25 de abril de 2021

A 500 años de la muerte de Hernando de Magallanes, una controvertida figura histórica

En marzo de 1520 apareció frente a las costas de la Patagonia una flota española formada por cinco barcos y capitaneada por un portugués, Hernando de Magallanes. Aunque los hombres que componían la expedición entonces no lo sabían, estaban protagonizando un acontecimiento histórico, ya que un reducido grupo de ellos iba a completar años después la primera vuelta al mundo. En realidad, el principal interés de los expedicionarios era puramente económico, puesto que su objetivo era localizar una nueva ruta para llegar a las Molucas, las fabulosas “islas de las especias”. Muy visitadas desde tiempos antiguos por mercaderes chinos, árabes e indios, en 1512 los portugueses instalaron allí una fortaleza para monopolizar este comercio. Se trataba de alcanzar la codiciada región por mar, ya que las rutas terrestres hacia Oriente habían sido clausuradas tras la caída de Constantinopla en manos del poderoso Imperio otomano en 1453. También se hacía necesario evitar la navegación por el litoral de África donde Portugal, para entonces enemigo mortal de los españoles, tenía una poderosa flota y varias ciudades amuralladas. 

Hernando de Magallanes, en pose conquistadora

El viaje fue azaroso y lleno de dificultades, de tal forma que, cuando los marinos tocaron las costas de la Patagonia, una buena parte de los capitanes y tripulantes se encontraban en franca rebeldía, convencidos de que no existía ningún paso entre los océanos y que había que emprender el regreso a España. Magallanes, que conocía bien la cartografía de la época y estaba seguro de hallar ese paso, reaccionó con gran violencia contra los sediciosos y ahogó en sangre la revuelta, ejecutando a los principales cabecillas de la misma: “Luego que hubo amanecido, mandó Magallanes a tierra el cadáver de Mendoza y lo hizo descuartizar, pregonándolo por traidor, ahorcó a Gaspar de Quesada y lo descuartizó con igual pregón, por mano de Luis de Molino, su cómplice y criado; sentenciado a quedar desterrado en aquella tierra Juan de Cartagena y a un clérigo, su confidente”. Conocemos las peripecias de este viaje gracias principalmente al relato del italiano Antonio Pigafetta, que formaba parte de la tripulación y se convirtió en el cronista de la expedición. En su diario anotó los avatares y penurias de una travesía que duró tres largos años y en la que perecieron la mayoría de los hombres embarcados en el puerto de Sevilla, Hernando de Magallanes incluido. 

Solventada la rebelión, la flota española permaneció durante el invierno en las costas de la Patagonia, donde se encontraron con los míticos aónikenk. A los visitantes les llamó poderosamente la atención la gran envergadura y corpulencia de los habitantes nativos: "Un día apareció de improviso en la playa un hombre de estatura gigantesca, casi desnudo, que, bailando y cantando, se echaba arena en la cabeza (…) Era tan alto aquel hombre, que le llegábamos a la cintura, siendo en lo demás muy proporcionado. Era ancho de cara, cuyo contorno estaba pintado de rojo, de amarillo el de los ojos, y en los carrillos dos manchas en forma de corazón. Su traje, muy elemental, estaba hecho de pieles cosidas; son de un animal que tiene cabeza y orejas de mula, cuello y cuerpo de camello, patas de ciervo y cola de caballo, y relincha como este. Abunda mucho en esta tierra según pudimos ver más adelante". Los europeos bautizaron a este pueblo con el nombre de patagones, palabra que más tarde evolucionará y servirá para nombrar a la región entera, Patagonia. 

