En diez años se ha avanzado mucho en el tema de las restituciones de restos humanos de los Pueblos Originarios a sus comunidades. Desde la indiferencia de la sociedad y la resistencia inicial de las autoridades y las instituciones, donde solo la terquedad de las comunidades originarias y de grupos de estudiantes y antropólogos como los que forman el Colectivo GUIAS mantenían vivo el reclamo, hemos pasado a la colaboración de los museos y a una enorme presión social favorable a la devolución de los restos de las víctimas del genocidio ocurrido en América del Sur desde finales del siglo XIX.
Maish Kensis, yámana prisionero en el Museo de La Plata. Fuente: Bioiconografía |
Un ejemplo es el apoyo que ha concitado la petición al Gobierno de Chile de restitución de estos restos, presentadas por un grupo de historiadores, diputadas, profesores, escritoras, intelectuales, y firmada por más de cuatro mil personas de una docena de países (Si no lo han hecho, pueden adherirse aquí).
El antropólogo Daniel Badenes, del que ya publicamos un artículo escrito en 2006 con el título de TROFEOS DE GUERRA, analiza el estado actual de la cuestión, con la perspectiva que proporciona diez años de lucha y de logros. Les invitamos a su lectura.
Aletheia,
volumen 6, número 12, abril 2016 ISSN 1853 - 3701
Por Daniel Badenes*
El 19 de abril se concretó en el
Museo de La Plata una acción reparatoria para la comunidad Selk´nam: la
restitución de los restos humanos de cuatro integrantes de esa etnia -sólo uno
de ellos identificado con nombre-, que hasta ese día fueron parte de la extensa
colección que la institución formó a partir de las campañas de exterminio
contra los pueblos originarios desarrolladas por el Estado argentino en el
último cuarto del siglo XIX.
Tras la firma de actas entre las
autoridades y representantes de la comunidad se realizó un acto público.
Comenzó con formalidad protocolar. Un locutor anunció las presencias destacadas
y recitó el marco institucional de la restitución: el Convenio 169 OIT; la ley
nacional de restitución de restos humanos (Nº 25.517, de diciembre de 2001) y
la propia política debatida y definida en 2006, cuando el Museo aún tenía
restos humanos en exhibición (Badenes, 2006).
En el momento de los aplausos, las
palmas se mezclaron con el sonido penetrante de un instrumento de viento
originario y un grito quechua-aymara de viva y acción: “Por la unidad de los
pueblos, por el buen vivir, ¡jallalla!”.
Las diferentes formas de celebrar
los discursos fueron la muestra de la diversidad que habitaba la sala: los
miembros de la comunidad Selk´man Rafaela Ishton (que visitaban por primera vez
el Museo donde sus ancestros fueron, durante más de un siglo, trofeos de
guerra), representantes del Gobierno nacional (como Gustavo Peters,
vicepresidente del INAI, que se retiró a poco del inicio por “cuestiones de
agenda”) y de la provincia de Tierra del Fuego, autoridades universitarias,
integrantes de otras comunidades indígenas, miembros de distintas divisiones
del Museo, grupos de estudiantes y graduados.
Actores que han tenido y tienen
distintas posiciones sobre el proceso de restituciones: quienes las impulsaron,
quienes se opusieron y quienes las apoyaron tibiamente; algunos que vieron
peligrar sus “objetos de estudio” y hoy acompañan estas acciones; otros que se
formaron como sujetos profesionales y políticos a partir de la activación de
estos reclamos; y por supuesto, quienes siempre reclamaron pero sólo
recientemente pueden sentarse en primera fila y hasta son invitados a hablar,
como Lorenzo Pincén, bisnieto del lonko mapuche, que el 30 de junio de 1989
presentó uno de los primeros pedidos recibidos por el MLP. Reclamaba entonces
cinco restos de cinco mapuches identificados y catalogados en la “Colección
Zeballos”: nunca tuvo respuesta y, hasta ahora, sólo uno de ellos fue objeto de
una restitución.
La convivencia en la sala se
volvió polifonía en los discursos: “las prácticas científicas y los paradigmas
éticos del siglo XIX eran distintos”, “estos hermanos fueron traídos a este
lugar como trofeos de guerra del Estado argentino”, “son procesos complejos”,
“hay muchos ´ólogos´ que siguen haciendo masters encubriendo...”, “toma de
conciencia”, “las devoluciones no se agradecen porque son una obligación”...
La fecha no es azarosa. El 19 de
abril de 1940 se realizó el Primer Congreso Indigenista Interamericano, que dio
lugar a la creación en el marco de la OEA del Instituto Indigenista. Al poco
tiempo, varios países de la región convirtieron esa fecha en conmemoración: en
Brasil, Getúlio Vargas estableció en 1943 el “Dia do Índio”; dos años después,
en Argentina se instituyó por decreto el “Día del Aborigen Americano”.
