Un libro de historia como "Menéndez, rey de la Patagonia", que narra la época de la violenta colonización de la Patagonia, tenía que tener necesariamente sus detractores y críticos. Mateo Martinic, el premio nacional de historia de Chile, el hombre que más ha escrito sobre historia de la región de Magallanes en los últimos cuarenta años, acaba de publicar una negativa crítica del libro en la Revista Magallania, que él mismo creó en 2003. En ese texto, que contiene su respetable opinión, tres son las barreras que sin embargo traspasa con una ligereza impropia de un historiador de su talla: 1) al decir que el libro contiene "afirmaciones falsas o engañosas", cuando las 70 páginas de bibliografía y notas apuntalan la veracidad de hasta el último dato contenido en él, 2) al calificar el exterminio de los pueblos originarios como un "fenómeno colateral", lo que supone insultar la memoria de miles de mujeres, hombres y niños que padecieron terriblemente y cuyos descendientes reivindican hoy sus derechos, y 3) al considerar a los lectores de "Menéndez, rey de la Patagonia" como "incautos y poco informados", despreciando de un plumazo a miles de personas y situándose Martinic, otra vez, un peldaño por encima de la gente. Aquí va la crítica.
MENÉNDEZ REY DE LA PATAGONIA. Por José Luis Alonso
Marchante. Catalonia. 15 x 25 cm. 352 págs. Ilustraciones.Santiago, 2014.
En la evolución del trabajo historiográfico la
revisión por autores posteriores de estudios precedentes ha sido y es cosa
frecuente pero, de pronto, ha devenido una suerte de moda impuesta por
ideologías sociopolíticas en boga surgidas a propósito de la conmemoración de
acontecimientos del pasado en un país o en regiones geográficas más amplias. Tal,
nos parece, haber sido el caso del quinto centenario del descubrimiento de
América que a contar de la fecha de su cumplimiento en 1992 generó una serie de
estudios, en su mayoría bajo la óptica revisionista, que todavía mantiene
vigencia. Su objetivo aparente -y plausible para algunos- es el de restaurar la
verdad de lo acontecido en el pretérito afectada como ha sido la misma en su
legitimidad o autenticidad por versiones interesadas surgidas desde la
"historia oficial", así denominada por esta corriente de pensamiento
académico, olvidando sus propugnadores que tal calificación es propia de
situaciones sociales desarrolladas bajo regímenes políticos totalitarios y no
de sistemas democráticos y representativos. Así resulta muy fácil etiquetar con
ese calificativo a todo parecer académico que no coincide con el sostenido por
los corifeos revisores y sus seguidores. En este contexto comprensivo se ha
replanteado por algunos el reestudio y tratamiento de los hechos acaecidos en
el Nuevo Mundo o América desde su hallazgo para la cultura de Occidente, hasta
nuestros días, pasando por las archiconocidas etapas caracterizadoras de la
conquista y el dominio territorial, la colonización y uso de los recursos
naturales, la independencia de los imperios colonizadores y la formación de
diferentes estados nacionales, con su entresijo de fenómenos colaterales tales
como la extinción de los pueblos aborígenes y la explotación irracional de los
recursos naturales. Este, en lo particular, ha sido y es el caso de la Patagonia sensu
lato.
Instituto de la Patagonia, Punta Arenas |
Participando de esa corriente revisionista y
reinterpretativa, José Luis Alonso Marchante aborda la historia personal y
empresarial de quien fuera, por origen, su doble coterráneo, asturiano y
español como él, José Menéndez y Menéndez, inmigrante arribado al territorio en
el inicio del cuarto final del siglo XIX donde amasó una fortuna cuantiosa que
hace ya tiempo le ganó el remoquete de "Rey de la Patagonia" y que el
autor recupera para dar más fuerza al título del libro que comentamos. Comienza pintando
una Arcadia feliz como era la Patagonia (y Tierra del Fuego) antes de la
llegada de los europeos: país de la abundancia natural, en grandísima variedad
específica y en disponibilidad, poblado por aborígenes de cultura material más
bien escasa aunque con un rico acervo mítico y espiritual, respetuosos de su
entorno, dueños primigenios y legítimos de un tesoro de vida que habían
aprovechado desde lo más remoto y que aseguraba su continuidad. Pero todo ese Edén
comenzó a cambiar a contar de las postrimerías del siglo XVI para culminar,
prácticamente, en los inicios del XX con el virtual agotamiento de los recursos
animales y también de los bosques y pasturas, por obra de la codicia insaciable
motivada por el afán de la riqueza de los foráneos que se instalaron como
dueños y señores de la tierra. Todo ello es expuesto por el autor en un relato
que procura ser convincente y que, es obvio, busca predisponer al lector en
contra de los autores de tanta maldad exterminadora. Ésta, asimismo,
incorporó como variante formal la explotación de los pueblos aborígenes con los
que los foráneos entraron de cualquier modo en relación, afín de hacer más
eficaz y rendidor a su faena de aprovechamiento de los recursos naturales.