Aónikenk en Bahía San Gregorio, 1831

A Hernando de Magallanes se le antojó llevarse de vuelta a España a algunos de esos extraños “gigantes” para exhibirlos como sus trofeos en la corte real: "Mostró empeño en quedarse con los dos más jóvenes de aquellos salvajes. Para conseguirlo empleó la astucia más bien que la fuerza; el recurrir a ella habría costado la vida a más de uno de nosotros. Regaló a todos cuchillos, espejos, cascabeles, cuentecillas de vidrio; tantas cosas que tenían las manos llenas. Enseñóles después unos anillos de hierro, que no eran otra cosa que grillos, y, viendo cuánto les gustaban, se los ofreció también; pero tenían las manos tan ocupadas, que no podían tomarlos, observado lo cual por el capitán general, les hizo entender que se los dejaba poner en los pies, y con ellos se marcharían, a lo que accedieron por señas. Entonces nuestra gente les puso los anillos y pasaron la clavija del cierre, que remacharon con presteza. Mostráronse recelosos durante la operación manifestándolo así; pero el capitán general los tranquilizó. Apercibidos, no obstante, del engaño se pusieron furiosos; bufaban, daban tremendos alaridos e invocaban a Setebos, o sea el demonio, en su ayuda. Se intentó detener también a los otros dos, mas fue preciso usar de la fuerza, pues resistíanse de tal modo, que apenas si nueve hombres bastaron para derribarlos en tierra y poderles amarrar las manos". Ninguno de los dos muchachos llegó a España. Ambos murieron en la larga travesía, afectados por las enfermedades y la reclusión a bordo. 

Selk'nam presos con grilletes en San Sebatían, 1896

Ya hemos visto cómo este primer contacto entre indígenas y europeos estuvo muy lejos de ser cordial. Bien al contrario, la mayoría de los encuentros entre los navegantes y los pueblos originarios de Patagonia y Tierra del Fuego serán muy violentos, puesto que a los conquistadores los movía casi exclusivamente un desmedido afán de riqueza. El enfoque histórico tradicional que presentaba el “descubrimiento” de América como un diálogo y encuentro de dos mundos, como la interconexión entre culturas, ha sido ya ampliamente superado ante la realidad de los hechos: asesinatos, robos de tierras, malos tratos, deportaciones, contagio de enfermedades, esclavitud. Como afirma el periodista magallánico Rafael Cheuquelaf, “acontecimientos similares tildados de descubrimientos son en realidad actos violentos que implican daño y padecimientos para los ‘descubiertos’, los habitantes del lugar, que son incorporados sin saberlo ni quererlo a una dinámica de tipo imperialista de la que son víctimas”. Estos violentos encuentros provocaron una catástrofe sin precedentes, ya que se calcula que, en solo un siglo, murieron el noventa por ciento de los nativos americanos, posiblemente el desastre demográfico más extremo de la historia de la humanidad. 

Finalmente, el 27 de noviembre de 1520, los tres barcos restantes alcanzaron la boca occidental del estrecho, completando el recorrido de este paso legendario. Nada más salir a mar abierto, el inmenso océano con el que se encontraron fue bautizado por los expedicionarios con el nombre de océano Pacífico, al ponderar las aguas serenas y calmas por las que navegaron. Merece la pena hacer aquí un inciso para señalar cómo, aprovechando este suceso histórico, algunas personalidades de la región de Magallanes se han empeñado, aunque sin mucho éxito, en datar el “descubrimiento” de Chile en 1520, adelantándose así en quince años a la conquista de Diego de Almagro por el norte. El alcalde de Punta Arenas organizó para 2020 los festejos de los “500 años del descubrimiento de Chile”, un acto en el que esperaba congregar al presidente de Chile y a autoridades de España y Portugal, y que quedó deslucido por la pandemia del COVID. En cualquier caso, la celebración iba en la misma línea de lo sucedido en 1920 cuando, con ocasión del IV centenario, se inauguró el monumento a Magallanes. Construido en el centro de la Plaza de Armas de la ciudad por decisión testamentaria del terrateniente José Menéndez, se hizo con la clara intencionalidad de engrandecer la figura del navegante portugués, la del mismo Menéndez y de paso la de todos los europeos que serían considerados como únicos impulsores del progreso de esas regiones. 

