El 1 de diciembre de 1897 atracaba en la rada de
Punta Arenas, La Belgica, un velero
de tres palos comandando por Adrien de Gerlache, cuyo destino era la
exploración de la Antártida en un viaje que habría de durar más de dos años. Su
tripulación estaba compuesta por científicos y marineros de diversas
nacionalidades, belgas, noruegos o polacos. Entre ellos se encontraba un joven de
25 años llamado Roald Amundsen, y que años después sería el primer hombre en
llegar al polo sur geográfico. Los expedicionarios belgas fueron los primeros
en pasar un invierno completo en el continente blanco, una hazaña que Gerlache
narró en su libro “Quince meses en la Antártida”. Esta obra incluye una descripción
de la Punta Arenas finisecular e, indirectamente, contiene una prueba más de
las matanzas de Selk’nam que entonces se encontraban en pleno apogeo. Les
invitamos a leer el siguiente párrafo de libro:
“Punta Arenas es la capital de los territorios
chilenos conocidos oficialmente bajo la denominación Colonia de Magallanes. El
nombre Punta Arenas, en inglés Sandy Point, procede de la punta arenosa que
avanza hacia el norte del fondeadero. Es la ciudad más meridional del mundo.
"La Belgica" en la Antártida |
Ya, en 1582, se hizo una tentativa de asentamiento
en el estrecho por el célebre navegante Sarmiento, con el fin de asegurar a
España la posesión de este paso. Lo cierto es que, para ser exactos, Sarmiento
no se estableció en el lugar del estrecho ocupado hoy por la pequeña ciudad
chilena, sino más al sur, cerca del extremo de la península de Brunswick; llamó
a esta lejana colonia Ciudad Real de Felipe. El rigor del clima, la imprevisión
y la anarquía contribuyeron al desastre de esta colonia del extremo sur: el
nombre de Puerto Hambre, perpetuado en el recuerdo a través de los años, es
suficientemente explícito para que no haya que insistir más.
A pesar de que la región magallánica se tenía por
inhospitalaria y estéril, el gobierno chileno no dudó en fundar allí, en 1843,
un puesto militar: Fuerte Bulnes. Habiendo pronto reconocido los inconvenientes
y los peligros de este lugar expuesto a los heladas y que los Andes dominan de
forma demasiado inmediata, se trasladó el establecimiento más al norte, cerca
de la punta de arena de la que hemos hablado más arriba y que dispone de un fondeadero
excelente, y que debido a su ubicación sobre el estrecho tiene una gran
importancia estratégica.
Como la de los asentamientos anteriores, la historia
de Punta Arenas es abundante en peripecias, la última fechada en 1877. Punta
Arenas era entonces una colonia penal donde los penados y sus guardianes
llevaban una existencia miserable –tan desgraciada que finalmente todos se
rebelaron, soldados y relegados juntos. Los rebeldes se apoderaron de la
ciudad, mutilaron al comandante de la guarnición, condenándolo a muerte y
cortándole la cabeza, que ataron a la puerta de la prisión. Después se
dedicaron al saqueo. Sin embargo, tres días después, la aparición de una navío
de guerra chileno les hizo huir. Los amotinados cometieron la imprudencia de
cargar su botín en los cuarenta caballos de que disponían, una colección de
objetos inútiles, sin preocuparse de llevar víveres. Después de matar a todos
los caballos para subsistir, perecieron hasta el último de ellos en el desierto
patagón.
Punta Arenas, capital de la región de Magallanes, en febrero de 1899 |
Este drama iba a tener una feliz consecuencia
sobre el futuro de Punta Arenas: la ciudad se encontró de pronto desembarazada
de la prisión, que no fue restablecida, y de la triste población que la
gangrenaba. A partir de entonces nada se oponía a su prosperidad.
El gobierno se esforzó en atraer hasta allí
colonos, a los que les facilitaba el pasaje, reembolsable en largos plazos y
sin intereses, les daba un terreno para trabajar, utensilios, cuatro vacas, un
buey, dos caballos y materiales para construir una cabaña. Emigrantes de todos
los países de mundo civilizado respondieron a la llamada y la colonia no tardó
en progresar. Cuatro años más tarde, la población había pasado de 195 a 800
almas.
Desde 1868 los vapores de la Pacific Steam
Navigation Company habían comenzado a atravesar el estrecho de Magallanes haciendo
escala en Punta Arenas. Hoy, paquebotes alemanes se alternan con los vapores
ingleses; Punta Arenas se encuentra así comunicada semanalmente con Valparaíso,
con Buenos Aires y con Europa. Declarada puerto franco el mismo año de 1868,
Punta Arenas no ha cesado de crecer y, cuando nosotros estuvimos allí, la
población se elevaba a unos 4.500 habitantes.
Hotel de France, el lugar donde se alojaron los expedicionarios belgas |
La clase proletaria está compuesta
mayoritariamente de dálmatas, gentes laboriosas y honestas, que se dedican
sobre todo a los oficios del mar; los alemanes son muy numerosos y varios de
ellos han prosperado en el comercio; todos los países de Europa están representados
al menos por algunos colonos. El personal administrativo chileno se compone de
un gobernador civil, un oficial de justicia, empleados de correos, un recaudador
de impuestos o tesorero, un cirujano médico, un capitán del puerto.
Por otro lado, la pequeña ciudad patagónica es la
sede principal de las misiones de los reverendos padres salesianos que dirigen
dos establecimientos que albergan algunos centenares de fueguinos; el de isla
Dawson, en territorio chileno, y el de Río Grande, en la parte argentina de
Tierra del Fuego.