En este particular y en bien estudiado
planteamiento, el autor aborda ese trato devenido un calvario para los
indígenas con un resultado tan atroz como el conseguido en la explotación
económica, como fue la exterminación virtual de las etnias originarias y sus
culturas al punto que para la época de la culminación del proceso colonizador
una y otras pasaron a ser un mero recuerdo histórico. El resultado final de ese
dramático enfrentamiento intercultural feroz fue el triunfo de "la
civilización" (los foráneos) sobre "la barbarie" (los autóctonos),
que acabó con el dominio absoluto del territorio por parte de cuantos fueron
los últimos en arribar al mismo. Y en ese doble relato -explotación de recursos
naturales y de los humanos- Marchante con habilidad dialéctica va exponiendo y
machacando sus afirmaciones, empleando en ello un cuarto del texto total de la
obra. De esa manera, seguro de su éxito, esto es de la predisposición de sus
lectores, aborda al personaje histórico de su interés, que conforma el
arquetipo del explotador por la codicia y el afán de riqueza de que hizo gala
durante sus existencia, obrando según se relata, sin escrúpulo alguno, en un
juicio reiterativo donde no ahorra descalificativos para el protagonista y para
sus acciones. Y así prosigue la historia -a la manera de Marchante es claro- en
un relato donde este utiliza todo su conocimiento, su habilidad dialéctica y su
escasa (o ninguna) ética, amén de un lenguaje expositivo claro y sencillo. Al
final de tanto despliegue no queda títere con cabeza, pues Marchante avanza a
mandoble limpio cual nuevo Quijote matador de gigantes desaforados, endriagos y
malandrines, arremetiendo contra Menéndez, sus hijos, su yerno Braun, sus
empleados supervisores y sus asociados; contra las autoridades territoriales
desde gobernadores a policías, contra los misioneros salesianos o anglicanos
con Fagnano y Bridges a la cabeza, incluyendo al célebre Lucas, hijo del
ultimo, y otros; ¡si hasta le toca al escultor Guillermo Córdova pues al autor
no le agradó la composición artística del monumento a Fernando de Magallanes en
Punta Arenas, porque el Descubridor está a más altura que los indígenas patagón
y fueguino que lo acompañan con la sirena y otros elementos en la decoración
del conjunto, posición que el autor estima es injusta y desdorosa para los aborígenes!
Mateo Martinic |
El autor usa con habilidad la narración de sucesos
lamentables y condenables como fueron las exhibiciones de indígenas ante
públicos europeos ("zoológicos humanos"), sabedor de su efecto
impresionante sobre el ánimo de los lectores poco o nada informado. ¿Qué
Menéndez no tuvo nada que ver con esos tristes hechos, a quién le importa si su
mención sirve al objetivo principal de la obra que es demoler a una figura
histórica y con ella a toda una época? Las afirmaciones falsas o engañosas se
suceden y podrían citarse varias como ejemplo, pero basta mencionar las
referidas a la asignación de responsabilidad a Menéndez en la desaparición de
los aónikenk del área de San Gregorio (pág.68), o la insinuación de la
deshumanización y perversidad de Nogueira (pág.116), o la invención de un
"retrato" de "cazadores de indios", utilizando para ello una fotografía que diéramos
a conocer por vez primera en 1982 en nuestra obra La Tierra de los Fuegos (pág.
159). Así es, Marchante usa y abusa de la interpretación a su amaño de noticias
históricas en orden a la afirmación de su pretendida verdad, tanto que cansa y
fastidia, reiteramos a quien está informado sobre la materia. Vale, para el
caso, la opinión del sociólogo Joaquin Bascopé, que
compartimos, manifestada en una carta el director del diario La Prensa
Austral de Punta Arenas en la que le exige a Marchante que lo desvincule de la
trama argumental empleada en la obra que se comenta, por su manifiesta torcida
intensión: "Son tantas las manipulaciones intencionadas de las fuentes,
tanta la simplificación de la historia, en el par víctima/victimario que,
aunque esto agrega viveza al texto, lo aleja demasiado de la objetividad y de
la verdad histórica de la que presume".
En fin, agregamos para concluir, no se puede
escribir la historia de la forma que lo hace Marchante en el libro que se
comenta, en que más que mostrar una faceta novedosa del pasado, sin mengua para
la verdad, se evidencia un designio claro y preciso de revisión destinado a
impresionar a lectores incautos. Nada más alejado de la verdad histórica que
este "libro definitivo" que nos presenta Osvaldo Bayer en su prólogo,
por su intencionalidad aviesa. Es un esfuerzo perdido, una obra que nada aporta
al mejor conocimiento del pasado magallánico y que sí lo daña con su
perturbador contenido. Mateo Martinic B.
Biografía de Menéndez escrita por Martinic, 2001 |
Estimado señor Martinic Beros, abogado e historiador chileno: soy una de las incautas y poco informadas lectoras del libro de José Luis Alonso Marchante sobre la violenta colonización de la feliz Arcadia patagónica y fueguina, y lo que realmente me impresiona no es la intención del autor que Ud.cree vislumbrar (y aprovecho para recordarle que la palabra se escribe con C y no con S) si no, más bien, la intencionalidad de su crítica, al poner en duda y es más, incluso negar, lo que fácticamente sucedió. La arrogancia y altivez de su crítica, dejan entrever cierto desorden intelectual propio de aquellos que sienten que ya todo lo saben o, siendo más suspicaz, la de aquellos que intentan disculpar la inmoralidad de la ambición sin freno justificando lo éticamente injustificable.
ResponderEliminarEl Sr. Martinic, el "Villalobos" magallánico... que pretende tapar el sol con un dedo.. y soslayar la enorme deuda histórica que tienen sus socios del "establisment" puntarenense. Por el, quizás debería eliminarse de la RAE, la palabra GENOCIDIO.... Lamentable y patético, cuando la ética tiene precio ¿O no Sr. Martinic?
ResponderEliminarSr martinic lamentablemente para ud el libro José Menendez rey de la Patagonia no dice más que la verdad, los descendientes de Menendez y braum aún siguen en el poder hoy en día haciendo de las suyas en el país Tanto en Chile como en argentina y lamentablemente la patagonia no es del pueblo es de pocos ahora empresarios que extraen nuestros recursos y los más triste es que esta tierra aún siguen siendo de ellos
ResponderEliminar