Alberto María de Agostini fue un sacerdote
salesiano, nacido en 1883 en el pueblo de Pollone, en la región de Piamonte,
una zona montañosa del norte de Italia. Como tantos otros jóvenes italianos de
la época, ingresó en la congregación salesiana y se embarcó para América del
Sur, adónde llegó en 1910. Rápidamente destacó por sus cualidades físicas e
intelectuales, que le llevaron a realizar importantes expediciones por las
montañas de los Andes y a explorar la zona central de Tierra del Fuego, donde todavía
mantenían su modo de vida tradicional los últimos selk’nam.
De su convivencia con los pueblos originarios del
sur de América nos han llegado valiosas fotografías e interesantes escritos sobre su
cultura y sus costumbres. Es autor del documental “Terre Magallaniche”, que
recoge impactantes imágenes de la Patagonia y Tierra del Fuego tomadas entre 1915
y 1930, incluyendo escenas de esquila filmadas en la estancia “José Menéndez”.
De Agostini también se horrorizó al conocer cómo
habían sido perseguidos y asesinados por los terratenientes ganaderos miles de
hombres, mujeres y niños, hasta el punto de su casi total extinción como
pueblo. Los relatos de las matanzas los supo al recorrer la Tierra del Fuego
muy poco tiempo después de las cacerías y recoger los testimonios tanto de sus
compañeros, misioneros de la primera hora, como de algunos de los nativos sobrevivientes. El conocimiento adquirido en sus viajes y exploraciones
los volcó en sus libros, cartas y relatos. En sus obras más importantes es donde De
Agostini narra algunas de sus ascensiones más memorables, como la del Monte
Olivia (Caioataca en lengua yámana), y añade estudios etnográficos de los
indígenas del archipiélago fueguino.
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Mujeres selk'nam recolectando moluscos en 1923 no
lejos del cabo Peñas
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Nos vamos a detener en el libro "Mis viajes a la Tierra del Fuego" que, desde su
publicación en 1929, ha sido reeditado en numerosas ocasiones con distintos títulos, como “Treinta años en Tierra del Fuego”. En concreto en
el siguiente párrafo, toda vez que el propio misionero salesiano lo auto-censurará en sucesivas ediciones:
“Desgraciadamente prestaron fe las autoridades a
todas estas patrañas de crueldades de los indios onas, y mandaron tropas a la
Tierra del Fuego para reducirlos a esclavitud. Enteras tribus de indios fueron
perseguidas, acosadas, cercadas, hechas prisioneras y arrebatadas sus tierras
para llevárselas a Punta Arenas como rebaños, bajo el pretexto de sacar a los
infelices de la miseria en que vivían, y darles el alimento y vestido de que
carecían. La responsabilidad de esta guerra de exterminio contra los indios
onas recae, en gran parte, sobre el gobernador don Manuel Señoret, que en aquel
tiempo gobernaba el territorio de Magallanes. Para tutelar los intereses de
algunos señores a quienes el gobierno chileno había alquilado grandes
extensiones de terreno en la Tierra del Fuego, y además por odio a los
Misioneros Salesianos, que quería expulsar de la isla Dawson para tomársela él,
favoreció de la más indigna y cruel manera la persecución contra los indígenas,
sometiéndolos a indecibles torturas y favoreciendo su destrucción. (…) fueron
hechos prisioneros y llevados a Punta Arenas, donde después de haberlos
expuesto al ludibrio del populacho, haciéndoles desfilar casi desnudos por las
calles de la ciudad, fueron repartidos entre las personas que los pidieron, sin
preocuparse de la honradez de los peticionarios. Hubo escenas desgarradoras al
momento de la separación, entre padres e hijos, que no lograron conmover el
ánimo cruel de aquel gobernador, y la mayor parte de esos jóvenes acabaron
víctimas de las más abyectas pasiones (Página 244)”.
Tras la publicación de la primera edición del
libro, Octavio Señoret Silva, senador de la República chilena, presidente del
partido radical e hijo del ex gobernador Manuel Señoret, le pidió al todopoderoso Mauricio
Braun que presionara al salesiano para que se retractara públicamente de todo
lo que había escrito sobre su padre, limpiando así su buen nombre. De Agostini
no tuvo más remedio que claudicar y suprimir el párrafo antes citado, que no
volverá a aparecer en las posteriores reediciones de su obra. Así lo confirma
él mismo, en una carta dirigida al mismísimo Mauricio Braun y fechada el 20 de
junio de 1936 (Archivo Central Salesiano):
“será mi empeño el suprimir de mi libro la nota de
referencia y evitar, en lo sucesivo, que se publiquen documentos históricos que
puedan perjudicar de algún modo al señor Señoret”.
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Como la mayoría de los misioneros salesianos, De Agostini pasó los últimos años de su vida en su retiro en la residencia de Turín, donde moriría en 1960. Dicen los que lo conocieron entonces que su semblante estaba siempre triste y su mirada permanecía perdida en la lejanía. Quizá se acordaba de aquel día aciago en el que había tenido que ceder ante el poder del dinero y silenciar sus propias palabras. A cambio de tan poco.
Dedicatoria de Agostini, ejemplar conservado Biblioteca Nacional de España |
El silencio de este cura es similar al silencio de todo el país en reconocer su fundación sobre el exterminio de otras razas y de la iglesia justificándolo.
ResponderEliminares triste ver en variadas esferas de la vida como triunfa la maldad y se afirma en la injusticia de la impunidad. tal como en los tiempos de beccaria y aun remontándose a tiempos mas remotos; una huella siniestra atestigua a cada ser humano, con la finalidad enrostrar la realidad de nuestra tendencia o incapacidad para obrar con bien.
ResponderEliminares un llamado a despertar, cada gota de sangre y lagrimas que a pasado desapercibida.