En 1994, cuando el Museo de La
Plata fue protagonista de la primera restitución ocurrida en América Latina, se
eligió esa fecha: el 19 de abril se devolvieron (parcialmente, según se sabría
luego) los restos del cacique mapuche Inacayal, que ahora descansan en la
localidad de Tecka, provincia de Chubut.
22 años después, el mismo día es
elegido para la reparación al pueblo Selk´nam. La directora del Museo, Silvia
Ametrano, se encarga de señalar la coincidencia. Y sostiene que lo primero que
hace un acto de estas características es “restituir la condición de persona a
esos restos humanos”.
Le sigue el turno a dos miembros
de la comunidad Selk´man: Leonardo Martínez Pantoja y Rubén Maldonado. Leonardo
tiene 31 años: más o menos el tiempo que lleva la lucha de su comunidad por ser
reconocida. En 2010 se enteró parte de esta historia y recién este año estuvo
“bien empapado”, según le contó a Aletheia unas horas antes del acto,
emocionado porque “los cuatro hermanos van a volver a su tierra y van a
descansar como tiene que ser”. Ahora, en la sala, se dirige al público
académico: “Nunca deberían haber sido llevados a otro lado para que se los
manipule. Disculpen la gente del Museo, pero son mis sentimientos”.
Rubén Maldonado también dice pocas
palabras. “Este es un acto que pesa y nos deja a veces mudos”. Representante de
su comunidad ante el Consejo de Participación Indígena, le toca la parte de
agradecer: nombra al Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, al colectivo que
impulsó las restituciones (GUIAS) y a las autoridades del Museo, al que no
conocía y donde encontró “mucho calor humano”.
Menciones y omisiones trazan la
tensión de una política que sigue en disputa. El colectivo GUIAS aparece en la
voz del dirigente Selk´nam y en la del consejero estudiantil Ignacio Bernazza,
que lo reconoce como “uno de los actores que impulsan estas restituciones en el
Museo de La Plata”. En los demás discursos institucionales, ese empuje no forma
parte del relato. Pero hacia el final le dan la palabra a Fernando Pepe,
coordinador del colectivo:
-No ha sido fácil. En el mismo
2006 empezamos a trabajar para restituir los restos de Seriot. Seriot estaba
armado en un aula, con él aprendimos los que cursamos antropología biológica, a
identificar restos humanos... Después pudimos resguardar sus restos hasta el
día de hoy, que llegan a manos de la comunidad. -dice Pepe, que sí conoce el
Museo pero la última vez que estuvo allí, dice, fue para la restitución de
Damiana/Krigui, seis años antes (Badenes, 2010). -Transcurrieron diez años de
lucha, diez años de conflicto y de alegría como la que estamos viviendo hoy.
Marina Sardi, representante de la
División Antropología -“el lugar mismo donde las cosas hoy ocurren, tal vez el
lugar más difícil para estar y para hablar”, según define-, afirma que ahora
ese área “acompaña la política de restitución, aún con las dificultades que
esto conlleva, con las indiferencias y las resistencias, así como con la
incertidumbre sobre lo que vendrá”. Y también repone su historia:
-Así nos formamos los
antropobiólogos en esta institución hace más de veinte años atrás, con una
fuerte tradición de estudio sobre restos humanos como los que hoy se
restituyen. Estos estudios han contribuido desde distintos lugares al
desarrollo teórico de la antropología y al conocimiento de la historia humana.
No obstante, y aún conociendo la historia de esas colecciones, en mis años de
formación por ejemplo no había espacios académicos formales, y casi tampoco
informales, para la discusión y la reflexión. Solo se trata de restos humanos,
decíamos muchos, hace años. Por eso los primeros reclamos, llegados de afuera,
se encontraron con una natural resistencia, instalaron sin embargo la duda e
impulsaron muy paulatinamente el cambios en nuestras prácticas y en nuestras
subjetividades...
Durante mucho tiempo, dice Sardi,
aquellos cuerpos quedaron “separados de su vida previa, de la historia y de su
vínculo con alguna comunidad viviente. En algunos casos quedaban como muestras
de comunidades que supieron ser, como los Selk´nam, que hasta no hace mucho el
discurso científico los asumía como una población extinta”.
Esa negación histórica de la
comunidad Selk´nam resalta el carácter reparatorio de la restitución aprobada
por la Facultad platense en 2013 y concretada ahora, después de algunas
disputas en la propia comunidad que no resolvía internamente el destino de los
restos.
El 3 de junio de 1999, el diario Clarín publicó
un artículo que se titulaba “Tierra del Fuego: murió la última ona a los 56
años”. También otros medios informaron que había muerto la última integrante de
la comunidad Selk´nam. Pero era una información equívoca.