Ahora bien, defender el nacimiento de Chile en 1520 es un claro ejemplo de anacronismo histórico, puesto que sabemos que Magallanes y sus hombres atravesaron apresuradamente el estrecho, sin detenerse a explorar la región y mucho menos a “fundar” ningún país. Los expedicionarios no tenían interés alguno en radicarse en la zona y apenas si pusieron el pie en tierra, lo justo para aprovisionarse de agua y otras mercancías. Su única obsesión era llegar a Asia, al archipiélago indonesio famoso por sus riquezas en nuez moscada y clavo de olor. Volviendo a la descripción de Transilvano: “Y como el capitán Magallanes considerase que aquella tierra era muy fragosa, y que aun en aquel tiempo que duraban los días diecinueve horas hacía por allí grandísimos fríos, y que era tierra de continuas y perpetuas frialdades en todos los tiempos del año, parecióle que era tiempo perdido haber de explorar ni saber lo que en tal tierra había, por lo cual no gastando allí muchos días sin provecho, tiró con sus tres naos por el estrecho adelante, yendo siempre con mucho tiento para no tocar en tierra, y así pasó y llegó al otro mar del sur, donde era su principal propósito de ir”. En esta desenfrenada competición por ser los primeros se trató de sumar también la localidad argentina de Puerto San Julián, el lugar donde los europeos invernaron al llegar a las costas de América del Sur. Un par de senadores propusieron que la ciudad fuera declarada “Punto Cero” del origen de la región patagónica con el objetivo de “que se conozca y se valore dónde y cuándo comenzó la historia de nuestro país (…) tuvo lugar la primera estadía de europeos en territorio argentino, la primera misa en el territorio, el primer encuentro entre la población europea y los primeros pobladores originarios del lugar, donde nace el concepto de Patagonia y es la primera toponimia del país”. En su propuesta, los políticos se olvidaron de señalar que San Julián también es el lugar donde Magallanes ejecutó violentamente a los capitanes rebeldes y donde secuestró a dos aónikenk que murieron poco después en alta mar. 

Mientras Argentina y Chile se disputan el derecho de haber sido los “primeros” en tener a los europeos en la Patagonia, empiezan a aparecer ya movimientos sociales de rechazo a la forma en la que se quiso conmemorar este aniversario y que, a imagen y semejanza de lo que ocurrió en 1992 con el V Centenario del Descubrimiento de América, deslucieron con sus protestas pacíficas las celebraciones oficiales en los distintos países. Y es que conviene recordar que kawésqar, aónikenk, yaganes, haush y selk’nam llevaban miles de años habitando lo que hoy es la Patagonia chilena y argentina, y son por tanto estos pueblos, y no los europeos, los que en todo caso merecerían el título de “descubridores de la región”.

Continuando con el relato del viaje, una vez que los barcos españoles pasaron de largo por el extremo más meridional de América y cruzaron en toda su amplitud el océano Pacífico, arribaron en marzo de 1521 a las actuales islas Filipinas. Allí, desobedeciendo las órdenes recibidas por el rey y en contra de la opinión de sus capitanes, que querían continuar el viaje, Hernando de Magallanes decidió someter por la fuerza de las armas a los habitantes autóctonos. Se trataba de obligarlos a aceptar la religión católica y la sumisión al reino de España, de imponer a sangre y fuego lo que el antropólogo norteamericano Edward H. Spicer ha llamado “cultura de conquista”, y que se caracterizaba por la violencia irracional, la usurpación de tierras y la destrucción de pueblos enteros. Así, el 27 de abril de 1521 el capitán general desembarcó en la isla de Mactán al mando de sesenta hombres fuertemente armados con el fin de doblegar la resistencia de un grupo de isleños rebeldes. Aunque el armamento de los soldados españoles, que disponían de mosquetes, ballestas, bombardas, armaduras y corazas, era muy superior, los nativos les tendieron una emboscada, los derrotaron en la misma playa y mataron de un certero lanzazo a Magallanes. Muerto el jefe de la expedición, los dos barcos que le quedaban a la flota zarparon con destino a España, ambos con sus bodegas cargadas de especias, pero cada uno tomando una dirección diferente. 

Lapu-lapu, el hombre que mató a Magallanes, héroe nacional en Filipinas


El 6 de septiembre de 1522 atracaba en el puerto de Sanlúcar de Barrameda al mando de Juan Sebastián Elcano la nao Victoria, el único barco superviviente con diecisiete tripulantes que habían resistido a un larguísimo viaje de más de tres años de duración. A pesar del alto costo en vidas humanas, la expedición comercial fue un éxito y la ruta de las especias a través del océano Pacífico quedó definitivamente abierta. Enseguida los barcos optaron por el rumbo del cabo de Hornos, que, a pesar de las frecuentes tempestades, era más propicio para la navegación a vela que el estrecho. La extraordinaria hazaña de estos hombres, que fueron capaces de dar por vez primera una vuelta completa al mundo en sus frágiles embarcaciones, figura ya en los anales de la navegación. 

