4 de mayo de 2019

"Entre dos mundos. Pasado y presente de los habitantes Selk'nam-Haush de Tierra del Fuego", de Margarita Maldonado


   Hoy les recomendamos la lectura de un libro imprescindible, escrito por una mujer originaria de Tierra del Fuego, Margarita Maldonado. Se titula "Entre dos mundos. Pasado y presente de los habitantes Selk'nam-Haush de Tierra del Fuego" y acaba de reeditarse por Editora Cultural de Tierra del Fuego. Esta obra incluye interesantes fotografías sobre las costumbres y tradiciones del pueblo Selk'nam. Desde las famosas representaciones de la ceremonia del Hain que inmortalizó Gusinde en 1923, hasta ilustraciones actuales de los diferentes ornamentos utilizados por los Selk'nam y fabricados con piel de guanaco, plumas de pájaros o caparazones de caracoles.         
   También contiene una explicación y el significado de las pinturas faciales, de gran complejidad y enorme simbolismo. Margarita Maldonado es además una reputada artesana que organiza talleres de cestería y que ha volcado en el libro sus ancestrales conocimientos. Está disponible en la Feria del Libro de Buenos Aires. Entre tanto les invitamos a leer uno de los prólogos que tuve el privilegio de escribir para la nueva edición.

Prólogo “Entre dos mundos”, de Margarita Maldonado

Karukinká es la gran isla del extremo más austral de América, la mítica Tierra del Fuego a la que los navegantes europeos llamaron así “por haber visto en ella los primeros que pasaron por este estrecho muchos humos y fuegos de la gran gente que la habitan”. Esa “gran gente”, a la que se refería así en 1580 el cronista Alonso de Ovalle, son los Selk’nam. Dos sílabas de gran fuerza sonora para evocar el nombre de un pueblo de leyenda que deslumbró a los viajeros y exploradores por su elevada altura y su gran complexión física.
      Dueños desde hace miles de años de un extenso territorio comprendido entre el estrecho de Magallanes y el canal Onashaga, que les separaba del país de sus vecinos yaganes. Perfectamente adaptados a un clima riguroso caracterizado por el viento, el frío y la nieve, los selk’nam tradicionales recorrían sus “haruwen” o territorios de caza en pos del escurridizo guanaco, al que abatían con arco y flechas. Se alimentaban de su carne, usaban su piel como abrigo y empleaban otras partes del animal para confeccionar sus utensilios domésticos. Vivían en una sociedad muy igualitaria, con tendencia a compartir con los demás los alimentos de los que disponían. Los ancianos, que eran cuidados y respetados por toda la sociedad, se convertían en depositarios de la sabiduría de su pueblo, gracias a su experiencia y vivencias. Los niños y niñas selk’nam crecían siempre en torno a sus progenitores; si el padre les mostraba los rudimentos de la caza del guanaco, la madre les transmitía las enseñanzas primordiales para desenvolverse en la vida. La mujer tenía un papel protagonista puesto que se ocupaba tanto de trasladar todos los enseres para la construcción de la choza, como de la recolección de frutos y bayas en los bosques y de mariscos y peces en las playas. Tareas esenciales en tiempos en los que el guanaco escaseaba, y que lograban asegurar la supervivencia de toda la familia.
La autora en Cabo Espíritu Santo, Tierra del Fuego