En efecto, aquella etnia
originalmente nómade -que habita la zona desde hace 11.000 años- fue diezmada
por armas argentinas y chilenas que expresaban el avance ganadero, y por las
enfermedades en las misiones salesianas donde fue recluida. No obstante, sus
descendientes persisten, viven en la zona Tolhuin -entre Río Grande y Usuahia-,
han formado una comunidad reconocida por el Estado que logró la asignación de
unas 35.000 hectáreas, y han impulsado un reconocimiento identitario capaz de reclamar
sus restos robados después de las feroces matanzas que sufrieron en el último
cuarto del siglo XIX.
Aunque aquella nota de Clarín le
daba un tenor especial, no era la primera vez que se escuchaba ese discurso,
avalado por la antropóloga estadounidense Anne Chapman, que con un enfoque
profundamente biologicista da por extintos a los Selk´man. Entre sus recuerdos,
por ejemplo, Rubén Maldonado evoca la reforma constitucional de 1994, cuando
los convencionales incluyeron en la Carta Magna, por unanimidad, el
reconocimiento de la identidad étnica y cultural de los pueblos indígenas. En
aquella ocasión, la convencional María Elena (Rubio de) Mingorance, del
Movimiento Popular Fueguino, dijo que iba a acompañar el proyecto e iba a votar
aunque en Tierra del Fuego ya no quedaban más indígenas.
Ese relato perdió vigencia con el
paso de los años, con la evidencia del proceso de reetnización y los reclamos
que siguieron a la nueva Constitución Nacional. En 1998, la Comunidad Indígena
Rafael Ishton logró la restitución de las tierras donde actualmente viven unas
12 familias y donde fueron llevados los Selk´nam restituidos por el Museo de La
Plata.
El pedido por los restos óseos de
Seriot/Capelo y otros tres indígenas no identificados, iniciado en 2010 y
concretado ahora, es parte de ese proceso de recuperación histórica. Y no
termina ahí: la comunidad tiene conocimiento y espera la restitución de restos
que están en poder de otras instituciones (Guichon, 2015).
Los Selk´man fueron arrasados en
las últimas dos décadas del siglo XIX y las primeras del XX, cuando avanzaron
proyectos ganaderos -muchos de empresarios británicos- sobre la región de
Tierra del Fuego. En poco tiempo, los guanacos fueron reemplazados por ovejas,
y los pueblos originarios confinados en misiones salesianas donde muy pocos
sobrevivieron. La bandera de la ganadería capitalista era asumida entonces por
dos Estados: el argentino y el chileno.
La Rafaela Ishton, situada en la
actual provincia argentina de Tierra del Fuego, es la única comunidad Selk´man
que persiste en el mundo. En Chile, donde el discurso de la “extinción” tiene
valor de verdad, un grupo de académicos inició un petitorio para que el Estado
reconozca ese genocidio, en paralelo a la concreción de la restituciones en La
Plata (Alonso Marchante et al, 2016).
En el país trasandino el tema ya
había sido objeto de un debate legislativo en 2007, cuando a partir del Informe
de la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas
(2003), el entonces senador por Magallanes Pedro Muñoz presentó una moción para
que el Estado asuma ese genocidio. Sin embargo, otros legisladores pidieron
reemplazar el término de “genocidio” por “extinción” para evitar reclamos de
indemnizaciones. El proyecto nunca llegó a aprobarse. El reciente petitorio
impulsado por académicos recuerda el breve intercambio de palabras ocurrido
durante el tratamiento en el Senado chileno:
“El señor CHADWICK.- Señor
Presidente, efectivamente, como señaló el señor Secretario, aprobamos en forma
unánime la erección de los memoriales, pero lo hicimos sobre la base de que se
eliminaría la calificación de ´genocidio´. Por lo tanto, es preciso suprimir
tal vocablo en la suma que encabeza el informe. Ese fue el acuerdo al que
llegamos en la Comisión. Y sus miembros, por las señales de asentimiento que
hacen, lo recuerdan.
El señor NAVARRO.- ¿Y qué fue,
entonces? ¿Una abducción...?
El señor NOVOA.- No. Tuvo lugar
una extinción.
El señor FREI, don Eduardo
(Presidente).- Si le parece a la Sala, se acogerá la iniciativa”.
Casi diez años después, se reabre
aquel debate: “las autoridades del Estado de Chile deben arbitrar las medidas
para que los cuerpos profanados y exhibidos en museos, o depositados en
instituciones locales, nacionales o extranjeras puedan finalmente reposar
dignamente en la que fuera su tierra”, concluye el pedido (Alonso Marchante et
al, 2016), mientras en Argentina los Selk´man celebran que “cuatro hermanos
volvieron a su tierra”.
