18 de noviembre de 2017

La expedición antártica belga (1897-99) en Punta Arenas

El 1 de diciembre de 1897 atracaba en la rada de Punta Arenas, La Belgica, un velero de tres palos comandando por Adrien de Gerlache, cuyo destino era la exploración de la Antártida en un viaje que habría de durar más de dos años. Su tripulación estaba compuesta por científicos y marineros de diversas nacionalidades, belgas, noruegos o polacos. Entre ellos se encontraba un joven de 25 años llamado Roald Amundsen, y que años después sería el primer hombre en llegar al polo sur geográfico. Los expedicionarios belgas fueron los primeros en pasar un invierno completo en el continente blanco, una hazaña que Gerlache narró en su libro “Quince meses en la Antártida”. Esta obra incluye una descripción de la Punta Arenas finisecular e, indirectamente, contiene una prueba más de las matanzas de Selk’nam que entonces se encontraban en pleno apogeo. Les invitamos a leer el siguiente párrafo de libro:


"La Belgica" en la Antártida
“Punta Arenas es la capital de los territorios chilenos conocidos oficialmente bajo la denominación Colonia de Magallanes. El nombre Punta Arenas, en inglés Sandy Point, procede de la punta arenosa que avanza hacia el norte del fondeadero. Es la ciudad más meridional del mundo.
Ya, en 1582, se hizo una tentativa de asentamiento en el estrecho por el célebre navegante Sarmiento, con el fin de asegurar a España la posesión de este paso. Lo cierto es que, para ser exactos, Sarmiento no se estableció en el lugar del estrecho ocupado hoy por la pequeña ciudad chilena, sino más al sur, cerca del extremo de la península de Brunswick; llamó a esta lejana colonia Ciudad Real de Felipe. El rigor del clima, la imprevisión y la anarquía contribuyeron al desastre de esta colonia del extremo sur: el nombre de Puerto Hambre, perpetuado en el recuerdo a través de los años, es suficientemente explícito para que no haya que insistir más.
A pesar de que la región magallánica se tenía por inhospitalaria y estéril, el gobierno chileno no dudó en fundar allí, en 1843, un puesto militar: Fuerte Bulnes. Habiendo pronto reconocido los inconvenientes y los peligros de este lugar expuesto a los heladas y que los Andes dominan de forma demasiado inmediata, se trasladó el establecimiento más al norte, cerca de la punta de arena de la que hemos hablado más arriba y que dispone de un fondeadero excelente, y que debido a su ubicación sobre el estrecho tiene una gran importancia estratégica.


Punta Arenas, capital de la región de Magallanes, en febrero de 1899
Como la de los asentamientos anteriores, la historia de Punta Arenas es abundante en peripecias, la última fechada en 1877. Punta Arenas era entonces una colonia penal donde los penados y sus guardianes llevaban una existencia miserable –tan desgraciada que finalmente todos se rebelaron, soldados y relegados juntos. Los rebeldes se apoderaron de la ciudad, mutilaron al comandante de la guarnición, condenándolo a muerte y cortándole la cabeza, que ataron a la puerta de la prisión. Después se dedicaron al saqueo. Sin embargo, tres días después, la aparición de una navío de guerra chileno les hizo huir. Los amotinados cometieron la imprudencia de cargar su botín en los cuarenta caballos de que disponían, una colección de objetos inútiles, sin preocuparse de llevar víveres. Después de matar a todos los caballos para subsistir, perecieron hasta el último de ellos en el desierto patagón.
Este drama iba a tener una feliz consecuencia sobre el futuro de Punta Arenas: la ciudad se encontró de pronto desembarazada de la prisión, que no fue restablecida, y de la triste población que la gangrenaba. A partir de entonces nada se oponía a su prosperidad.
El gobierno se esforzó en atraer hasta allí colonos, a los que les facilitaba el pasaje, reembolsable en largos plazos y sin intereses, les daba un terreno para trabajar, utensilios, cuatro vacas, un buey, dos caballos y materiales para construir una cabaña. Emigrantes de todos los países de mundo civilizado respondieron a la llamada y la colonia no tardó en progresar. Cuatro años más tarde, la población había pasado de 195 a 800 almas.


