7 de julio de 2015

"La caída de un poderoso", por Juan Manuel Vial

Les comparto esta excelente crítica del libro "Menéndez, rey de la Patagonia", publicado en 2014 (Catalonia, Chile y Losada, Argentina). El autor de la reseña es Juan Manuel Vial, un reconocido crítico literario chileno. Fue publicada en “La Tercera”, uno de los diarios más importantes de Chile, en la edición del sábado 21 de febrero de 2015. Me quedo con algunos adjetivos “magnifica investigación”, “contundente volumen”, “información irrebatible y novedosa” que hacen justicia a los 7 años de trabajo empleados para la escritura del libro, a pleno pulmón, sin ayuda de nadie, sin patrocinadores. Al lector final le corresponderá la decisión de abandonar su lectura o profundizar más en esa obra y en las muchas que allí se citan. Aquí va el texto:
    La figura de José Menéndez, el inmigrante asturiano que hizo su fortuna en la Patagonia, ha sido endiosada principalmente por historiadores que le sacaron el máximo brillo a su existencia, ignorando o desatendiendo ciertos rasgos fundamentales de ésta. Glorificadores dedicados del patriarca fueron dos de sus nietos, Armando Braun Menéndez y Enrique Campos Menéndez. Argentino el primero, chileno el segundo, historiadores ambos, a ellos jamás les entraron dudas acerca de la grandiosidad espiritual de su tatita.
    Un caso diferente es el del historiador puntarenense Mateo Martinic, a quien no cabría imputarle la ceguera que producen los lazos familiares cercanos, sino que, más bien, lo suyo pareciera ser la mera obsecuencia ante la poderosa sombra de Menéndez, al que no dudó en tildar de “prohombre”. (Dicho sea de paso: Campos Menéndez y Martinic recibieron el Premio Nacional de Historia).
    Distinto es el caso de Menéndez, rey de la Patagonia, la magnífica investigación de José Luis Alonso Marchante. Lejos de abordar a Menéndez con la reverencia a que sus colegas nos tenían acostumbrado, el historiador español revela en un contundente volumen, plagado de información irrebatible y novedosa, la verdadera catadura del empresario patagónico, retrato que viene a confirmar lo que muchos de nosotros, amantes de la historia, del paisaje y de la gente de Magallanes, sospechábamos desde hacía tiempo: el prohombre robó, engañó y corrompió en pos de amasar una fortuna sideral. Nada nuevo para los estándares actuales, dirá el lector informado. Pero a su caso habría que agregar un crimen mayor: Menéndez dio órdenes a los capataces de sus estancias ovejeras en Tierra del Fuego para que aniquilasen a punta de bala a los molestos selk’nam, quienes, al ver que su sustento milenario, el guanaco, desaparecía del paisaje por obra de los estancieros, optaban por comerse alguna que otra oveja. En junio de 1899, Menéndez dijo en una entrevista a El Diario de Buenos Aires que los indígenas le provocaban cuantiosas pérdidas, y que cuando eran sorprendidos por sus empleados, “juegan con su risa taimada y silenciosa, haciéndose los tontos”. Razón de sobra, según sus estándares, para exterminarlos. Vale agregar que en la desaparición de los selk’nam también tuvieron responsabilidad los curas salesianos, la familia Braun (Mauricio Braun se casó con la hija de Menéndez) y el Estado chileno.
    Nacido en 1846 y fallecido en 1918, José Menéndez se vio forzado a abandonar muy joven la miseria de su pueblito asturiano. A los 14 años lo tenemos en Cuba, poco después en Buenos Aires y finalmente en Punta Arenas, adonde llega como empleado de una casa comercial en 1874. De él se ha escrito que fue pionero en las 3 industrias principales que permitieron el desarrollo económico de la zona: el comercio, la ganadería y la navegación. Sin embargo, el autor de este libro nos aclara que, en realidad, al protagonista no deben otorgársele tales laureles, puesto que esas actividades ya eran ejercidas por otros antes que él se involucrara en ellas.
    José Luis Alonso Marchante plantea también una hipótesis interesante: a raíz de las matanzas de obreros chilotes que trabajaban algunas de las estancias de Menéndez, en la provincia argentina de Santa Cruz, hechos ocurridos en 1921 y 1922, el autor cita la opinión del potentado sobre la huelga de sus jornaleros: sólo se trataba de “cuatro chilotes que, en el peor de los casos, lo único que querrán son unos pesos más para emborracharse”. Según Alonso, con ésta y otras opiniones similares, el rey de la Patagonia “contribuyó decisivamente a la creación de una imagen denigrante de la población chilena residente en la Patagonia argentina, que con el tiempo dará lugar a una verdadera chilenofobia, absolutamente injustificada, que aún subsiste”.
Publicado en diario "La Tercera", 21 de febrero de 2015



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