Hay que advertir, sin embargo, que esta primera circunnavegación del globo terráqueo fue producto de las circunstancias, ya que los expedicionarios tenían previsto hacer el camino de vuelta por la misma ruta de ida. Las terribles penalidades sufridas, que supusieron la pérdida de la mayor parte de la flota y de la tripulación original, convencieron a Elcano de que, a pesar de la hostilidad de los portugueses, intentar la vuelta a España atravesando el océano Índico y bordeando las costas africanas era mejor que regresar por donde habían venido, un largo viaje al que seguro no sobrevivirían. 

La Victoria, la nao en la que regresó Elcano después de completar la vuelta al mundo


Debido a la excepcional dimensión histórica de este viaje, en la actualidad también España y Portugal mantienen una querella para tratar de arrogarse todo el mérito de la gesta marítima. A pedido del director del diario español ABC, que protestaba por la ilegítima apropiación por parte de las autoridades portuguesas de la paternidad de la expedición, la Real Academia de Historia de España preparó un informe que sentenciaba “la plena y exclusiva españolidad de la empresa”. Como reacción, los historiadores portugueses han puesto el acento en la nacionalidad lusa de Magallanes y en el hecho de que fue al servicio de Portugal donde aprendió el arte de navegación. La respuesta de algunos autores españoles no se ha hecho esperar, borrando en sus relatos casi por completo el nombre del portugués Magallanes y ensalzando en su lugar el del marino vasco Elcano como el único impulsor de la legendaria "Vuelta al Mundo". A la hora de valorar estos acontecimientos históricos, tampoco debemos olvidar la violencia desatada por los navegantes contra los pueblos que se encontraron en su camino, tan extrema que incluso le costó la vida al propio Magallanes. Hoy en Filipinas, donde fue vencido el navegante portugués, se debate una propuesta para cambiarle el nombre al país, ya que es un homenaje al rey español Felipe II, que ni siquiera estuvo allí. Al mismo tiempo Lapu-Lapu, que según la leyenda fue quien ultimó a Hernando de Magallanes clavándole una lanza de bambú en el rostro, ha sido convertido en héroe nacional. Una imponente estatua del guerrero hecha en mármol se alza desafiante en el lugar de la batalla, símbolo de la resistencia contra los conquistadores europeos. 

El viaje de Magallanes-Elcano revolucionó la cartografía del globo, revelando una inmensa terra nullius o “tierra de nadie” disponible para ocupar. Estamos en la época de la doctrina del descubrimiento según la cual, en palabras de la historiadora indígena Roxanne Dunbar-Ortiz, “las naciones europeas adquirieron los títulos de las tierras que ‘descubrieron’ y los habitantes indígenas perdieron su derecho natural a esas tierras cuando llegaron los europeos y las reclamaron como propias”. Un concepto de derecho internacional que servirá durante siglos como justificación para la legalización de la conquista y la colonización, para devastar civilizaciones enteras y destruir pueblos indígenas, apropiándose de sus tierras y creándose en su lugar una oligarquía terrateniente tremendamente codiciosa.

Comunidades kawésqar protestando por las celebraciones de los "500 años" en Punta Arenas


La imagen histórica de Hernando de Magallanes se desdibuja a pasos agigantados. Las comunidades originarias lo rechazan por su papel de violento conquistador y en Filipinas el héroe nacional es precisamente el hombre que lo mató. En Chile y Argentina buena parte de la población cada vez cuestionan más a esos "próceres" de origen europeo y su legado. En España, su condición de "extranjero" ha hecho que su nombre haya sido prácticamente borrado de los últimos ensayos históricos, donde se glosa más a los españoles participantes en dicho viaje. Por último, los historiadores portugueses no acaban de sentirse cómodos con el personaje que, no lo olvidemos, traicionó a su país pasándose al entonces enemigo mortal de Portugal, España. Magallanes, un controvertido personaje que sin embargo ya tiene un lugar propio en la historia de la Humanidad.