Hotel de France, el lugar donde se alojaron los expedicionarios belgas
Desde 1868 los vapores de la Pacific Steam Navigation Company habían comenzado a atravesar el estrecho de Magallanes haciendo escala en Punta Arenas. Hoy, paquebotes alemanes se alternan con los vapores ingleses; Punta Arenas se encuentra así comunicada semanalmente con Valparaíso, con Buenos Aires y con Europa. Declarada puerto franco el mismo año de 1868, Punta Arenas no ha cesado de crecer y, cuando nosotros estuvimos allí, la población se elevaba a unos 4.500 habitantes.
La clase proletaria está compuesta mayoritariamente de dálmatas, gentes laboriosas y honestas, que se dedican sobre todo a los oficios del mar; los alemanes son muy numerosos y varios de ellos han prosperado en el comercio; todos los países de Europa están representados al menos por algunos colonos. El personal administrativo chileno se compone de un gobernador civil, un oficial de justicia, empleados de correos, un recaudador de impuestos o tesorero, un cirujano médico, un capitán del puerto.


Adrien de Gerlache en una postal de la época conmemorativa de la expedición antártica
Por otro lado, la pequeña ciudad patagónica es la sede principal de las misiones de los reverendos padres salesianos que dirigen dos establecimientos que albergan algunos centenares de fueguinos; el de isla Dawson, en territorio chileno, y el de Río Grande, en la parte argentina de Tierra del Fuego.
Desde que un inglés, M. Reynard, tuvo la idea de traer ovejas desde las islas Malvinas y funda una “estancia” en los alrededores de Punta Arenas, su ejemplo ha sido seguido por otros. La ganadería ovina se practica ahora en toda la Patagonia austral e incluso, al otro lado del estrecho, en la parte pampeana de la Tierra del Fuego. Es en Punta Arenas donde los estancieros embarcan la lana. Es en sus tiendas, grandes bazares donde se encuentra de todo, donde vienen a proveerse de lo que necesitan. Es allí precisamente donde los mineros, buscadores de oro, venden las raras pepitas que encuentran en esos parajes desolados, desde el cabo Vírgenes hasta el cabo de Hornos, y sobre todo en el pequeño Arroyo del Oro; también es allí donde gastan en orgías el valor de algunas cientos de gramos del precioso mineral que han tardado en ocasiones meses en recoger.
Hace algunos años se hablaba con entusiasmo del carbón, del cual se pretendía haber encontrado una veta importante en los alrededores de la ciudad. Se formó una compañía para explotarlo y se construyó una pequeña vía férrea, y entonces se dieron cuenta que el carbón tan mentado no era otra cosa que un lignito de baja calidad que no merecía los gastos de explotación.
Algunos negociantes arman en Punta Arenas pequeñas goletas para la caza de lobos, sobre los islotes del sur y del oeste de Fuegia; consiguen de este modo elevados ingresos, a pesar de las prohibiciones establecidas por el gobierno chileno para preservar del exterminio estos interesantes pinnípedos.