Adrien de Gerlache en una postal de la época conmemorativa de la expedición antártica |
Desde que un inglés, M. Reynard, tuvo la idea de
traer ovejas desde las islas Malvinas y funda una “estancia” en los alrededores
de Punta Arenas, su ejemplo ha sido seguido por otros. La ganadería ovina se
practica ahora en toda la Patagonia austral e incluso, al otro lado del
estrecho, en la parte pampeana de la Tierra del Fuego. Es en Punta Arenas donde
los estancieros embarcan la lana. Es en sus tiendas, grandes bazares donde se
encuentra de todo, donde vienen a proveerse de lo que necesitan. Es allí
precisamente donde los mineros, buscadores de oro, venden las raras pepitas que
encuentran en esos parajes desolados, desde el cabo Vírgenes hasta el cabo de
Hornos, y sobre todo en el pequeño Arroyo del Oro; también es allí donde gastan
en orgías el valor de algunas cientos de gramos del precioso mineral que han
tardado en ocasiones meses en recoger.
Hace algunos años se hablaba con entusiasmo del
carbón, del cual se pretendía haber encontrado una veta importante en los
alrededores de la ciudad. Se formó una compañía para explotarlo y se construyó
una pequeña vía férrea, y entonces se dieron cuenta que el carbón tan mentado
no era otra cosa que un lignito de baja calidad que no merecía los gastos de
explotación.
Algunos negociantes arman en Punta Arenas pequeñas
goletas para la caza de lobos, sobre los islotes del sur y del oeste de Fuegia;
consiguen de este modo elevados ingresos, a pesar de las prohibiciones
establecidas por el gobierno chileno para preservar del exterminio estos
interesantes pinnípedos.
Hombres con iniciativa han establecido importantes
aserraderos, canteras de construcción, forjas. Otros, son cuatro o cinco,
ejercen el oficio de buzo, que los naufragios y los accidentes del mar, muy
frecuentes en estas regiones, son extremadamente lucrativos.
Busto en recuerdo de De Gerlache en Ushuaia, Argenetina |
En resumen, Punta Arenas no es el “pequeño
agujero” que se podría creer. Sería exagerado por otro lado pretender que es
una bella ciudad. Largas, trazadas mediante líneas, según el sistema de
cuadras, las calles no están pavimentadas y son poco menos que impracticables
cuando llueve, lo que sucede muy a menudo. Están bordeadas de casas bajas,
construidas en madera y recubiertas de chapas onduladas, ocupadas casi todas
por grandes tiendas donde se amontonan las mercancías más disparatadas. Como
todas las ciudades hispanoamericanas, Punta Arenas tiene una plaza pública, de
forma rectangular, donde se encuentra el palacio del gobernador, edificio de
una planta construido en ladrillo y piedra. Sobre la misma plaza se encuentra el
último vestigio de los primeros días de la colonia, la antigua residencia
oficial, fea casa de madera, anteriormente cubierta de tejas y que ha sido
curiosamente parcheada con chapas, pizarras, planchas, incluso paja, lo que
proporciona a esta casucha un aire tan lamentable como pintoresco. Es allí
donde está instalado ahora el puesto de policía. Punta Arenas posee varios
hoteles, entre ellos uno regentado por una francesa de Marsella, mademoiselle
Euphrasie Dufour, donde tuvimos la suerte de alojarnos.
Una de las curiosidades locales es el cuerpo de
bomberos. Esta institución está organizada por los propios habitantes; sus
miembros son comerciantes, estancieros o funcionarios, todos voluntarios.
Poseen buen material y un local muy amplio que, desde que llegamos, fue puesto
amablemente a nuestra disposición. Se trata de un edificio construido siguiendo
el modelo de las antiguas casas coloniales americanas, con la fachada pintada
en rojo y decorada con columnas. Los salones de este puesto son el lugar de
reunión de los señores bomberos, que vienen todas las noches a jugarse a las
cartas miles de dólares, bebiendo grandes vasos de cerveza y de otras bebidas.
Punta Arenas es de lejos una de las ciudades del
mundo donde más se bebe. El número de barriles y de botellas de vino o de
licores que se importan cada año es muy considerable. Una vez vaciadas, los
barriles son empleados en las fundiciones de grasa de oveja. En cuanto a las
botellas, algunos habitantes han encontrado un uso bien original: construyen
las casas con ellas tras machacarlas en un mortero.
Funcionarios, colonos, oficiales del barco chileno
Magallanes, se esfuerzan por hacernos agradable nuestra estancia, que tuvo que
prolongarse debido a dificultades en el embarque del carbón, enviado desde
Bélgica y que tuvimos que esperar en el muelle.
El segundo domingo fuimos invitados a un gran picnic.
Éramos quizá sesenta personas en total en esta fiesta campestre, y sin embargo
había diecinueve nacionalidades representadas. Un suizo, antiguo oficial del
ejército ruso, era nuestro anfitrión. ¡Fue muy interesante escuchar a esta
gente contarnos sus novelescas vidas!
Me senté al lado de un millonario de Tierra del
Fuego, dueño de una estancia de 100.000 lanares y que tiene como empleados a
unos carabineros, a los que paga una libra esterlina por cada cuero cabelludo
de “perro salvaje”; así es como llaman a los infortunados indios en el mundo de
los negocios”.
Selk'nam de Tierra del Fuego, víctimas de matanzas y persecuciones |
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