Referencias bibliográficas
Alonso Marchante, José Luis; Gómez Baeza, Nicolás y
Harambour Ross, Alberto (2016). “Reconocer el genocidio selknam y el derecho de
los muertos a descansar en Tierra del Fuego. Petición dirigida a Intendente
Región de Magallanes y la Antártica Chilena Jorge Flies Añón y otros”, Chile.
Badenes, Daniel (2006). “Trofeos de guerra”, en La
Pulseada, Nº 43, La Plata, septiembre.
Badenes, Daniel (2009). “Noticia de un secuestro”,
en La Pulseada, Nº 74, La Plata, octubre.
Badenes, Daniel (2010). “Damiana/Krygi volvió a su
tierra”, en La Pulseada, Nº 81, La Plata, julio.
Guichón, Ricardo et al (2015). “Experiencias de
trabajo conjunto entre investigadores y pueblos originarios. El caso de
Patagonia Austral”, en Revista argentina de antropología biológica, vol.17
Nº 2, La Plata, diciembre.
*Graduado y docente de la Maestría en Historia y
Memoria. Es profesor de Historia de los Medios en la UNLP y en la UNQ, donde
dirigió la Licenciatura en Comunicación Social entre 2012 y 2016. Es editor de
la revista La Pulseada. Sus últimos libros son Historia de los
medios de comunicación (UVQ, 2014) y Un pasado para La Plata (EME,
2015). También fue compilador de Historia, memoria y comunicación (UNQ,
2011) y participó de diversos libros colectivos, entre ellos La voz de los
lonkos (Catalonia, Chile, 2013), donde se publicó su investigación sobre
los “trofeos de guerra” que conserva el Museo de La Plata.
Es lamentable esta situación y que este tema aún se discuta en la era de los derechos humanos.En Uruguay ha pasado algo peor aún, porque el Genocidio sufrido por los charrúas entre 1831 y 1834 fue total, exterminio de personas y distribución de las mujeres y niños en diferentes estratos de la sociedad. Así nunca mas se pudieron unir un hombre y una mujer charrúas para perpetuar la etnia. Se borró todo, las vidas, las familias, la lengua la cultura. Genocidio, etnocidio culturicidio y linguicidio. Los antropólogos han sido protagonistas de violación de tumbas y vilipendio del cadáver (o restos mortales) de Vaimaca Perú que pudimos repariar de Francia después de 180 años de estar exhibido colgado de un hierro en el Museo del Hombre en París.El tema se ocultó y se sigue ocultando, y peor aún se niega que haya existido por determinados políticos uruguayos.En particular hemos recopilados toda la documentación auténtica que denuncia en reiterados documentos manuscritos y autenticados el genocidio perpetrado por el primer presidente del país el Gral. Fructuoso Rivera y su Ejército. Pero esta obra de 200 documentos no han querido que se distribuyera, ha quedado en la Biblioteca Nacional de Uruguay, el resto de la población actual de Uruguay no ha tenido posibilidad de acceder a la misma. Para empeorar la situación surgió un grupo de supuestos descendientes de charrúas invocando ser "charrúas verdaderos" y autoproclamándose como el "Consejo de la Nación Charrúa", dando conferencias y llevando a engaño al Gobierno y a parte de la ingenuidad de los pobladores actuales. Tambien han gozado de prebendas comol viajes al exterior y otras, porque el Estado inocentemente ha creído que eran charrúas que reclamaban derechos.Todo esto ha sido puesto en evidencia por el recientemente formado Instituto Uruguayo de Investigaciones documentales charrúas, que ha logrado que a estas personas hayan sido desenmascaradas.Esta farsa ha sido encabezada por 2 personas, Monica Michelena y Martín Delgado,(disfrazados de indios en sus apariciones), que aún continúan engañando a otros grupos verdaderos de indígenas de nuestra América, haciéndose pasar por verdaderos charrúas, y queriendo concentrar en sí mismos un pretender proclamarse como Consejo de esa Nación, que no existe desde hace 180 años. La úica luz en todo esto es la obra del Licenciado Eduardo Picerno García llamada "El genocidio de la Población Charrúa", que es negada por el Estado y también por este grupito de supuestos fraudulentos charrúas, ya que en dicha obra queda demostrado absolutamente la inexistencia de ningún sobreviviente charrúa y la perdida de esa cultura lenguaje y tradiciones. Y este es el más grande impedimento para que el Uruguay y el mundo puedan enterarse de la verdad de lo sucedido. Y es un derecho humano el saber y conocer la verdad de su pasado, recordarlo y venerarlo. Y eso está impedido en el Uruguay actual...
ResponderEliminar