Busto en recuerdo de De Gerlache en Ushuaia, Argenetina
Hombres con iniciativa han establecido importantes aserraderos, canteras de construcción, forjas. Otros, son cuatro o cinco, ejercen el oficio de buzo, que los naufragios y los accidentes del mar, muy frecuentes en estas regiones, son extremadamente lucrativos.
En resumen, Punta Arenas no es el “pequeño agujero” que se podría creer. Sería exagerado por otro lado pretender que es una bella ciudad. Largas, trazadas mediante líneas, según el sistema de cuadras, las calles no están pavimentadas y son poco menos que impracticables cuando llueve, lo que sucede muy a menudo. Están bordeadas de casas bajas, construidas en madera y recubiertas de chapas onduladas, ocupadas casi todas por grandes tiendas donde se amontonan las mercancías más disparatadas. Como todas las ciudades hispanoamericanas, Punta Arenas tiene una plaza pública, de forma rectangular, donde se encuentra el palacio del gobernador, edificio de una planta construido en ladrillo y piedra. Sobre la misma plaza se encuentra el último vestigio de los primeros días de la colonia, la antigua residencia oficial, fea casa de madera, anteriormente cubierta de tejas y que ha sido curiosamente parcheada con chapas, pizarras, planchas, incluso paja, lo que proporciona a esta casucha un aire tan lamentable como pintoresco. Es allí donde está instalado ahora el puesto de policía. Punta Arenas posee varios hoteles, entre ellos uno regentado por una francesa de Marsella, mademoiselle Euphrasie Dufour, donde tuvimos la suerte de alojarnos.
Una de las curiosidades locales es el cuerpo de bomberos. Esta institución está organizada por los propios habitantes; sus miembros son comerciantes, estancieros o funcionarios, todos voluntarios. Poseen buen material y un local muy amplio que, desde que llegamos, fue puesto amablemente a nuestra disposición. Se trata de un edificio construido siguiendo el modelo de las antiguas casas coloniales americanas, con la fachada pintada en rojo y decorada con columnas. Los salones de este puesto son el lugar de reunión de los señores bomberos, que vienen todas las noches a jugarse a las cartas miles de dólares, bebiendo grandes vasos de cerveza y de otras bebidas.
Punta Arenas es de lejos una de las ciudades del mundo donde más se bebe. El número de barriles y de botellas de vino o de licores que se importan cada año es muy considerable. Una vez vaciadas, los barriles son empleados en las fundiciones de grasa de oveja. En cuanto a las botellas, algunos habitantes han encontrado un uso bien original: construyen las casas con ellas tras machacarlas en un mortero.
Funcionarios, colonos, oficiales del barco chileno Magallanes, se esfuerzan por hacernos agradable nuestra estancia, que tuvo que prolongarse debido a dificultades en el embarque del carbón, enviado desde Bélgica y que tuvimos que esperar en el muelle.
El segundo domingo fuimos invitados a un gran picnic. Éramos quizá sesenta personas en total en esta fiesta campestre, y sin embargo había diecinueve nacionalidades representadas. Un suizo, antiguo oficial del ejército ruso, era nuestro anfitrión. ¡Fue muy interesante escuchar a esta gente contarnos sus novelescas vidas!
Me senté al lado de un millonario de Tierra del Fuego, dueño de una estancia de 100.000 lanares y que tiene como empleados a unos carabineros, a los que paga una libra esterlina por cada cuero cabelludo de “perro salvaje”; así es como llaman a los infortunados indios en el mundo de los negocios”.


Selk'nam de Tierra del Fuego, víctimas de matanzas y persecuciones





4 de noviembre de 2017

Asesinatos de Kawésqar en Magallanes, 1874

Óscar Viel Toro (1837-1892) fue un militar y marino chileno, que ejerció el cargo de gobernador de Magallanes, Chile, en la década de 1870 y a quien la historia oficial le atribuye todo el mérito de la “europeización” de la región, es decir, de ser el impulsor de la inmigración de origen europeo (franceses, españoles, suizos, centroeuropeos) con destino a la entonces incipiente colonia de Punta Arenas.
    Lo que no todo el mundo sabe es que el gobernador Viel, con calle hoy en Punta Arenas, fue un perseguidor implacable de los kawésqar, habitantes ancestrales del territorio desde miles de años antes de que el primer colono se instalara en la zona. Viel organizó varias expediciones armadas que provocaron verdaderas masacres de hombres, mujeres y niños, que apenas podían defenderse con piedras de las mortíferas armas de fuego de los empleados de la gobernación. En sus informes privados al ministro en Santiago de Chile, como este de septiembre de 1874 que ahora hacemos público y que está escrito de su puño y letra, califica a los kawésqar de “bárbaros” y aunque lamenta “matar a esos infelices” no dudará en organizar nuevas expediciones de castigo y escarmiento.

Dalca Kawésqar a fines del siglo XIX
    Este estremecedor documento es un claro ejemplo de la salvaje desproporción del castigo aplicado a los indígenas sospechosos de latrocinio de ganado, y que en el caso de los Selk’nam tomará la magnitud de verdadero genocidio que todavía espera reparación por parte de los estados de Chile y Argentina. Asesinatos, persecuciones, deportaciones en masa, brutales actos llevados a cabo contra los pueblos autóctonos de la Patagonia y la Tierra del Fuego con un único objetivo; que un puñado de grandes latifundistas (Menéndez, Braun, Stubenrauch, Montes, Nogueira, etc.) se apropien de sus tierras para hacerse, ellos y sus familias, inmensamente ricos.
     Les invitamos a leer la transcripción de este revelador documento histórico.

