17 de diciembre de 2014

En la Tierra del Fuego

En diciembre de 2009, hace ahora cinco años, tuve el privilegio de recorrer la Tierra del Fuego argentina, de sur a norte, admirando una región de una naturaleza fabulosa, habitada por gentes muy acogedoras y cuyos paisajes guardan la memoria de una historia de leyenda.

En el curso de mi largo proceso de investigación histórica que daría lugar años después al libro "Menéndez, rey de la Patagonia", publicado en Chile por Editorial Catalonia y en Argentina por Editorial Losada, me planteé muchas veces la necesidad de hacer un viaje al extremo más austral de América, ocasión que por fin llegó en esas fechas.



La isla grande de Tierra del Fuego está situada en el extremo más austral de América, entre los 65 y los 72 grados de longitud oeste del meridiano de Greenwich y entre los 52 y 56 grados de latitud sur del paralelo del Ecuador, separada del continente por el estrecho de Magallanes. Con 47.992 kilómetros cuadrados de extensión, la mayor parte de la isla está formada por mesetas y llanuras suavemente onduladas, mientras que al suroeste se localiza un terrero muy montañoso, siendo el canal Beagle su límite sur. Una línea vertical que va desde el Cabo Espíritu Santo hasta el lago Khami, separa la parte chilena (al oeste) de la argentina (en el este).



Precisamente, la capital de la provincia argentina, Ushuaia, se encuentra orillas de ese canal, a más de 3.000 kilómetros de Buenos Aires, la capital del país, y a 13.000 kilómetros de Madrid, ciudad donde yo vivo. Fue fundada en 1882 por los argentinos, que establecieron allí una prefectura marítima.



Una visita al supermercado para aprovisionarme y en ruta hacia el norte. Como no podía ser de otro modo, la compra la hice en "La Anónima", la sociedad comercial que fundaron José Menéndez y Mauricio Braun en 1908 y que llegó a monopolizar todo el comercio de las provincias argentinas de Santa Cruz y Tierra del Fuego. Hoy, la cadena de supermercados sigue en manos de sus descendientes, siendo su presidente Federico Braun. Sus empleados llevan a cabo una valiente huelga en demanda de sus reivindicaciones laborales.



De Ushuaia a Río Grande hay algo más de 200 kilómetros a través de la emblemática Ruta Nacional 3. El Paso Garibaldi permite superar la cadena montañosa y dar vista al lago Khami y a la inmensa llanura pastosa que se extiende hasta el Estrecho de Magallanes. La vegetación es en esta zona de una belleza inigualable.




El lago Khami es conocido también con el nombre de lago Fagnano, en honor de Giuseppe Fagnano, sacerdote salesiano que, sin recorrerlo, supo de su existencia gracias a los indígenas en 1891. Kakenchow o Kami, que significa Agua Grande es el nombre selk¡nam correcto y el que debe prevalecer, por encima del apellido del religioso que impusieron las autoridades y nos legó la historiografía oficial. Con sus 645 kilómetros cuadrados, las montañas nevadas al fondo y el brioso oleaje, parece un mar que quisiera escapar de la isla.



Enseguida comienza a aparecer al borde de la ruta la sempiterna alambrada que separará las tierras destinadas al ganado lanar del resto del territorio. Aunque pueda parecer casi increíble, a principios del siglo XX un millón de hectáreas donde pastaban centenares de miles de ovejas eran propiedad de solo cuatro familias, Menéndez, Braun, Montes y Bridges, emparentadas a través de poderosos vínculos familiares y empresariales.




La inmensidad del paisaje y su suave relieve permite que el viento sople con fuerza, una de las características de casi toda la Patagonia. Como además la capa del suelo propicia para la vegetación es muy estrecha, muchos árboles son arrancados con facilidad, obstruyendo grandes extensiones.



Enseguida llegué a la primera estancia que me proponía visitar, la Estancia "José Menéndez", que fue fundada en 1896 con el nombre "Primera Argentina" en la margen derecha del río Grande. Ocupaba 80.000 hectáreas sobre la antigua concesión Popper y, en sus mejores momentos, llegará a albergar 140.000 ovejas en un inmenso territorio que se extendía desde el océano Atlántico hasta la frontera chilena. El primer administrador de esta estancia fue el escocés Alexander Mac Lennan, "Chancho Colorado", de infausta memoria por las matanzas de indígenas selk'nam. 120 años después, el tiempo parece detenido en este lugar.




Atravesando el río, a unos veinte kilómetros más al norte, se encuentra la Estancia "María Behety", que Menéndez llamó "Segunda Argentina" y que era todavía más grande. 200.000 hectáreas propiedad de una sola familia donde pastaban 160.000 ovejas, en el centro del haruwen o territorio ancestral de los selk'nam. El administrador fue José Menéndez Behety, Josecito, uno de los hijos del hacendado asturiano.



Convertida hoy en un lujoso y exclusivo lodge de pesca, con campo de golf incluido, la estancia presume de tener el galpón de esquila más grande del mundo, aunque yo solamente me preguntaba qué es lo que pasó con la gente que vivía aquí antes de la llegada de los terratenientes ganaderos. 




La respuesta la iba a encontrar no muy lejos, en la Misión salesiana de Nuestra Señora de la Candelaria, que está en Río Grande. Fundada al mismo tiempo que las estancias, allí se refugiaban los indígenas que huían de las persecuciones que organizaban contra ellos los estancieros, pero solo para morir en medio de terribles enfermedades que los mismos religiosos les contagiaban. Los diarios de los misioneros y religiosas reflejan en sus monótonas anotaciones la magnitud de la tragedia.




De camino al sur, por la misma ruta nacional 3, pude ver las tropillas de guanacos, animal salvaje que también fue duramente perseguido por los administradores de las estancias ya que competía por el pasto con las ovejas. Para los selk'nam era un animal casi sagrado, puesto que toda su economía giraba a su alrededor: les proporcionaba carne con la que alimentarse, pieles que les servían para protegerse del frío y sus huesos y tendones les servían para fabricar sus arcos y otros utensilios.



Atravieso nuevamente el lago Khami, pero esta vez en dirección a Ushuaia, donde visitaré el Museo de la Penitenciaría y "saquearé" las librerías de la ciudad, en busca de bibliografía sobre la Patagonia y Tierra del Fuego. La belleza de la ruta es inigualable.



La última imagen que quise llevarme de mi inolvidable viaje la conseguí ascendiendo penosamente el glaciar Martial, desde donde se tiene una excepcional panorámica de Ushuaia, del canal Beagle y de algunas de las islas de los alrededores. Se trata del territorio yámana, el legendario pueblo de nómadas canoeros que también sufrió los terribles embates de la civilización.



Aunque los picos nevados de la cordillera Darwin nos recuerdan desde su inmensidad lo efímero de nuestra existencia, esa naturaleza fastuosa de la Tierra del Fuego contiene todavía en sus rincones el eco de unas mujeres formidables y las huellas de unos hombres valerosos que, a través de sus descendientes, nos legaron la memoria de los pueblos selk'nam y yámana.





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