Les comparto esta excelente
crítica del libro "Menéndez, rey de la Patagonia", publicado en 2014 (Catalonia, Chile y Losada, Argentina). El autor
de la reseña es Juan Manuel Vial, un reconocido crítico literario chileno. Fue
publicada en “La Tercera”, uno de los diarios más importantes de Chile, en la
edición del sábado 21 de febrero de 2015. Me quedo con algunos adjetivos
“magnifica investigación”, “contundente volumen”, “información irrebatible y
novedosa” que hacen justicia a los 7 años de trabajo empleados para la
escritura del libro, a pleno pulmón, sin ayuda de nadie, sin patrocinadores. Al lector final le corresponderá la decisión de abandonar
su lectura o profundizar más en esa obra y en las muchas que allí se citan. Aquí
va el texto:
La figura de José Menéndez, el inmigrante asturiano que
hizo su fortuna en la Patagonia, ha sido endiosada principalmente por
historiadores que le sacaron el máximo brillo a su existencia, ignorando o
desatendiendo ciertos rasgos fundamentales de ésta. Glorificadores dedicados
del patriarca fueron dos de sus nietos, Armando Braun Menéndez y Enrique Campos
Menéndez. Argentino el primero, chileno el segundo, historiadores ambos, a
ellos jamás les entraron dudas acerca de la grandiosidad espiritual de su
tatita.
Un caso diferente es el del historiador puntarenense Mateo Martinic, a quien no cabría imputarle la ceguera que producen los lazos familiares cercanos, sino que, más bien, lo suyo pareciera ser la mera obsecuencia ante la poderosa sombra de Menéndez, al que no dudó en tildar de “prohombre”. (Dicho sea de paso: Campos Menéndez y Martinic recibieron el Premio Nacional de Historia).
Distinto es el caso de Menéndez, rey de la Patagonia, la magnífica
investigación de José Luis Alonso
Marchante. Lejos de abordar a Menéndez con la reverencia a que sus
colegas nos tenían acostumbrado, el historiador español revela en un
contundente volumen, plagado de información irrebatible y novedosa, la
verdadera catadura del empresario patagónico, retrato que viene a confirmar lo
que muchos de nosotros, amantes de la historia, del paisaje y de la gente de
Magallanes, sospechábamos desde hacía tiempo: el prohombre robó, engañó y corrompió en pos de amasar una fortuna
sideral. Nada nuevo para los estándares actuales, dirá el lector informado. Pero a su
caso habría que agregar un crimen mayor: Menéndez dio órdenes a los capataces de sus estancias ovejeras en Tierra
del Fuego para que aniquilasen a punta de bala a los molestos selk’nam,
quienes, al ver que su sustento milenario, el guanaco, desaparecía del paisaje
por obra de los estancieros, optaban por comerse alguna que otra oveja.
En junio de 1899, Menéndez dijo en una entrevista a El Diario de Buenos Aires
que los indígenas le provocaban cuantiosas pérdidas, y que cuando eran
sorprendidos por sus empleados, “juegan con su risa taimada y silenciosa,
haciéndose los tontos”. Razón de sobra, según sus estándares, para
exterminarlos. Vale agregar que en
la desaparición de los selk’nam también tuvieron responsabilidad los curas
salesianos, la familia Braun (Mauricio Braun se casó con la hija de Menéndez) y
el Estado chileno.
Nacido en 1846 y fallecido en 1918, José Menéndez se vio forzado a abandonar
muy joven la miseria de su pueblito asturiano. A los 14 años lo tenemos en
Cuba, poco después en Buenos Aires y finalmente en Punta Arenas, adonde llega
como empleado de una casa comercial en 1874. De él se ha escrito que fue
pionero en las 3 industrias principales que permitieron el desarrollo económico
de la zona: el comercio, la ganadería y la navegación. Sin embargo, el autor de este libro nos
aclara que, en realidad, al protagonista no deben otorgársele tales laureles,
puesto que esas actividades ya eran ejercidas por otros antes que él se
involucrara en ellas.
José Luis Alonso Marchante plantea también una hipótesis interesante: a raíz de
las matanzas de obreros chilotes que trabajaban algunas de las estancias de
Menéndez, en la provincia argentina de Santa Cruz, hechos ocurridos en 1921 y
1922, el autor cita la opinión del potentado sobre la huelga de sus jornaleros:
sólo se trataba de “cuatro chilotes que, en el peor de los casos, lo único que
querrán son unos pesos más para emborracharse”. Según Alonso, con ésta y otras
opiniones similares, el rey de la
Patagonia “contribuyó decisivamente a la creación de una imagen denigrante de
la población chilena residente en la Patagonia argentina, que con el tiempo
dará lugar a una verdadera chilenofobia, absolutamente injustificada, que aún
subsiste”.
Publicado en diario "La Tercera", 21 de febrero de 2015
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