      En la gran isla existía otro pueblo de cazadores nómadas, los haush, que habitaban el extremo sudoriental, en la actual península Mitre. Emparentados con los selk’nam, tenían muchos rasgos y costumbres en común. Sin embargo, los haush, debido a su hábitat costero, estaban mucho más orientados a aprovechar los recursos del mar. Así, además de las pieles de guanaco, aprovechaban pieles de lobo marino cuyas colonias eran muy abundantes antes de la llegada de los barcos loberos. Los haush eran expertos pescadores. Los hombres se sumergían hasta la barbilla con una red hecha de tendones de guanaco y, al retirarse hacia la costa, la sacaban llena de pescados. Las mujeres utilizaban un palo muy flexible en el que colocaban en el extremo un trozo de barba de ballena con un nudo corredizo, con lo que podían atrapar los peces sin anzuelo de forma muy inteligente.
      Y es precisamente una mujer de doble ascendencia, selk’nam y haush, Margarita Maldonado, la autora de este libro que tienen entre sus manos y que presenta ahora su 2ª edición. Por medio de interesantes y variadas fotografías, la obra ilustra las costumbres y ceremonias selk’nam y haush. En sus páginas vamos a encontrar la imágenes de la famosa ceremonia del Hain documentada por el sacerdote Martin Gusinde y que tuvo lugar en Laguna Pescado en 1923. Aunque hoy sabemos que las fotografías fueron preparadas, estas imágenes tienen un valor incalculable y nos hablan de la complejidad de la mitología y tradiciones de este pueblo. En palabras del antropólogo Ernesto Piana, el trabajo de Gusinde es "un escalón insoslayable para quien debe mirar más lejos". Y así Margarita Maldonado va más allá y realiza una meticulosa descripción del rito selk’nam, retratando con mucho detalle a cada uno de los espíritus que participan en él. Más aún, la autora junto a miembros de su comunidad, realizan una reconstrucción de las máscaras que sus ancestros utilizaban en el ceremonial, usando para ello las pinturas ocre, negro o blanco obtenidas de la tierra de forma natural, y ofrecen una explicación del significado de esas pinturas faciales, de enorme simbolismo.
Mujeres selk'nam recolectando moluscos en la playa, Alberto M. De Agostini

      Uno de los apartados más originales del libro tiene que ver con la inclusión de una “Guía práctica de cestería”, artesanía en la que son maestros los pueblos autóctonos de Patagonia y Tierra del Fuego y que la autora nos muestra paso a paso. También hay que destacar el capítulo de ornamentación, donde se recuperan los nombres originarios para describir los adornos, utensilios y otros objetos realizados por los selk’nam, con pieles de guanaco, plumas de pájaros y caparazones de caracoles. Cabe recordar aquí que la “Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas”, que fue adoptada en 2007 en Nueva York con los votos favorables de 143 países, incluyendo tanto a Argentina como Chile, establece en su artículo 13 el “derecho a revitalizar, utilizar, fomentar y transmitir a las generaciones futuras sus historias, idiomas, tradiciones orales, filosofías, sistemas de escritura y literaturas, y a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas, así como a mantenerlos”. Como estableció la doctora de la Universidad de Estocolmo Débora Rottenberg "en el hecho de imponer un nombre a lo que ya lo tenía hay un intento de avasallar a los sujetos cuyo saber se está negando”. Es por tanto de destacar el aporte de Maldonado a la recuperación de todos los nombres originarios y en devolver el protagonismo a sus antepasados, que tan magistralmente supieron adaptarse a una naturaliza agreste y a una climatología adversa.
      Este libro incorpora el subtítulo “Pasado y presente de los habitantes Selk’nam-Haush de Tierra del Fuego”, elegido intencionadamente por la autora para poner de relieve la pervivencia de ambos pueblos a través de sus descendientes actuales. Es importante insistir en que la violencia soportada por los habitantes de Tierra del Fuego –asesinatos, persecuciones, deportaciones, etc.-, especialmente a partir de la ocupación de sus tierras por parte de los empresarios ganaderos, no significó en ningún caso la extinción de los selk’nam. Maldonado se rebela contra la teoría del “último selk’nam”, muchas veces difundida de manera interesada para negarles sus derechos a los selk’nam actuales.


