9 de agosto de 2015

De Agostini, el salesiano que censuró su propio libro

Alberto María de Agostini fue un sacerdote salesiano, nacido en 1883 en el pueblo de Pollone, en la región de Piamonte, una zona montañosa del norte de Italia. Como tantos otros jóvenes italianos de la época, ingresó en la congregación salesiana y se embarcó para América del Sur, adónde llegó en 1910. Rápidamente destacó por sus cualidades físicas e intelectuales, que le llevaron a realizar importantes expediciones por las montañas de los Andes y a explorar la zona central de Tierra del Fuego, donde todavía mantenían su modo de vida tradicional los últimos selk’nam.
De su convivencia con los pueblos originarios del sur de América nos han llegado valiosas fotografías e interesantes escritos sobre su cultura y sus costumbres. Es autor del documental “Terre Magallaniche”, que recoge impactantes imágenes de la Patagonia y Tierra del Fuego tomadas entre 1915 y 1930, incluyendo escenas de esquila filmadas en la estancia “José Menéndez”.

El padre Agostini con el selk'nam Pachek en Tierra del Fuego
De Agostini también se horrorizó al conocer cómo habían sido perseguidos y asesinados por los terratenientes ganaderos miles de hombres, mujeres y niños, hasta el punto de su casi total extinción como pueblo. Los relatos de las matanzas los supo al recorrer la Tierra del Fuego muy poco tiempo después de las cacerías y recoger los testimonios tanto de sus compañeros, misioneros de la primera hora, como de algunos de los nativos sobrevivientes. El conocimiento adquirido en sus viajes y exploraciones los volcó en sus libros, cartas y relatos.  En sus obras más importantes es donde De Agostini narra algunas de sus ascensiones más memorables, como la del Monte Olivia (Caioataca en lengua yámana), y añade estudios etnográficos de los indígenas del archipiélago fueguino.


Mujeres selk'nam recolectando moluscos en 1923 no lejos del cabo Peñas

Nos vamos a detener en el libro "Mis viajes a la Tierra del Fuego" que, desde su publicación en 1929, ha sido reeditado en numerosas ocasiones con distintos títulos, como “Treinta años en Tierra del Fuego”. En concreto en el siguiente párrafo, toda vez que el propio misionero salesiano lo auto-censurará en sucesivas ediciones:

“Desgraciadamente prestaron fe las autoridades a todas estas patrañas de crueldades de los indios onas, y mandaron tropas a la Tierra del Fuego para reducirlos a esclavitud. Enteras tribus de indios fueron perseguidas, acosadas, cercadas, hechas prisioneras y arrebatadas sus tierras para llevárselas a Punta Arenas como rebaños, bajo el pretexto de sacar a los infelices de la miseria en que vivían, y darles el alimento y vestido de que carecían. La responsabilidad de esta guerra de exterminio contra los indios onas recae, en gran parte, sobre el gobernador don Manuel Señoret, que en aquel tiempo gobernaba el territorio de Magallanes. Para tutelar los intereses de algunos señores a quienes el gobierno chileno había alquilado grandes extensiones de terreno en la Tierra del Fuego, y además por odio a los Misioneros Salesianos, que quería expulsar de la isla Dawson para tomársela él, favoreció de la más indigna y cruel manera la persecución contra los indígenas, sometiéndolos a indecibles torturas y favoreciendo su destrucción. (…) fueron hechos prisioneros y llevados a Punta Arenas, donde después de haberlos expuesto al ludibrio del populacho, haciéndoles desfilar casi desnudos por las calles de la ciudad, fueron repartidos entre las personas que los pidieron, sin preocuparse de la honradez de los peticionarios. Hubo escenas desgarradoras al momento de la separación, entre padres e hijos, que no lograron conmover el ánimo cruel de aquel gobernador, y la mayor parte de esos jóvenes acabaron víctimas de las más abyectas pasiones (Página 244)”.



El padre De Agostini visitando una toldería aonikenk, hacia 1930


Tras la publicación de la primera edición del libro, Octavio Señoret Silva, senador de la República chilena, presidente del partido radical e hijo del ex gobernador Manuel Señoret, le pidió al todopoderoso Mauricio Braun que presionara al salesiano para que se retractara públicamente de todo lo que había escrito sobre su padre, limpiando así su buen nombre. De Agostini no tuvo más remedio que claudicar y suprimir el párrafo antes citado, que no volverá a aparecer en las posteriores reediciones de su obra. Así lo confirma él mismo, en una carta dirigida al mismísimo Mauricio Braun y fechada el 20 de junio de 1936 (Archivo Central Salesiano):

“será mi empeño el suprimir de mi libro la nota de referencia y evitar, en lo sucesivo, que se publiquen documentos históricos que puedan perjudicar de algún modo al señor Señoret”.

Moritz Braun, el todopoderoso terrateniente de la Patagonia

Este servilismo del religioso estaba plenamente justificado puesto que no hay que olvidar que, para esa época, la Sociedad Explotadora de la Tierra del Fuego, bajo la dirección de Moritz Braun, era la principal financista de la congregación salesiana. El padre Lorenzo Massa lo tenía muy claro: “por más que sean ciertos los cargos que se le hacen, nosotros no los podemos citar” (Carta de Lorenzo Massa a Raúl E. Entraigas, Punta Arenas, 3 de junio de 1938, Archivo Central Salesiano). Más aún, Massa escribe "Ni el padre De Agostini ni la congregación ganarán nada con que todo el mundo sepa que pudo haber alguna incorrección en la actitud del señor Don Mauricio Braun al publicar en un diario que había llamado al padre De Agostini para pedirle que arrancara una página de su obra".

Como la mayoría de los misioneros salesianos, De Agostini pasó los últimos años de su vida en su retiro en la residencia de Turín, donde moriría en 1960. Dicen los que lo conocieron entonces que su semblante estaba siempre triste y su mirada permanecía perdida en la lejanía. Quizá se acordaba de aquel día aciago en el que había tenido que ceder ante el poder del dinero y silenciar sus propias palabras. A cambio de tan poco.


Dedicatoria de Agostini, ejemplar conservado Biblioteca Nacional de España

2 comentarios:

  1. El silencio de este cura es similar al silencio de todo el país en reconocer su fundación sobre el exterminio de otras razas y de la iglesia justificándolo.

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  2. es triste ver en variadas esferas de la vida como triunfa la maldad y se afirma en la injusticia de la impunidad. tal como en los tiempos de beccaria y aun remontándose a tiempos mas remotos; una huella siniestra atestigua a cada ser humano, con la finalidad enrostrar la realidad de nuestra tendencia o incapacidad para obrar con bien.

    es un llamado a despertar, cada gota de sangre y lagrimas que a pasado desapercibida.

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