Niñas kawésqar en la playa, Joseph Emperaire, 1948

Informe del gobernador de Magallanes Oscar Viel al ministro de Colonización, de fecha 6 de septiembre de 1874*:

“Desde tiempo atrás venía notando por los encargados del cuidado del ganado fiscal los esqueletos i restos de animales muertos, por los Fueguinos, los que a pesar de la gran vigilancia que se tenía, no habían podido ser sorprendidos.
Como era natural suponer, se les buscaba del lado de la playa i era harto extraño que ni siquiera se apercibiese en ella rastros donde tomasen sus embarcaciones. Esto hizo suponer que talvez se hallarían en el monte, procediendo desde el mar de Ottway.
Con ese fin dispuse marchase una expedición compuesta de seis individuos, los que a un día de marcha encontraron las guellas. Seguidas estas, alcanzaron hasta un escarpado monte en el centro de la península de Brunswick, en cuya cima se hallaban alojados los bárbaros.
Fue necesario que los expedicionarios treparan el monte desmontados, por escalerillas labradas en la tierra, hechas por los indios, posición escogida por ello sin duda para estar en seguridad.
Llegados a su guarida, fueron recibidos los expedicionarios con flechas y piedras lanzadas por ondas, las que afortunadamente no lograron sino herir levemente a uno de los expedicionarios.
Atacados, fueron muertos 6 indios i 2 mujeres, habiéndose defendido hasta llegar a hacer uso de sables de guerra con que se hallaban armados, provenientes sin duda de algún naufragio i de los cuales me permito remitir a V. una muestra.
Fueron además tomados tres indiesitos pequeños los que si V. tiene a bien, pueden ser remitidos a esa capital para que puedan ser educados en algún establecimiento de beneficiencia.

La falta de municiones obligó a los expedicionarios a volver al establecimiento de Agua Fresca, donde un fortísimo temporal les ha impedido expedicionar nuevamente contra los fugitivos, que se calculan en 7 ú 8.
Es probable que otras partidas de indios se hallen en esos lugares, por cuyo motivo he ordenado que tan pronto como el tiempo lo permita se emprendan nuevas expediciones, para evitar los perjuicios ocasionados en el ganado, los cuales no han sido de poca consideración, habiéndose encontrado en la guarida a que me he referido 29 cueros, 13 de ellos de animales menores i es presumible que no sean estos solos los que han muerto.


El jefe de la partida me ha hecho presente que solo la necesidad le obligó a matar a esos infelices, teniendo encargo de solo tomarlos, para procurar arrancarlos de la barbarie i conocer si fuese posible por ellos sus costumbres i particularidades, que sin duda no dejarán de tener interés.
Del resultado de la nueva expedición que debe salir, daré oportunamente cuenta a V.

Fdo.: Oscar Viel”


*Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores, Santiago de Chile, 49 A: 303.

Niños Kawésqar, Paz Errázuriz, 1994



2 de septiembre de 2017

Chiloé y la Historia de la Patagonia

En noviembre de 2016 tuve el privilegio de participar en la XVII Feria del Libro de Chiloé para presentar mi libro "Menéndez, rey de la Patagonia". Además, fui invitado a dar varias charlas a los alumnos y alumnas de los liceos de Castro. Uno de los temas tratados fue "Chiloé y la Historia de la Patagonia". Les compartimos en este blog las imágenes utilizadas en esas exposiciones, que ponen de relieve la tremenda importancia y el enorme protagonismo de las mujeres y los hombres chilotes en la Historia de la Patagonia. Como los de esta fotografía, peones de las estancias María Behety y José Menéndez de Tierra del Fuego, que posan para la cámara en los años 40 del siglo pasado, sonrientes, orgullosos.



La "Tabla Geographica del Reyno de Chile", de 1646, es uno de los mapas más antiguos que se conservan y en el que, en la parte de abajo, aparece dibujada la isla de Chiloé en posición "acostada". Esto se debe a que, para la época, muchos mapas se orientaban hacia el Este, no hacia el Norte. La Tierra del Fuego tiene contornos imprecisos dado el poco conocimiento que se tenía sobre su geografía y sus habitantes, que aparecen dibujados con gran derroche de imaginación.