Familias selk'nam al modo tradicional en 1902, William S. Barclay

      Los documentos y los testimonios nos permiten hoy reconstruir todo el violento proceso contra los selk’nam de Tierra del Fuego. En una primera etapa, a partir de 1885, los selk’nam se enfrentaron a los invasores de su territorio, diezmando las majadas de ovejas, rompiendo las alambradas e incluso atacando a los empleados de las sociedades ganaderas. Sin embargo, las partidas de cazadores a caballo, el despliegue policial por toda la isla y la tremenda superioridad de las armas de fuego, terminaron con la resistencia de los habitantes originarios de la isla que, en su mayor parte, fueron deportados a isla Dawson de donde nunca regresarían. A partir de entonces, los sobrevivientes desarrollan toda una elaborada estrategia que les permitirá la supervivencia como pueblo. Mujeres y niños se refugiaron en la misión de Río Grande, el único lugar donde encontraron cobijo y donde estaban relativamente a salvo de las balas de los ganaderos. Familias enteras se retiraron al interior de la isla, en los alrededores del lago Kami, donde pudieron mantener sus costumbres y tradiciones. Al fin, se produjo un lento proceso de asimilación; los hombres se incorporaron al trabajo ganadero en algunas estancias, sobresaliendo como campañistas o domadores, y las mujeres se emplearon en la servidumbre doméstica.
      Con el paso de los años, los descendientes pasaron de esconder o disimular sus orígenes a mostrarse públicamente orgullosos de su pertenencia selk’nam. Y hoy sus comunidades realizan un importante trabajo de difusión de su cultura e historia. Este libro, “Entre dos mundos. Pasado y presente de los habitantes Selk’nam-Haush de Tierra del Fuego”, es una excelente prueba de ello y supone un importante aporte al conocimiento de este pueblo. En palabras de la propia autora “busco dejar mi legado cultural a las futuras generaciones, a los que llevamos la misma sangre, a los que hoy podemos decir esta es nuestra identidad”. Les invito a leer esta obra, donde se escucha de manera nítida la voz selk’nam-haush,  la voz de Margarita Maldonado.

José Luis Alonso Marchante, autor “Menéndez, rey de la Patagonia”














7 de marzo de 2019

"Mi sangre Yagán", de Víctor Vargas Filgueira


Les compartimos la excelente crítica del escritor fueguino Federico Rodríguez sobre el libro "Mi sangre Yagán", de Víctor Vargas Filgueira, publicado por Editora Cultural de Tierra del Fuego en 2017. La reseña apareció en el número 5 de la excepcional Revista Fuego, editada en Ushuaia y dirigida por Cany Soto.



"En Mi sangre Yagán", Víctor Vargas Filgueira cuenta la historia de Asenewensis, su bisabuelo. Este hombre fue uno de los últimos yaganes que alcanzó a vivir la mitad de su vida del modo ancestral. En esta novela, veremos como sus costumbres y tradiciones son cercadas por la violencia de la "civilización" y la codicia. Esta historia tiene olor a algas, gusto a sangre de ballena todavía caliente y mucho calor humano. Junto al fuego escucharemos leyendas de hombres alegres con el corazón limpio, cuyas pesadillas son barcos gigantes que pasan cerca de la costa, poniendo denso el aire congelado de sus noches. 

Yaganes en su canoa, fotografía de Charles W. Furlong, 1907

Hay que dejarse llevar por Asenewensis y sus hermanos, acostumbrados a navegar desde la infancia, y adentrarse en las aguas turbulentas y heladas de los canales fueguinos, con el miedo golpeando en el pecho, y no rendirse ante el viento y las tormentas. Figuras en el humo, gritos de gaviotas y bravos cazadores con los rostros pintados que supieron defender sus misterios. Esta es una narración para leer con los párpados húmedos, sufriendo por todo lo que se fue perdiendo, mientras esas fotografías en blanco y negro de los aborígenes, que todos conocemos, cobran vida a medida que nos adentramos en la lectura. Contra el egoísmo que reina en nuestra sociedad, conmueve la manera en que estos yaganes vivían, pendientes de sus hermanos y sabiendo que la única manera en que podemos ser felices es juntos, en comunidad".

Muchachas yaganes, fotografía de Edmond Payen, 1882

Sobre el autor: Víctor Vargas Filgueira (Ushuaia, 1971). Escritor, artesano de la cultura yagán, reconocido creador de piezas en cuero crudo de la cultura gauchesca y primer consejero de la Comunidad Yagán de Tierra del Fuego. Actualmente se desempeña como guía del Museo del Fin del Mundo y trabaja en un proyecto de extensión en las escuelas, con la finalidad de concientizar al alumnado sobre la visibilidad del pueblo Yagán".
Federico Rodríguez

Portada del número 5 de la revista "Fuego", ilustración de Omar Hirsig, julio 2017