún caso ni cierto ni dudoso de la
existencia de dicha enfermedad entre los indígenas. Con respecto a la tuberculosis, Gusinde
afirma: "Pongo en duda que alguien creyera
posible, que sólo y únicamente por la tuberculosis pulmonar se hubiera extinguido una raza entera cuyos
representantes, desde centenares de años atrás, se habían acostumbrado al clima
rudo de la isla Grande".
[3] El
salesiano Giuseppe María Beauvoir publicó en 1915 en Buenos Aires el primer
diccionario del idioma selk’nam. El
nombre selk’nam era el que se daban a sí mismos estos indígenas, mientras que
ona era la forma en que eran llamados por sus vecinos los yámanas.
[4] El reverendo anglicano Thomas Bridges fue el
autor del primer diccionario del idioma yámana, que terminó de recopilar en
1879.
[5] Charles Darwin visitó la Tierra del Fuego en
1832 y 1833 y anotó sus impresiones en “Viaje de un naturalista alrededor del
mundo” donde escribió "pueden compararse
en cierto modo sus escasas facultades al instinto de los animales, puesto que
no se aprovechan de la experiencia… Creo que el hombre en esta parte extrema de
la América del Sur está más degradado que en ninguna otra parte del mundo". Gusinde criticó abiertamente la ligereza con
la que Darwin emitió sus opiniones, sin molestarse en estudiar en profundidad
las costumbres y creencias de los indígenas lo que hubiera logrado a través de
una observación detenida. Hace
extensivas sus críticas a los naturalistas franceses de la Mission Scientifique
du Cap Horn (1882-1883) y aún al misionero anglicano Thomas Bridges, puesto que
todos afirmaron que los yámanas carecían de creencias religiosas.
Muy buena tu reseña, he visitado varios sitios y pocos establecen lo que tu cuentas abordando distintos puntos. Hay sin embargo un periodo en la vida de Gusinde posterior a que fuera apresado en la segunda guerra que me cuesta encontrar.Gracias por compartir tus conocimientos.
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