El 21 de septiembre de 1843 Chile tomaba oficialmente posesión del estrecho de Magallanes. La goleta "Ancud" al mando de John Williams, un marino británico al servicio de Chile, partió de Chiloé con una tripulación compuesta mayoritariamente por chilotes, que formaron además el grueso de los primeros colonos en la Patagonia. Este óleo que representa Fuerte Bulnes, con las nevadas montañas de Tierra del Fuego al fondo, fue pintado por Alessandro Ciccarelli en 1848 y se conserva en el Museo Regional de Magallanes en Punta Arenas.



El 18 de diciembre de 1848 es la fecha oficial de la fundación de Punta Arenas, cuando la incipiente colonia chilena sobre el estrecho de Magallanes se trasladó desde Fuerte Bulnes a su actual ubicación. El nombre se debe a John Byron, que bautizó el lugar como Sandy Point en el siglo XVIII debido a las arenas que acarrea el río de las Minas. Los primeros habitantes fueron un heterogéneo grupo de colonos procedentes de Chiloé, soldados destinados al servicio de armas, relegados con sus familias, marineros varados en tierra, todos ellos verdaderos pioneros que con su trabajo y su voluntad pusieron en pie la ciudad. Los primeros habitantes de Punta Arenas mantuvieron pacíficas relaciones con los Aónikenk, que venían a comerciar a la ciudad. Más tarde llegarían los emigrantes europeos, transformándola en una localidad cosmopolita e universal; españoles, franceses, suizos y sobre todo croatas, a los que les cabe el mérito de haber construido piedra a piedra las calles de la ciudad, en un esfuerzo titánico. Punta Arenas, la hermosa ciudad a orillas del estrecho de Magallanes aparece aquí en una de las fotografías más antiguas que se conservan, tomada por el francés Paul-Émile Miot en 1868.



Los trabajadores rurales, la mayoría Chilotes, estuvieron durante décadas sometidos a un perverso sistema de explotación laboral. Los jornaleros de las estancias eran trasladados en barcos desde Chiloé para trabajar en la esquila, obligados a agotadoras e interminables jornadas de trabajo, hacinados en barracones insalubres, sin asistencia médica, sin poder traer a sus familias. Mientras los grandes terratenientes cobraban en libras esterlinas, a los trabajadores se les pagaba en vales y fichitas de la sociedad ganadera, en lugar de pesos corrientes.


En enero de 1919 en Puerto Natales (Chile) se llevó a cabo una protesta de los obreros del frigorífico, propiedad de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, solicitando una rebaja del coste de los artículos de primera necesidad que suministraban las casas de comercio mayoristas. El administrador de la empresa disparará contra un dirigente sindical, matándolo, y a consecuencia de las escaramuzas con los carabineros morirán seis obreros y cuatro policías. La casa de comercio de Braun & Blanchard es incendiada, acusada de inflar los precios de las mercaderías básicas. Un batallón del ejército chileno y fuerzas de la policía argentina pondrán fin violentamente a la denominada “Comuna de Natales”. Fueron detenidos una treintena de trabajadores, condenados a largos años de prisión debido a las presiones de la empresa, que pedía penas severas para que sirviera de escarmiento a quienes pretendiesen en el futuro soliviantar el orden.



El 27 de julio del año 1920 se produjo el asalto e incendio del local de la Federación Obrera de Magallanes (F.O.M.) en Punta Arenas, provocando una masacre entre los trabajadores que allí se encontraban. El salvaje ataque fue llevado a cabo por las “guardias blancas”, formadas por militares, policías y empleados pertenecientes a la ultraderechista Liga Patriótica y nombradas así en homenaje a los ejércitos zaristas que habían sido derrotados por los comunistas en la guerra civil rusa. Los grandes terratenientes de apellidos "ilustres" respondían así con toda su violencia contra un movimiento obrero que recién comenzaba a organizarse para exigir unas condiciones dignas de trabajo a sus patrones. La historia oficial borró de un plumazo las reivindicaciones obreras y trató de imponer una visión idealizada del pasado, que enseña que los pobres no deben rebelarse contra las grandes fortunas, fulminándose el cuestionamiento del orden desde abajo. Pero las fotografías de la época nos hablan de una lucha digna y valiente de hombres y mujeres que aspiraban nada más y nada menos que a una sociedad mejor.



La legendaria protesta de estos obreros chilotes, que fueron capaces de mirar de frente a sus patrones, y liderar, junto a trabajadores argentinos y europeos, las Huelgas Rurales de 1921 en Santa Cruz (Argentina), figura ya en los anales de la historia del movimiento obrero. Solo la fuerza de las armas los pudo someter. Las justas protestas de los jornaleros terminarán en un baño de sangre, con un millar de obreros asesinados por el ejército argentino sin que las autoridades en Chile, ni civiles ni religiosas, protestaran lo más mínimo. 




Esquiladores, velloneros, campañistas, alambradores, cocineros, domadores, miles de hombres han trabajado a lo largo de la Historia en las estancias de la Patagonia y Tierra del Fuego, lejos de su familia, sometidos a durísimas condiciones de vida y de trabajo, cobrando unos sueldos ínfimos en relación a su tremendo esfuerzo. La fotografía fue tomada por Grégoire Korganow en 2003, y refleja la sabiduría atesorada en ese rostro de hombre curtido por el viento incesante de la Patagonia.



En 1988 el genial fotógrafo holandés Robert Vander Hilst visitó la Tierra del Fuego e inmortalizó a los peones de la estancia María Behety. Entre los fotografiados estaba Pedro Coñocar de Calbuco. En la instantánea el fotógrafo consiguió atrapar una mirada que simboliza a todos los trabajadores rurales de las estancias de la Patagonia, muchos de ellos chilotes. Hombres con las manos partidas a causa del duro trabajo en el campo y el rostro curtido y quemado por el frío viento fueguino, siempre a la intemperie, pensando en la familia que quedó en Chiloé, en otras provincias de Chile o del norte de Argentina. Durante un siglo, con su duro trabajo y sus terribles condiciones laborales, estos hombres contribuyeron a que un puñado de terratenientes se hicieran inmensamente ricos a su costa. La familia Braun-Menéndez llegó a poseer cuatro millones de hectáreas mientras que sus jornaleros ni siquiera tenían derecho a una pensión de jubilación cuando el cuerpo ya no daba para trabajar más. A pesar de que no figuran en los libros de historia, ellos hicieron grande la Patagonia.






A pesar su enorme protagonismo en la colonización y desarrollo de la Patagonia, los hombres y mujeres chilotes han sido deliberadamente excluidos de los libros oficiales, hasta el punto de que en 1997 el geógrafo francés Philippe Grenier escribía: "Su aportación ha sido tan poco digna de atención por parte de la historia "oficial" que incluso una extensa obra como "Historia de la región magallánica" de Mateo Martinic no consagra en sus 1.424 páginas ni un solo párrafo a la aportación de los chilotes a la colonización de la Patagonia; es como si fueran tan comunes como el aire y el agua...". En la imagen, cruces en Caleta Tortel, que recuerdan la muerte en 1903 de más de sesenta trabajadores chilotes que, contratados por la Compañía Explotadora del Baker, detrás de la que se encontraban capitales de poderosos empresarios de Santiago y Valparaíso, fueron abandonados a su suerte sin apenas provisiones durante varios meses. El escritor Mauricio Osorio Pefaur es autor de un excelente libro "La tragedia obrera del Bajo Pisagua. Río Baker, 1906" (Ediciones Ñire Negro, 2015) que rescata la memoria de estos humildes trabajadores chilotes.



La inauguración en 2013 del "Monumento a la Goleta Ancud" en Punta Arenas reparó en parte esta injusticia histórica de olvido del aporte chilote a la colonización de la Patagonia. Sin embargo el proceso no estuvo exento de polémica al proyectarse esculturas de hombres con rasgos nórdicos, parecidos a superhéroes, que nada tenían que ver con la fisonomía de los marineros chilotes que llegaron a Magallanes. La fotografía del monumento ha sido cedida amablemente por los autores del blog "Las aventuras de Rubik".